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Análisis de Everybody's Golf

Ciudad de vacaciones.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Nueva entrega con sabor a reboot, cuyo mayor mérito es resultar cómoda tanto a personas ajenas a la franquicia como a seguidores acérrimos.

En esta semana convulsa -cuándo no- en redes sociales un pequeño debate centrado en la dificultad de los videojuegos y en las capacidades de los redactores a la hora de enfrentarse al objeto de su análisis ha acabado, como suele suceder en estos casos, dejándonos con multitud de opiniones fuertemente opuestas y la sensación de que no existe un punto medio entre ambas posturas. Es una pena que muchas de esas afirmaciones se centrasen en la persona y no en el propio juego: Si en algo podemos estar de acuerdo todos, creo, es en que es tan fundamental la figura de quien pretende desentrañar los mecanismos que lo componen como la habilidad de este para comunicarse con el jugador o la jugadora que sujeta el mando. La comunicación bidireccional que diferencia a este medio de otros da importancia a nuestro desempeño, pero también deja un espacio para lo que la obra tiene que decir y, no menos relevante, el lenguaje que emplea para hacerlo.

Es un comienzo quizás demasiado serio para un juego tan alegre y despreocupado como Everybody's Golf, pero os aseguro desde ya que tiene todo el sentido del mundo. Lo digo porque, aún siendo un juego endemoniadamente preocupado por variables, opciones, datos y demás enemigos de lo accesible -que están ahí y podemos consultar en cualquier momento-, sus responsables se las han ingeniado para crear un lenguaje cuya prioridad es la de hacerte sentir cómodo. Podríamos decir que esta nueva entrega de la saga, con cierto aire a reboot por su ausencia de número y la presencia de un novedoso mundo abierto, es el equivalente digital a la abuela que te pregunta después de cebarte cual gorrino que qué tal estás, si te has quedado con hambre y si te fríe un huevo.

No menos destacable es la sutileza con la que logra esta sensación familiar y confortable. Desde el instante en que creamos a nuestro avatar y lo soltamos en las verdes praderas de nuestro club de campo encontramos a numerosos empleados dispuestos a echarnos un cable y explicarnos todo lo necesario para ponernos en marcha y jugar nuestros primeros torneos. El trabajo de Clap Hanz a la hora de integrar tutoriales es ejemplar, por cómo nos invita a descubrir cosas por nosotros mismos apoyándose en colores, sonidos y una amplia variedad de recursos buenrrollistas sin renunciar por ello a explicaciones directas de cómo funciona una mecánica o cuáles son las condiciones de determinados torneos. De ahí viene lo de aire a reboot, de esa capacidad para dar la bienvenida a quienes no se habían acercado a la saga y situarlos casi al mismo nivel de quienes ya llevan unos cuantos hoyos a la espalda.

Everybody's Golf llega casi de tapadillo y acaba encandilando a quien se arrima sin necesitar un apartado técnico excepcional -salvo la musiquita de fondo, fantástica y bastante pegadiza- o simular a la perfección el deporte referenciado.

Ayuda a ello esta especie de Marina D'or japonesa que se han sacado de la manga, pensada para recorrer e investigar en busca de objetos, pruebas y distintas actividades. Aquí la gracia frente a los menús tradicionales, que también existen, es que podemos recorrer los distintos campos -cinco en total, más dos vía DLC de pago- en busca de otros jugadores, objetos ocultos y demás mandanguitas, marcando un poco nuestro propio ritmo de aprendizaje. No solo podemos aprovechar este componente online para echar unos hoyos y dejar nuestra mejor marca en el ranking, sino que también se nos ofrece la posibilidad de despreocuparnos y hacer cosas como recorrer el campo a velocidad moderadamente endiablada con nuestro cochecito o pescar un par de carpas en el lago. La intención, constante, es que disfrutemos, sin presiones por no ser demasiado buenos o por vivir únicamente para competir.

Irónicamente, el hecho de que para desbloquear todas estas actividades debamos superar necesariamente varios torneos y desafíos uno contra uno es quizás el mayor lastre del juego, por cómo frena esta despreocupación de la que hablaba y nos obliga, en cierta medida, a jugar para ganarnos el privilegio de un merecido descanso. No es algo especialmente doloroso: Aunque dichos torneos y duelos son moderadamente repetitivos en cuanto a funcionamiento, las distintas triquiñuelas -hoyos más grandes o con tornados que atraen a nuestra bola, rachas fuertes de viento, nuevos golpes o habilidades sobre la mesa- que se van introduciendo para darle algo de salsita al conjunto hacen que el recorrido sea medianamente liviano; y aunque esta pequeña jugarreta limita las primeras 5-10 horas de juego, lo cierto es que puede ser entendida como un tutorial offline que nos prepara para esas largas praderas verdes llenas de extravagantes personajes corriendo con los brazos extendidos como si fueran a echar a volar o se acabaran de graduar como chūnin en la Aldea Oculta de la Hoja.

Evito hablar de aspectos concretos del control porque creo que poco hay que decir a estas alturas. Como dije en su avance, la mecánica de tiro lleva siendo la misma desde tiempos de la Neo-Geo, y tan solo la posibilidad de subir de nivel los distintos atributos de nuestro conjunto de palos como consecuencia de un tiro ajustado al green o un disparo excepcionalmente fuerte se plantea como novedad. Tampoco cambia lo referente a la personalización de nuestro personaje, con una cantidad de complementos y opciones capaz de reproducirnos de manera relativamente fiel o de convertirnos en el próximo aspirante a ganar la carrera de RuPaul. Como Valve -y ahora Blizzard- bien sabe el poder de los gorritos es incontestable, y el hecho de que para obtener nuevas piezas de ropa debamos de obtener buenas puntuaciones en los torneos funciona como un tiro a la hora de incentivar nuestro aprendizaje.

Tal y como sucedió con anteriores entregas de la saga, Everybody's Golf llega casi de tapadillo y acaba encandilando a quien se arrima sin necesitar un apartado técnico excepcional -salvo la musiquita de fondo, fantástica y bastante pegadiza- o simular a la perfección el deporte referenciado. Al contrario, consigue que una propuesta tan inherentemente japonesa nos acoja con los brazos abiertos y convierta este nuevo club de golf en un hogar en el que el trabajo es sinónimo de diversión y la posibilidad de descansar y relajarnos está siempre a mano. Todo un ejemplo de cómo simplificar lo complejo, y de cómo hacer que esa comunicación jugador-juego sea tan fluida como gratificante.

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