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Avance de Gran Turismo 7

Pasión contagiosa.

Kazunori Yamauchi es un tío muy peculiar. Su ademán es tranquilo, sus formas son siempre impecablemente correctas incluso para lo que se estila entre japoneses y su actitud a medio camino entre el sosiego y el entusiasmo es la de un tipo que jamás ha querido el protagonismo, porque sus protagonistas son otros. Es su juego, sin duda, y verlo sentado en mitad de una nave vacía respondiendo preguntas de la prensa a través de una frugal videoconferencia da un poquito de rabia, porque se nota que le hubiera gustado estrechar manos, compartir impresiones y sobre todo ver jugar a la gente. Se le nota orgulloso, como digo, pero también preocupado, porque la verdadera niña de sus ojos siempre han sido los coches. Los coches como experiencia, como cultura, como una pasión que cree que se está perdiendo y que considera su misión defender. Yamauchi no es una estrella del rock, sino simplemente un tipo que ama lo que hace, y quizá por eso transmite esa confianza: aunque su trabajo sea diseñar juegos de coches, es de los pocos desarrolladores que no parecen intentar venderte una moto.

Gran Turismo 7 es, como lo han sido todos los que llegaron antes que él, ante todo una carta de amor a lo que su creador considera el ingenio mecánico más fascinante que ha ideado la humanidad, y por amor a veces se hacen locuras. Si comienzo hablando de ellas es porque es precisamente esa atención al detalle y esas ganas de ir más allá, de caminar una milla extra, las que convierten a Gran Turismo en un producto especial, aunque viniendo de otra persona sería muy fácil confundirlas con bravuconadas. Es lo que sucede, por ejemplo, al escuchar a Yamauchi hablar durante varios minutos del ciclo del agua, interrumpiendo su presentación a puerta cerrada para explicarle a los presentes cómo se forman las nubes, cómo el calor atrapado en la atmósfera hace que la humedad del océano gane altitud, cómo funcionan la corrientes de aire. A dónde quería llegar lo comprobamos instantes después, cuando presenta una simulación que comprende todos estos factores amén de la localización geográfica, la temperatura y la hora del día para que los cielos del mediodía en Japón no sean los mismos que los atardeceres californianos.

Donde otros hubieran optado por unas texturas de nubes al buen tuntún, Gran Turismo 7 presenta un sistema complejo que existe solo porque también lo hace en la realidad, porque capturas las sensaciones de conducir un Lamborghini en Suzuka implica capturar el coche, el circuito y la realidad. Pero no es simplemente una cuestión estética: minutos más tarde vemos un timelapse del mismo circuito empapándose con la lluvia y secándose al sol, y observamos como el asfalto caliente también entra en juego en la simulación, despejando antes las zonas más expuestas e interactuando con el futuro agarre de los neumáticos. Del mismo modo, más tarde, descubrimos que el cielo estrellado no es una licencia artística, sino que las noches de Gran Turismo 7 están gobernadas por un modelo astrofísico que comprende estrellas e incluso planetas individuales a partir de bases de datos hechas públicas por la NASA. Apreciarlo, comenta Yamauchi, es casi imposible fuera del modo foto, pero si jugamos con los parámetros de apertura de las ópticas y tenemos suerte es posible apreciar incluso el contorno de la Vía Láctea. Como decía, locuras.

Locuras que quedan fenomenalmente sobre el papel, pero que más allá de demostrar compromiso siguen sabiendo a anécdota. Dudo que nadie recupere el amor por los coches gracias a las coordenadas físicamente correctas de Plutón, y por eso es un alivio que estas curiosidades vinieran acompañadas de medidas reales. La primera, obviamente, pasa por un modelo de conducción que no hemos podido experimentar de primera mano, pero que si promete es por exhibir la misma atención al detalle, y por su manera de hacer convivir sistemas hasta que la humedad del ambiente, la aerodinámica del vehículo o las variaciones de distancia respecto al asfalto que genera la suspensión se convierten en factores que determinan la conducción. La manera más contundente de demostrarlo es una suite de customización y puesta a punto más compleja que nunca, y un cambio de paradigma que promete, de nuevo, simulaciones reales; hasta ahora, comenta Yamauchi, el resultado de estos ajustes y los famosos puntos de rendimiento que el sistema confería a cada configuración se medían mediante una ecuación sencilla entre peso, potencia y agarre, algo que Gran Turismo 7 desecha a favor de un botón que nos permite iniciar una simulación física en segundo plano cada vez que modificamos algún parámetro. La profundidad es tan mareante como parece, y por eso se agradece que se ofrecieran pruebas concretas: por ejemplo, una carrera a pantalla partida en la que un Volkswagen Beetle preparado barría el suelo con la cara de su contrapartida de serie. Ambos eran preciosos, ya que sacamos el tema.

En esto de la estética y de la pornografía automovilística ayudan también los gráficos, tan realistas como avisaban los tráileres y tan propensos a recibir críticas por su sobriedad de parte de los fans de la hipersaturación y los efectos de postprocesado. Gran Turismo 7 no es efectista, es real, y en lo particular agradezco esa iluminación natural y esos colores creíbles que optan por la coherencia con una filosofía antes que por desencajar mandíbulas. Aún así el juego ofrece estampas de auténtico infarto, especialmente durante unas repeticiones que han sido remodeladas para utilizar cámaras que acompañan a la banda sonora de manera procedural; es en este modo, y en otros como la nuevamente apabullante suite fotográfica, donde el motor gráfico se permite lucirse agregando efectos como el ray tracing, porque en un nuevo ejercicio de honestidad y compromiso con sus principios durante las carreras los 60 frames por segundo no son negociables. Aún así, y en virtud de esa misma honestidad, diré que la diferencia es pequeña, y en ocasiones inapreciable. Sin duda el tema traerá cola, pero a la vista de los resultados prescindir del trazado de rayos durante el gameplay era la opción más sensata.

