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Final Fantasy XIII

La reivindicación de un género.

Un melodrama romántico

Se nota mucho que detrás de FFXIII se encuentra gran parte del equipo que desarrolló FFX. En esta ocasión se abandona el tono más propio del relato de fantasía pseudo-medieval de los juegos clásicos y de la novena y doceava entregas para acercarse más a la definición de culebrón hiper-futurista que nos ofrecieron las entregas más exitosas –que no mejores– de la serie; es decir, el intocable VII, el adolescente VIII y la citada décima entrega. El argumento nos habla de un mundo dividido entre dos zonas, la gran urbe flotante del Nido, donde reina una armonía que solamente es ilusión y Paals, el planeta en sí, la tierra de abajo que todos creen un infierno. Orquestando la vida tenemos un gobierno dictatorial conocido como el Sanctum, que no duda en reprimir todo elemento que pueda perturbar sus planes ocultos y que está llevando a cabo el exterminio silencioso de todos aquellos que pueden poner en peligro su reinado de control.

Este es en líneas generales el argumento, pero el fondo es lo de menos porque lo importante son los personajes. Lo que subyace del choque entre el argumento lleno de palabros rarísimos y estos protagonistas es una historia sobre el temor a lo desconocido, una relato sobre lo que no decimos, la aventura de unos fugitivos. Las emociones son la clave que hace avanzar el argumento, de esta manera, los personajes son dudas existenciales con patas, están hechos un lío y se comen el tarro constantemente. Es aquí donde encontramos uno de los aspectos más polémicos del juego: el guión es melodramático hasta lo absurdo. Esto causa que a la hora de explicarnos la historia el ritmo sea muy lento, pero ¡atención! no tiene porque ser algo necesariamente malo, de hecho, es un tipo de enfoque que cada vez abunda menos. ¡Y ya no hablamos del aire romántico que tiene!

Como hemos dicho al inicio, Square Enix ha apostado por mantenerse fiel a su estilo pero subrayando los elementos más definitorios y el desarrollo argumental no es una excepción. Afortunadamente, no existe todavía un códice que marque como ha de llevarse a cabo la narración de un videojuego de forma estricta. Cualquier tipo de persona puede disfrutar de la historia si tiene la voluntad de entrar en ella pero, evidentemente, cuando nos encontramos con que la canción principal de este FFXIII es una balada romántica cantada por una ex-concursante de un reality-show, no es muy difícil deducir a quien va dirigido el juego. Aún con todo esto, los seis personajes que podemos controlar –empezando por Lightning, la primera protagonista principal de toda la saga– están especialmente bien construidos y consiguen atraparnos con sus sub-tramas y el inesperado carisma que adquieren conforme los vemos evolucionar.

Un camino de preciosas baldosas amarillas

De todos los elementos que conforman FFXIII el más criticado y con diferencia es que se trate de un juego absolutamente lineal. Esto es un hecho, y se demuestra en que prácticamente nos pasaremos toda la aventura avanzando por unos pasillos que simulan ser escenarios abiertos, pero que en el fondo no son más que pasarelas sin ningún tipo de bifurcación. La decisión de Square Enix de llevar la fórmula de la saga al extremo ha sido totalmente radical en este aspecto y parece que se hayan vuelto locos, pero tampoco hemos de olvidar que los Final Fantasy siempre han sido juegos muy lineales. En el contexto actual, y con el auge que viven los RPGs occidentales, da la sensación de que si hoy en día no podemos alterar los acontecimientos o decidir nuestro propio camino esto tenga que ser algo negativo para el juego, cuando en realidad no es necesario que todos los juegos sean así.