God of War III
Saca la bestia que llevas dentro.
En relación a ese concepto de la acción guionizada la cámara de God of War, y en especial la de esta tercera entrega, es toda una declaración de intenciones. El jugador no puede girarla a su gusto para embelesarse con las maravillosas vistas del Olimpo donde transcurre el juego, aquí estamos para desgarrar, reventar y aniquilar, y 'TOMA-TOMA-y-TOMA!', y en todo momento la cámara se ocupa de mostrarnos la mejor perspectiva para ello. Esto no quita que la susodicha sea también participe en esa labor de mostrarnos el espectáculo desde el punto de vista más impactante. El escenario no es para nada estático, todo se mueve, hay explosiones y destrucción por todas partes , hay ocasiones incluso en que hasta el propio escenario está vivo. Asimismo no podemos decir que los encuadres de cámara y la forma como se sigue la acción sea convencional, pues en algunos momentos del juego se adquiere una perspectiva que nos mete de lleno dentro de la acción y con un resultado estético muy curioso.
Dentro de esta gran bacanal de sangre scriptada hay momentos en que Sony Santa Monica nos sorprende con pequeñas novedades dentro de la saga, por ejemplo la posibilidad de montar bestias gigantes (como cíclopes o minotauros) para acabar con los enemigos, o usar a los enemigos de nuestro tamaño como arietes para golpear al resto. No son muchas novedades más ni tampoco me voy a preocupar por destriparlas, que para eso ya están las instrucciones del juego. Sobre el combate en sí nos encontramos con el mismo estilo hack-and-slash de siempre, sin cambios, hasta las combinaciones de botones son prácticamente las mismas. Aporrear botones y saber un par de combinaciones efectivas es la clave del juego. En este sentido no es un título muy exigente dentro del género, destaca sobre todo por su accesibilidad. Sin ir más lejos para rematar a los enemigos seguimos recurriendo al simplón sistema de Quick Time Events, que garantiza un espectáculo que bien vale la sensillez de su ejecución.
Hasta para un novato resultará fácil llevar a cabo las coreografías de exterminio típicas de Kratos como si de un profesional se tratara y esto es algo realmente meritorio. A todo esto, para los más exigentes hay dos niveles de dificultad por encima de un nivel 'Normal /Dios' que ya de por si tiene una curva bien ajustada y con una dificultad ni mucho ni poco hecha, al punto. Siendo muy quisquilloso uno se podría quejar del sistema de doble-salto que exige que pulsemos dos veces el botón de saltar de forma poco natural, y que irónicamente nos causará más muertes que una estampida de monstruos mitológicos. Asimismo, también hay una pequeña crítica a las armas y el sistema de potenciación del arsernal. Efectivamente hay varias armas, pero muchas de ellas son prácticamente idénticas y gastar almas para otorgarles más poder y obtener nuevos combos cuando son casi iguales cobra poco sentido. Hubiera estado muy bien que se hubieran incluido más armas además de las espadas-cadena, el arco, los guanteletes de Heracles y el espadón.
A nivel de timing el juego mantiene un ritmo trepidante a lo largo de todo el desarrollo. Es cierto que hay momento más relajados, pero también se agradecen ya que suelen venir acompañados de ligeros cambios de la mecánica; además, de las doce horas que dura el juego más de ¾ son repartir leña a base de bien. Si todo el rato fuera acción pura de machaqueo de botones yo ahora mismo no estaría en escribiendo esto sino que me encontraría con mis musculosos brazos escayolados dictándole el artículo a uno de mis colegas. Parte de estos momentos de desconexión coinciden precisamente con algunos de esos mini-juegos ya tradicionales en la saga y que se encargan de recordarnos el sinsentido del argumento y su supuesto tono épico. Son pocos pero actúan como guiños de humor y como espacios para que el jugador respire, además de como cierto homenaje de la saga, y es que en algunos momentos resultan desternillantes de absurdos que son y nos recuerdan que más allá del “realismo” gráfico estamos ante un juego.