Análisis de I Am Your Beast - Una de las propuestas indie más potentes del año
Rage against the machine.
No creo que sorprenda a nadie si afirmo que uno de mis géneros favoritos es el thriller de espionaje. Agentes dobles, tapaderas comprometidas, traiciones y operaciones encubiertas son el caldo de cultivo perfecto para levantar densos y complejos entramados alrededor de temas tan espinosos como la asimetría en el poder, la pérdida de la propia identidad o la coacción apelando a un bien mayor… en el caso de que los autores dominen el género, claro está. Si las premisas y la ejecución flaquean, asistimos a un desfile de personajes de cartón piedra cuyas heroicidades - acompañadas de patrióticas explosiones y justicieros tiroteos - intentan apelar más a nuestros instintos que a la razón. Desde luego, no seré yo el que niegue la potencial fuerza catártica que un tiroteo, una persecución o una explosión - todas ellas ficticias, claro está - pueden tener al dejarse caer por la pantalla, pero ya que aquí nos movemos en el ámbito del videojuego tenemos que aspirar a más: a reivindicar que la diversión no está reñida con la reflexión. O, al menos, no demasiado.
Que es, precisamente, lo que consigue I Am Your Beast.
Desarrollado por Strange Scaffold, I Am Your Beast nos pone en la piel del ex-operativo de la I.O.E. (Iniciativa de Operaciones Encubiertas) Alphonse Harding. Y si digo “ex” es porque Harding está avistando pajarillos, trepando por árboles y, en suma, disfrutando de su retiro y el bosque en el que ha establecido su hogar cuando, sin previo aviso, su antiguo superior, el General Burkin, le reclama para un último trabajo. Sí, ya. Como las cinco veces anteriores. “No pienso hacerlo, Burkin. Retira a tus agentes”. “Harding, si no aceptas por las buenas, tendremos que hacerlo por las malas”.
“De acuerdo. Por las malas”. Y a fé que por las malas será a través de más de veinte niveles - un buen puñado más si nos empleamos a fondo y desbloqueamos los adicionales - repletos de operativos de la I.O.E. con ganas de gresca y gatillo fácil. Por fortuna para nosotros, I Am Your Beast comienza su escalada por la curva de dificultad de una forma suave y acogedora (lo cual contrasta, y mucho, con la brutal introducción al mundo de Harding) gracias a unos primeros niveles contenidos tanto en número de enemigos como en espacio y mecánicas de juego. Y es que, en esencia, nuestro propósito será cumplir nuestro objetivo antes de que se acabe el tiempo que nos indica la parte superior de la pantalla. Nada más. Ni nada menos, claro, porque aunque I Am Your Beast abrirá fuego con sencillos objetivos como eliminar a todos los agentes de la zona o alcanzar la salida del nivel con vida, pronto la cosa escalará hacia terrenos más escarpados, no sólo porque pasaremos a la ofensiva - y, con ello, se incorporarán a la lista otros objetivos como hackear ordenadores o destruir telecomunicaciones enemigas -, sino porque conforme el General Burkin vaya dándose cuenta de que su reclutamiento no va a ser un paseo militar, unidades más especializadas y con mayor blindaje y potencia de fuego se irán uniendo a la refriega.
Aunque será peor para ellos porque, a fin de cuentas y con alguna honrosa y natural excepción, siempre que necesitemos suministros se los arrebataremos a los agentes de la I.O.E. que tengan la desgracia de deambular por los alrededores. En no pocas ocasiones, los niveles comenzarán con un Harding que sólo podrá confiar en sus puños, su entrenamiento y sus impresionantes capacidades físicas - su endiablada velocidad y un parkour excepcional -, pero si jugamos bien nuestras cartas, pronto dará comienzo una brutal y vertiginosa coreografía en la que todos esos factores jugarán a su favor. En I Am Your Beast, combinar una contundente patada para reducir a un enemigo, coger su pistola mientras vuela por los aires y disparar a un barril explosivo en meros instantes cae dentro del ámbito de la más absoluta normalidad. Y la cosa no hará sino subir en intensidad: las siempre bienvenidas escopetas, trampas para osos empleadas en distraídos sujetos y alguna que otra brutalidad más se darán la mano para que cumplamos nuestros objetivos con solvencia y, por qué no, experimentemos y los agentes de la I.O.E. tiemblen con sólo imaginar nuestra capacidad de improvisación. Es lo que hay, que no hubieran aceptado el trabajo.
Todo ello mientras unas soberbias interpretaciones otorgan aún más peso, si cabe, a unos intercambios vía radio que ejercen de interludios entre misiones y hacen avanzar la trama y ponen en contexto la vibrante acción de I Am Your Beast. Ya no es que sus niveles favorezcan la rejugabilidad, ofrezcan múltiples desafíos o recompensen a los jugadores más creativos, sino que, al margen de todo esto, su potente apartado visual y sonoro, sus ineludibles referencias a clásicos instantáneos como John Wick o su esfuerzo por combinar una interesante narrativa con la acción más espectacular lo convierten en un FPS ineludible para todos aquellos que muestren un mínimo interés en el género.