ilomilo
El rompecabezas más adorable.
En una generación plagada de cielos grises, tonos marrones y un cargante exceso de testosterona no es tanto una sorpresa como una revelación encontrar un juego colorista y alegre (al menos en apariencia) que en vez de poner a prueba nuestra habilidad con el pad se limita a retar a nuestro cerebro. ilomilo es exactamente eso, pero afortunadamente también algo más complejo a medida que vamos sumergiéndonos en él.
El planteamiento básico del juego de SouthEnd Interactive es, de hecho, bastante directo: dos pequeños bichos, ilo y milo, se reúnen cada día en el parque para tomar té y galletas y luego volver cada uno a su casa cuando cae la noche. El problema es que el día siguiente ese camino para que ambos se vuelvan a juntar se va complicando. Ahí es donde nosotros entramos en acción, guiando a ambos personajes de forma alternativa (algo que recuerda, y mucho, al clásico Head Over Heels de Ocean) a través de laberintos hasta que se reúnen en un mismo punto, tras recoger objetos, mover bloques y pelearnos con la simple aunque endiablada lógica de la perspectiva.
Las normas esenciales, en realidad, son pocas y se establecen perfectamente desde el comienzo de la aventura, y a medida que se va avanzando se incluyen nuevos (aunque pequeños) conceptos y variantes, explicados por un excéntrico y vanidoso personaje llamado Sebastián (su apellido, imagino, debe ser Bonaparte). SouthEnd es lo bastante honesta como para no engañar al jugador con trampas baratas, simplemente le otorga unas herramientas con un uso muy claro y a partir de ahí va complicando de forma progresiva el diseño de los niveles.
Lo primero que destaca en ilomilo, sin embargo, es lo atractivo de su propuesta audiovisual. La dirección artística, una mezcla intermedia entre los viejos libros de cuentos y el particular estilo de LittleBigPlanet, encaja como un guante dentro de un adorable universo que, probablemente, constituya el apartado gráfico más bonito que hemos podido ver hasta la fecha en un juego de Xbox Live. Habrá, como siempre, quien lo encontrará demasiado infantil, pero para un servidor es imposible no rendirse a sus pies. Algo parecido ocurre con la banda sonora, con algunas melodías bastante memorables y un tono alegre y desenfadado que acompaña perfectamente a la aventura.
Pero debajo de la vistosa estética y el alegre bailoteo de ilo y milo cuando ambos se reunen en el mismo punto del mapa se esconde una adulta capa subyacente. A través de la recolección de fragmentos de fotografías y cartas se narra una historia mucho más dramática, la de Milton e Ilona, en la que se cruzan elementos como el amor adolescente, el inevitable paso del tiempo, la pérdida de la memoria, la muerte y, en última instancia, la esperanza. Es entonces cuando te das cuenta de que los laberintos de ilomilo son, en cierto modo, una surrealista representación de la propia naturaleza de los recuerdos y que aquí ocurre algo parecido a lo que nos encontramos en Braid: puedes disfrutarlo como un simple videojuego sin pretensiones (uno muy divertido, además) pero bajo esa material superficie hay una parte mucho más reflexiva.
Una vez superados todos los niveles que componen la historia todavía queda juego para rato. Hay montones de coleccionables que buscar (desde imágenes a temas musicales), en cada pantalla hay tres bichejos llamados safkas que podemos rescatar (lo cual da acceso a niveles de bonus y un par de entretenidos minijuegos) y, por si fuera poco, se apuesta por una especie de score attack bastante eficiente retando al jugador a reducir el número de movimientos ejecutados para superar un nivel y así escalar puestos dentro de las clasificaciones de la comunidad.
Pero también hay un detalle extremadamente molesto: la falta de estabilidad. El juego tiene la preocupante tendencia a colgar por completo la consola al realizar determinadas acciones. Al principio los cuelgues me provocaron sudor frío pensando que mi Xbox 360 volvía a mostrar los síntomas previos al temible RROD, pero un vistazo rápido a los foros indica que es un problema generalizado y que SouthEnd trabaja ya en un parche para solventar la situación. Hasta entonces, sin embargo, puede ser traumático descubrir el último detalle para superar una pantalla (el proceso puede ser largo, porque hay niveles en los que podemos tranquilamente estar jugando más de un cuarto de hora) y que la consola se quede frita, obligándote a tener que volver a empezar desde el principio.
Dejando de lado ese problema (que debería ser cosa del pasado en los próximos días), ilomilo es un notable juego de puzzles con una preciosa (aunque ligeramente edulcorada) estética y un montón de secretos en su interior. Las plataformas de distribución digital como Xbox Live cada vez atraen más talento, e ilomilo no es sino una muestra más de que en ellas podemos encontrar verdaderas joyas que no tienen cabida en el parcialmente caduco formato físico.