Análisis de Forza Horizon
Cambio de sentido.
Sin entrar en la estéril discusión sobre si es o no mejor que cierto juego de PlayStation 3, todos estaremos de acuerdo en una cosa: el trabajo de Microsoft y Turn 10 (con Dan Greenawalt a la cabeza) en Forza Motorsport durante los últimos siete años es digno de elogio y tocó techo con la cuarta y última entrega. Entonces, ¿qué haces cuando ya has alcanzado la excelencia y - al menos en lo que queda de esta generación - ya no puedes hacer evolucionar mucho más la fórmula?
La respuesta a esa pregunta es desarrollar un juego diferente y a la vez parecido, dejando que tome la batuta un estudio joven - Playground Games - capaz de aportar sangre fresca. Un juego que trata de llegar a un público más amplio sin alienar al fan de toda la vida. Un juego que ante todo busca ser divertido, pero que cuida pequeños detalles como que las sensaciones al conducir varíen muchísimo según la superficie por la que circula el coche. Un juego que intenta ir un poquito más allá, pero que no olvida el ingrediente básico que ha caracterizado a la franquicia: la admiración por la cultura del motor y la pasión por los automóviles con cuatro ruedas.
Aunque sobre el papel parece una idea más propicia para un Need for Speed, Forza Horizon se ambienta en el marco de un festival de música y motor ficticio en Colorado (Estados Unidos), donde las carreras entre coches de lujo se intercalan con conciertos de grupos de moda tipo The Black Keys o Hot Chip. El propósito es doble: por un lado se aleja de la seriedad de Motorsport apostando por un estilo más desenfadado, y por otro reformula Forza alrededor del concepto de mundo abierto. "Abierto" con matices, todo sea dicho de paso: puedes moverte con libertad por la región, pero en la extensa red de carreteras que aparece en el juego sigue habiendo vallas y quitamiedos que no permiten explorar campo a través todo el escenario.
Sacar a los coches del encorsetado y cerrado trayecto de un circuito también permite que la experiencia sea muchísimo más variada. Empiezas el festival Horizon como un piloto novato participando en competiciones sencillas con un viejo Volkswagen Corrado del 95, pero más adelante recibes invitaciones a carreras ilegales, eventos promocionales (con objetivos como ganar una carrera a una avioneta), retos con pilotos famosos, pruebas de habilidad e incluso concursos de fotografía. A medida que vas sumando triunfos (aunque el sistema de progresión es bastante flexible) consigues dinero para comprar nuevos coches de diferentes clases, puntos de experiencia y acceso a categorías más difíciles (representadas por el color de tu pulsera), pero además entra en juego otro factor: la popularidad.
El objetivo en este sentido es ascender las 250 posiciones en el ranking de popularidad hasta superar al vigente campeón de Horizon, Darius Flynt. Y eso depende directamente de nuestra habilidad al conducir: Playground ha implementado un sistema de puntuación y combos (heredero en cierto modo de los kudos de Metropolis Street Racer) con el que se valoran los derrapes, los saltos, el uso del rebufo o las maniobras peligrosas a toda velocidad. Los diseñadores también han entendido bien cómo afrontar los inevitables coleccionables: aquí la misión no es acumularlos de forma inútil, sino conseguir el beneficio que aportan: los carteles ofrecen descuentos en el garaje y los establos esconden coches clásicos bastante exclusivos.
Así que vale: han conseguido adoptar una identidad diferenciada, una progresión jugable adecuada y una envidiable variedad y solidez en determinadas mecánicas. Pero todo eso se puede ir al garete si falla el control, y ahí es donde Playground se guarda un as en la manga: utilizando como base el motor de físicas de Forza Motorsport, Horizon mezcla con las proporciones perfectas el arcade y la simulación. No es un juego que busque el realismo extremo, pero tampoco uno donde puedes entrar en una curva cerrada a 180 km/h. Es ese juego que se atreve a intentar apelar a dos públicos antagónicos y sale indemne de ello.
En buena parte se debe a que te permite configurar con bastante libertad la experiencia, aumentando o reduciendo varios parámetros de dificultad, sistemas de asistencia y automatismos. Además te anima a mejorar como conductor y te premia por ello, usando porcentajes extra de puntuación como incentivo al desactivar determinadas ayudas. Lo único en lo que se queda a medias es en el sistema de colisiones, el cual afecta únicamente al estado visual del vehículo al dejar fuera de la ecuación las implicaciones que tendrían los daños en la conducción.
