Análisis de Forza Horizon 3
Rápido y furioso.
Puede que algunas de las decisiones que ha tomado Microsoft en los últimos años en cuanto a la gestión de sus estudios internos sea más que discutible, pero creo que nadie puede negar que en lo que respecta a la franquicia Forza el acierto de los de Redmond ha sido absoluto. Lo que empezó como una carta de amor al mundo del motor hace más de una década en manos del equipo por Dan Greenawalt ha derivado en dos propuestas muy diferentes que se complementan a la perfección. Playground Games hace mejor a Turn 10 y viceversa, al igual que ocurría, por ejemplo, en aquella simbiótica relación entre Michael Jordan y Scottie Pippen en los imparables Chicago Bulls de principios de los noventa.
Si Forza Motorsport 6 elevó a nuevas cotas lo que uno puede esperar en una consola de la vertiente del género más enfocada a la simulación, Forza Horizon 3 hace lo propio con la visión más desenfadada y accesible para todos los públicos. El hecho de que precisamente esta semana estemos celebrando el trigésimo aniversario de un mito como Out Run resulta ser una maravillosa coincidencia, porque el juego de Playground Games bien puede considerarse su heredero natural; como en la obra de Yu Suzuki aquí se admira a partes iguales la belleza intrínseca de los coches de gama alta, los bucólicos escenarios que rodean las carreteras y la música que nos acompaña en la radio mientras conducimos. Si Forza Motorsport es un juego de sensaciones, Horizon -como en su día Out Run- lo es de sentimientos, con un envidiable sentido del espectáculo.
Forza Horizon 3, sobre el papel, no viene a revolucionar la franquicia. A simple vista, de hecho, puede parecer incluso una secuela tremendamente continuista, pero tras unos primeros minutos abrumadores en la extrema libertad de su mundo abierto, donde se introducen sin parar nuevas pruebas, nuevos coches (los buggies son una de las grandes novedades del garaje) e innumerables retos, empiezas a apreciar que bajo el capó se han retocado o incluso rediseñado montones de elementos y mecánicas. En Playground parecen ser plenamente conscientes de que tenían una buena base, pero no les ha temblado el pulso a la hora de introducir numerosos cambios para elevar esta nueva entrega a un nuevo nivel.
Algunos son relativamente sutiles, como una evolución del asistente/GPS (Anna) que funciona estupendamente y te guía por todas las actividades que puedes ir realizando, pero otros tienen un impacto mucho mayor en la experiencia global. La propia estructura del festival es uno de ellos; en las dos entregas anteriores te ponías en la piel de un piloto e ibas avanzando y desbloqueando pruebas a medida que escalabas posiciones en el ranking, representado en aquellas características pulseras de colores. Aquí, sin embargo, pasas a ser el organizador del festival, lo cual abre un abanico enorme de posibilidades.
Este nuevo rol implica que ya no estaremos limitados a correr en las pruebas que vengan de serie con el juego, sino que nosotros podremos crear las nuestras en los diferentes trazados que se desbloquean a medida que ganas fans, configurando diferentes parámetros, desde los más simples (número de vueltas, condiciones climatológicas) hasta otros más exigentes (un máximo de daños en el coche o un mínimo de puntos de habilidad por realizar diferentes maniobras). Esto se traduce en un contenido casi ilimitado, pudiendo escoger siempre la prueba que más nos apetezca según el momento, ya sea la predefinida, la nuestra personalizada o la creada por otro usuario de internet. Los Forza nunca han ido justos de contenido, pero lo de Horizon 3 es verdaderamente salvaje, con una vida útil de meses o incluso años... y eso sin contar que regresan las Bucket Lists, los coches abandonados, las pruebas de PR (la segunda, una carrera contra una locomotora, es fantástica), los carteles coleccionables y que se añaden nuevos tipos de evento como las zonas de derrape o las acrobacias.
Es una constante: Forza Horizon 3 te gana con el corazón, pero también a base de números y fuerza bruta. El garaje es buena prueba de ello, con trescientos cincuenta coches (cien más de los que tenía Forza Horizon 2) que abarcan desde superdeportivos hasta todoterrenos, pasando por clásicos, buggies, turismos o muscle cars, y donde no importa si se trata de un espectacular Lamborghini Centenario o un sencillo Volvo 850; todos están representados con un mimo casi enfermizo, pudiendo además examinarlos hasta el más mínimo detalle con ForzaVista (auténtico porno para los amantes de las cuatro ruedas) o modificarlos a nivel de mecánica y accesorios si tenemos tiempo y paciencia para ello.
