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House of the Dead: Overkill

Vivitos y coleando.

“¡Lo que nunca pensaste ver en un VIDEOJUEGO!”, grita la genial portada de película de serie B de House of The Dead: Overkill, la actualización de la clásica saga arcade de disparos de SEGA en su salto a Wii. La ironía yace más profunda, porque la primera cosa que pensarás cuando la veas es “¡Lo que nunca pensaste ver en una PELÍCULA!” Una película en concreto (o dos, si eres tiquismiquis y europeo): Grindhouse, el cóctel trash de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez.

De hecho, ha sido un fragmento de esta película lo que la desarrolladora Headstrong Games ha usado como guía de estilo, la parodia que es el tráiler de Machete, hecho por Robert Rodríguez. El cual, por lo que parece, está siendo convertido en una película real, así que ya no es una parodia. Así es la maraña de redes entretejidas por la auto-referencia, un cruce mediático, una cultura de género post-irónica.

No es solamente la grave voz del narrador de tráilers, o la stripper jugueteando con un mando de Wii en una granulada película de 16 mm en los créditos. Incluso mientras juegas, House of The Dead: Overkill está inundado de los clásicos defectos de ese maltratado celuloide lleno de saltos y arañazos. Los colores se han desangrado, reemplazando el brío de las máquinas arcade por un pálido y desteñido procesado de colores con aires setenteros. Los dos protagonistas, el detective Washington y el incondicional de la serie Agente G, intercambian secas y obscenas bromas en lugar de serias exclamaciones. Todo ello acompañado de un funk de ascensor que se filtra en la banda sonora. Incluso hay una excusa para todo esta presunción retro: esto es una precuela, un flashback del primer caso del Agente G en la tórrida Bayou City, en Lousiana.

Parece que los zombis vuelven a estar de moda.

Nadie en SEGA o en Headstrong (antiguamente Kuju London, un estudio especializado en Gamecube/Wii que hizo los decentes Battalion Wars para Nintendo) pretende algo más que un lavado de cara divertido y a la moda a partir de la tradicional acción de House of The Dead. Podría haber algo más de gore –es un juego típicamente splatterhouse– y el nivel del hospital al que jugamos realmente podría haberse sacado directamente de Planet Terror, pero efectivamente sigues todavía ahí disparando con tu (inalámbrica) pistola a la pantalla y disparando cosas. Muchas cosas. Unas 500 cosas por nivel.

Naturalmente el título se juega perfectamente con un Wii Zapper, aunque SEGA también tiene algún soporte para pistola de third parties para ello, ya que no requiere el uso del Nunchuck, algo que se agradece mucho. Los controles no pueden ser más simples: “B” para disparar, “+” y “–”para elegir entre tus dos armas (nosotros teníamos una ametralladora y una escopeta), y “A” para recargar, si bien es más sencillo, rápido e infinitamente más satisfactorio recargar sacudiendo el mando hacia arriba. Ya sólo queda una cosa, siéntate y disfruta el viaje sobre raíles.

El juego no tiene una estructura tan rígida como la de los anteriores House of the Dead. Así, uno de los añadidos de Overkill es dotar al jugador de cierta libertad para mover la cámara (ésta se puede ajustar ligeramente a izquierda, derecha, arriba o abajo moviendo el cursor al borde de la pantalla, igual que en Metroid Prime 3: Corruption). No obstante, los conflictos entre cursores hacen que esta opción sea prácticamente inútil durante el excelente cooperativo para dos jugadores. Incluso en un jugador, la sensibilidad se resiente y es difícil encontrar la ventaja de cambiar el punto de vista cuando el apuntado se hace tan lento.