Forza Horizon también hereda de Motorsport la variedad en opciones de personalización, pese a que en esta ocasión son un poco menos exhaustivas y técnicas. Si tus conocimientos de mecánica son limitados puedes optar por las mejoras automáticas (donde la máquina hace todo el trabajo sucio por ti), pero de lo contrario el juego pone a tu disposición un garaje en el que ajustar un montón de detalles del motor para aumentar su potencia y rendimiento a través de menús muy intuitivos. Todo esto, además, no se limita simplemente a lo que hay debajo del capó: con un poquito de maña puedes crear diseños espectaculares para la carrocería, jugando con la pintura y los vinilos, y si quedas satisfecho con el resultado tienes la posibilidad de compartirlos con la comunidad y ganarte unos créditos en el proceso.
Una comunidad que ya era importante para Turn 10, pero que Horizon pretende hacer todavía más participativa. Aunque no llega al nivel de complejidad del absorbente AutoLog de Electronic Arts y se han perdido por el camino funciones de FM4 como las subastas de coches, el nuevo Forza sustenta la experiencia colectiva en unos Clubes donde puedes compartir coches con tus amigos y seguir su progreso. Muy en la línea del tan de moda "juego asíncrono", Horizon incluso te reta al finalizar cada evento a superar los tiempos de un rival, preferiblemente de tu club o de tu lista de amigos, para ganar un poco de dinero extra.
Quizás por eso sorprende un poco que la faceta multijugador sea en el fondo bastante conservadora, desaprovechando la oportunidad de hacer algo un poco más rompedor. Junto con los tipos de carrera más tradicionales - circuito, punto a punto o callejera - tienes modos más originales, como el de Gato y Ratón, Rey o Infectado, pero Playground no acaba de integrar el modo individual y el online en una única entidad como sí hacía Test Drive Unlimited. En cierto modo es poco criticable, porque el multijugador de Forza Horizon es sólido como una roca, pero algo más de valentía en este aspecto hubiese supuesto la guinda del pastel.
De todas formas es complicado pedirle más a un producto que hace tanto y tan bien: es variado, extenso, accesible, profundo y entretenido. Tiene pequeñas aristas que se podían pulir un pelín más, como cualquier otro juego, pero se nota que Playground es un estudio formado por gente que sabe del género, que ha trabajado en títulos como DiRT, Project Gotham Racing, Blur, Split/Second o GRID y que ha conservado el mantra de los creadores de Forza Motorsport: el amor por el automovilismo.
De Turn 10 también aprovecha Playground el motor gráfico, con todo lo bueno que eso conlleva. Hay, sin embargo, algunos compromisos implícitos con el paso al mundo abierto, siendo el más destacable que la tasa de refresco se reduce a la mitad (30FPS) con respecto al anterior Forza. Esto puede inducir a cierta decepción, pero cuando lo ves en movimiento se disipa cualquier duda: no se pierde ni un ápice de sensación de velocidad, no hay caídas en el frame-rate, el detalle - tanto de los escenarios como de los coches - es fabuloso e incluso se implementan algunos efectos nuevos muy espectaculares, como el bellísimo ciclo de noche y día. Lo único que no convence es el simplista modelo de daños en la carrocería, aunque huele más a problema de licencias con los fabricantes que a dejadez por parte de los desarrolladores.
Seria un error caer en la tentación de catalogar Horizon como un simple spin-off de Forza Motorsport, porque en realidad es un excelente juego de carreras con una identidad e ideas propias verdaderamente fascinantes. Pero lo que más sorprende es que logre de forma clara y transparente algo a priori tan lógico - pero casi inalcanzable - como es ofrecer una propuesta capaz de atraer a públicos tan diferentes como los fans de los arcades de velocidad y los entusiastas de la simulación. Playground Games, que para más inri es un estudio con apenas tres años de vida, lo ha conseguido a la primera (Microsoft, toma nota: ponlos ya mismo a hacer un nuevo Project Gotham) y se estrena por todo lo alto con un Forza Horizon que se pone a la cabeza en la carrera por el premio a mejor juego de conducción de 2012.