Ese nivel de profundidad no es el que esperas de un arcade y se acerca más al visto en Forza Motorsport, pero no nos engañemos: aunque desactivando todas las ayudas es un juego bastante exigente, el alma de Forza Horizon 3 siempre es la de un arcade donde la diversión y la satisfacción inmediata se anteponen al realismo, siendo capaz de tomarse licencias como la de permitirnos correr campo a través o sobre la arena de una playa con un McLaren P1. Lo que no cambia respecto a los juegos de Turn 10 es esa fantástica sensación que transmite al conducir y una cuidadísima forma de recompensar tu pericia al volante. Incluso si eres el tipo de jugador que busca una experiencia más cercana a la simulación creo que Playground ha logrado un equilibrio capaz de contentar en primera instancia al fan de la velocidad sin complicaciones propia de un Burnout o un Need for Speed, pero también de entretener y divertir a los usuarios de Motorsport o Gran Turismo que quieran tomarse un respiro de juegos más encorsetados por los límites de la física y el sentido común.
Buena parte de ese encanto es inherente a Australia, un nuevo continente para el festival Horizon que permite a los diseñadores de Playground no solo recuperar escenarios desérticos como los del Colorado del primer juego o las paradisíacas playas propias de la Costa Azul de la secuela de 2014, sino también introducir frondosos bosques y selvas que lucen espectaculares ya sea corriendo sobre el asfalto o campo a través llevándote arbustos y pequeños árboles por delante. En más de una ocasión, creedme, estamparéis vuestro coche contra un obstáculo al distraeros por mirar embelesados unos escenarios bañados de color y pequeños detalles, iluminados con un gusto exquisito y en los que obviamente no falta un ciclo dinámico de día y noche y una climatología que varía en tiempo real y afecta a la conducción, con un efecto de lluvia francamente conseguido. La tecnología de la que hace gala el juego -esa que comparten Playground y Turn 10 y que no se limita únicamente al increíble motor de físicas- es envidiable, de hecho, con un nivel de sofisticación que hace que incluso los 30FPS a los que funciona parezcan muchos más.
Australia es la gran protagonista del nuevo festival Horizon, pero tampoco podemos olvidar otro de los elementos característicos de la saga: las emisoras de música. En la nueva entrega regresan viejas conocidas (Horizon Pulse, Horizon Bass Arena y Hospital Records), Radio Levante deja paso a Timeless FM y se incorporan Future Classic Radio, una emisora de hip hop (Horizon Block Party, donde suenan pepinazos como ese X Gon' Give It To Ya de DMX tan popular tras el estreno de Deadpool) y dos discográficas, Vagrant Records y Epitaph. A mi con esta última ya me tienen más que ganado (¿correr a toda velocidad mientras suena Bad Religion, Pennywise, Descendents, Bouncing Souls o Rancid? 10/10), pero hay que reconocer que la ecléctica selección con más de ciento cincuenta temas es fantástica y toca todas las teclas adecuadas. Si te cansas, además, puedes recurrir al servicio de suscripción Groove de Microsoft (el juego incluye una trial gratuita de dos semanas) con aún más listas de reproducción, o subir tus canciones preferidas a OneDrive.
Y ahora viene el mic drop definitivo: todo lo que he comentado hasta ahora se refería al juego en solitario. Cuando salta al terreno online Forza Horizon 3 se mantiene igual de completo, con la posibilidad de jugar toda la campaña en cooperativo, participar en carreras multijugador con hasta doce participantes o simplemente explorar el enorme mundo abierto en compañía de algún amigo. Va sobrado también de opciones sociales, las cuales van desde la creación de clubes, las tablas de marcadores online y el modo Rivales hasta la posibilidad de ganar créditos cuando estás desconectado compitiendo en forma de Drivatar en consolas ajenas, e incluso se permite frivolidades como la de permitirte contratar -y despedir- a otros usuarios para que participen en tu festival. Hay algo mágico en el hecho de que incluso cuando no estás compitiendo directamente con tus amigos puedas notar su presencia a lo largo y ancho de todo el juego, un detalle que suma puntos en la experiencia global.
La revolución del nuevo Horizon, como decíamos unos párrafos más arriba, está en los pequeños detalles y en la iteración de los conceptos básicos. Mientras otras sagas perdían el rumbo secuela tras secuela, aquí se ha encontrado un sólido equilibrio entre diferentes piezas que encajan con precisión suiza, logrando que el ritmo y la estructura sean adecuados, que la dificultad se adapte a cualquier usuario y que en todo momento tengas algo que hacer pero al mismo tiempo te sientas libre dentro del mundo abierto. Con su ingente cantidad de contenido -más el que venga en forma de DLC- siempre puedes encontrar alicientes para volver al juego, y puestos a buscar pegas solo se le puede poner una: la ausencia de doblaje al castellano para los diálogos.
No estamos solo ante el mejor exclusivo del año en las plataformas de Microsoft, sino también ante el mejor arcade de conducción de los últimos tiempos. Playground Games ya alcanzó la excelencia con Forza Horizon 2, pero con la tercera entrega han creado el complemento perfecto a la seriedad de los Forza Motorsport y el espejo en el que deberían mirarse a partir de ahora todos esos juegos de carreras cuyo objetivo es ofrecer diversión a cualquier tipo de público. Un juego tan redondo que entra dentro de esa selecta categoría que justifica por si mismo la compra de una consola (o, en su defecto, de un PC capaz de moverlo con soltura). Forza Horizon 3 es, de verdad, así de bueno.