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Final Fantasy XIII-2

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Sobre Final Fantasy XIII llovieron en su momento bastantes más piedras que flores y, en términos generales, su paso por las consolas domésticas fue calificado por el gran público como de decepcionante. Con todo, la decimotercera fantasía de Square Enix esgrimía un sistema de combate ágil, dinámico y sólido como una roca, y mostraba una confianza tan obstinada en él que llegaba al extremo de prescindir de cualquier distracción que le arrebatara una partícula de protagonismo. Un juego de convicciones radicales, dirección única, que transcurría en un corredor de dos palmos de ancho y en el que tu papel se limitaba básicamente a rebanar pescuezos entre cinemática y cinemática.

Una acogida tan tibia a lo que no deja de ser una entrega numerada de su franquicia estrella debió levantar ampollas en Square Enix, ya que el estudio no tardó en entonar el mea culpa, reconociendo errores de planteamiento y anunciando a bombo y platillo un segundo episodio del agrado de los aficionados. Una redundancia, esta de añadir la coletilla del dos a un título ya coronado por un número, que no había vuelto a producirse desde el X-2; de infausto recuerdo para el aficionado y muy probablemente el peor de la saga.

Final Fantasy XIII-2 constituye una secuela en sentido estricto y su historia, floja y un tanto forzada, toma como punto de partida los sucesos con los que cayó el telón en Final Fantasy XIII. Es, por tanto, requisito imprescindible para la adecuada comprensión del argumento haber jugado previamente la precuela; y el juego, consciente de tal circunstancia, tiene esta vez el acierto de impartir un tutorial minúsculo y circunscrito a las escasas novedades jugables que presenta.

La primera conclusión a la que llegarás tras unos minutos dándole al pad es la importancia que ha adquirido internet como fuente de información. Final Fantasy XIII-2 es la demostración palpable de que la red ofrece utilidades que van más allá de la pornografía o la descarga ilegal de contenido protegido. Un simple paseo por foros y páginas especializadas es capaz, por ejemplo, de proporcionar a una desarrolladora de videojuegos un feedback certero y gratuito acerca de la reacción de los usuarios ante su juego. Una opinión de primera mano que le permitirá identificar los aspectos más flojos de su producto para su subsanación en futuras entregas.

Si a un sistema de combate que ya era condenadamente bueno, le añades una cantidad ingente de pasatiempos, probablemente crees el juego de tu vida, pero esto sólo será así siempre que el delirio decorativo no invierta los términos y acabe primando lo accesorio sobre lo principal.

Sólo así se explica que Final Fantasy XIII y su secuela sean tan diferentes entre sí. Si aquél era lineal, éste te sitúa en un mundo pseudoabierto, en el que incluso tendrás la posibilidad de dar tumbos por el tiempo, viajando del pasado al futuro, pasando por el presente y visitando realidades alternativas. Si el primero tardaba en arrancar, el segundo pone a tu entera disposición las mecánicas de combate desde el minuto uno. Si allí sólo atizabas, aquí te hartarás de misiones secundarías, minijuegos, conversaciones banales con NPC's y reclutamientos "pokemon style". Podrás, incluso, dejar aparcado el destino de la humanidad por unos instantes para tomarte un merecido kit-kat en un casino, donde encontrarás máquinas tragaperras, carreras de Chocobos y, previo pago del correspondiente DLC, timbas de cartas.

Tal aluvión de ornamentos a una propuesta jugable tan austera como la de la anterior entrega parece, en principio, algo lógico o pertinente. Si a un sistema de combate que ya era condenadamente bueno, le añades una cantidad ingente de pasatiempos, probablemente crees el juego de tu vida, pero esto sólo será así siempre que el delirio decorativo no invierta los términos y acabe primando lo accesorio sobre lo principal.