Far Cry 3 Blood Dragon
Non-stop pecholobero.
Arranca un nuevo día en las oficinas de Ubisoft Montreal. El sol apenas empieza a acariciar tímidamente las cristaleras del departamento creativo. Los responsables del proyecto acuden perezosos, algunos resacosos, con sus cafés y sus bandejas de cupcakes a la primera sesión de brainstorming que deberá delimitar algunas ideas previas básicas para el descargable spin off de Far Cry 3.
Bueno, chavales, veamos qué se nos ocurre para este nuevo proyecto. Puesto que Far Cry 3 se ha rentabilizado bien, tenemos más o menos vía libre para hacer lo que nos salga del rabo. A ver, ¡ideas!
¡Yo quiero un juego con dinosaurios!
Whatever, pero que haya rayos láser.
Sé que está muy visto, pero estaría bien meter unos cuantos zombis. Lo zombi nunca pasa de moda.
¿Zombis? Yo prefiero un juego con enemigos cibernéticos. O robots. Y que digan cosas graciosas con voz robótica. Eso puede ser la monda.
Chicos, tranquilidad. Creo que podemos meter todo eso.
¡Y que haya un científico loco, un supervillano, y una tía buena!
¡Y explosiones y rayos y truenos todo el rato! ¡Sin venir a cuento!
El juego debe tener protagonista muy fucker si queremos una mínima garantía de éxito
¡Y una música para que lo flipes todo el rato!
...
Far Cry 3 Blood Dragon nos sitúa en el futuro, año 2007, La Tierra, y nos cede las riendas de Rex Colt, un supersoldado cibernético americano, reconstruido a partir de su ADN, que debe enfrentarse al deleznable villano Sloan, cuyo malvado plan es destruir el mundo conocido con armas superpoderosas creadas a partir de pérfidos experimentos con la sangre de los dragones que habitan la misteriosa isla en la que transcurre la acción.
Far Cry 3: Blood Dragon prescinde de cualquier tipo de perifollo con que rellenar horas de juego, desecha toda tarea superflua que distraiga al jugador de abordar la aventura a pecho descubierto y con un puñal entre los dientes, desdeña todos aquellos elementos circunstanciales que nos impidan imprimirnos de ese ritmo vertiginoso del transcurrir de las misiones. Incluso la repetitividad de las secundarias y su inserción lineal en la trama principal es un recurso deliberado para no dispersar ese chorro a presión de despelote mental que es jugar a Blood Dragon.
Blood Dragon puede parecer un spin off un tanto descocado con la nostalgia y el homenaje al cine de acción de los 70-80 como pretexto, y el puro cachondeo como bandera, pero en realidad el juego entiende la acción mucho mejor, más fuerte y más rápido, no solo que Far Cry 3, sino que muchos de los juegos autodenominados grandes que abogan por esta rama genérica. Blood Dragon comprime lo mejor de Far Cry 3, lo minimiza y posteriormente lo potencia para crear una experiencia de juego mucho más coherente, más intensa e infinitamente más divertida que la que ofrece el juego madre.
Frente a la profusión de fauna del juego original, aquí hay apenas una docena de animales, pero todos ellos son zombis, robóticos, metálicos, demoníacos, fosforitos, o disparan rayos láser por los ojos, lo cual los hace claramente mejores. Se mantiene la liberación de guarniciones, pero aquí presentan un diseño mucho más atinado para propiciar la variedad de estrategias. Las secundarias por su parte se limitan a la liberación de rehenes, matar enemigos de una manera determinada, y algunas cacerías, todas ellas ofertadas de forma progresiva en los terminales de las guarniciones liberadas para que la acción sea un non-stop pecholobero y un no pensar. El repertorio de armas y su diseño son perfectos en su concreción; ese afán (que por otra parte dignifico y aplaudo) de representar visualmente la acción más descerebrada mediante armas del tamaño de un elefante bebé propia de otros parajes no tan coloridos sino más bien de tono ocre-marrón, no tiene aquí razón de existir puesto que aquí ese pretendido desparrame conceptual de la acción bruta y testosterónica no hace falta que se vea, porque se siente mientras se juega.
De cualquier modo, despiezar el juego al uso del análisis genérico es un poco inútil en el caso que nos ocupa. Mucho más aproximado a la experiencia real sería decir que Blood Dragon es una tormenta de balas bajo un visillo de luces de neón, una perfecta maquinaria cibernética de diversión adolescente, despreocupada y levemente melancólica, es matar tiburones con C4, es lo que Duke Nukem Forever debió ser, es el sentir primigenio del videojuego como producto netamente lúdico, bien anclado en su tiempo originario en cuanto a forma, rabiosamente actual en el fondo. Far Cry 3: Blood Dragon es necesario, y es uno de los mejores juegos del año.