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La segunda propuesta importante viene en la forma de cifras, desde siempre un tema candente en el género: Gran Turismo 7 contará con más de 400 coches de lanzamiento, y en el terreno de los circuitos tendremos más de 100 eventos concentrados en 34 localizaciones diferentes con 97 trazados independientes. Es una cifra más que respetable que en esta ocasión se ha intentado exprimir ofreciendo diferentes pruebas asociadas a cada pista, y que es de esperar que se vaya nutriendo en base a futuras actualizaciones. Además, y por seguir con los numeritos, la banda sonora contará con unos 300 temas a cargo de 75 artistas que se reparten entre los géneros acostumbrados para este tipo de producciones: jazz, hip hop, electro, lounge, clásica... y es un tema relevante este de la música, porque más allá de las mencionadas cámaras procedurales para las repeticiones hay otra novedad con un fuerte componente melómano: el modo Music Rally, una suerte de híbrido entre Gran Turismo y Guitar Hero en el que no hay una línea de meta como tal, sino un contador de bpm gobernado por el tempo del propio tema. La idea es disfrutar de la música y la carretera, y el objetivo llegar al final de la canción antes de quedarnos sin beats, sufriendo en los temas más rápidos y alcanzando diferentes puntos del trazado para refrescar nuestro contador.

Y ya que hablamos del apartado sonoro tiene sentido hacerlo también del audio 3D, uno de los grandes caballos de batalla de la nueva generación de Sony y una tecnología que Polyphony parece haber acogido con entusiasmo. De nuevo la atención al detalle y un realismo casi obsesivo, encarnado ahora en una pequeña demo que situaba focos visibles sobre cada punto de la escena que el motor de audio consideraba un emisor en la mezcla: cada punto de contacto de cada rueda con el asfalto, cada tubo de escape, cada motor de cada vehículo sobre la pista... un mar de conos de intensidad y orientación variable que, unidos con las grabaciones de estudio que se han realizado individualmente para cada coche (una tarea titánica, sobre todo en los tiempos que corren) da como resultado un paisaje sonoro realmente impactante.

Pero el sonido al final no es más que una vibración de una frecuencia determinada, y con esto volvemos a las locuras: para todo lo que queda por debajo de los 100Hz, es decir, para todos los fenómenos físicos relacionados con una carrera que provoquen vibraciones por debajo del umbral más inmediatamente perceptible por el oído humano, Gran Turismo 7 utiliza la respuesta háptica del Dual Sense: el tacto característico del ABS sobre el pedal de freno, el deslizamiento de un neumático bloqueado sobre el asfalto, la vibración de la carrocería... detalles, detalles y más detalles que el equipo ha buscado reproducir utilizando el sentido del tacto y ese rango de frecuencias bajas. Suena prometedor, e incluso me atrevería a decir que necesario: ya va siendo hora de que alguien que no sea Astro Bot le saque verdadero partido a una virguería como el Dual Sense.

Y en cuanto a los modos de juego, tras la selección de vehículos el verdadero pilar de carga de lo que Yamauchi define como un "sandbox de la vida con coches", buenas y mejores noticias. Las primeras se cuentan rápido: vuelve el multijugador más casual, con carreras a pantalla partida, lobbies online y herramientas para compartir creaciones, pero también un modo deportivo aún por determinar que permita ahondar en esa vertiente más oficial y competitiva que inició Gran turismo Sport. Vuelen también las licencias asociadas a pruebas cronometradas o a desafíos como carreras de drift y demás, y vuelve por supuesto un modo campaña de corte clásico en el que comenzar con un vehículo más modesto e ir ampliando poco a poco nuestro garaje. Con todo esto ya contábamos, y por eso la sorpresa es el Gran turismo Café.

Es el centro neurálgico, el corazón de ese simulador de la vida con coches y de la misión de Yamauchi, de su intento de contagiar su pasión a las nuevas generaciones. En lo estructural el Café es exactamente eso, un coqueto local que hace las veces de hub y que organiza sus desafíos en torno a menús, a pequeñas cartas de restaurante que ir degustando prueba a prueba hasta completar sus mas de treinta categorías. En lo sentimental, sin embargo, está el interés: cada una de las cartas es un homenaje, y van acompañadas de pequeñas charlas, de imágenes, de cronologías, y de un tributo a la filosofía de cada coche que en muchas ocasiones implica a sus propios diseñadores hablando de tú a tú con el jugador y llevándole de la mano a través de su historia.

Esa es la apuesta de Yamauchi, y esa es, de entre todas las novedades tecnológicas que pone sobe la mesa una bestia tan compleja como parece ser Gran Turismo 7, la idea que más le hace brillar los ojos: la de hablar de coches, la de conocerlos, la de que alguien le transmita esa cultura a los niños. En lo personal, y de nuevo con la honestidad por bandera, he de decir que es un mundo que siempre me ha generado el más absoluto desinterés. Hasta ahora. Hoy los coches me gustan un poco más que ayer, y el mérito es solo suyo. Prueba superada, amigo Yamauchi. Misión cumplida.

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