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Hay juego después de los 30

Los videojuegos también son cosa de adultos.

  • Hola, me llamo Roberto y estoy a punto de cumplir 30 años.

  • Hola Roberto

  • Y... aun me gusta jugar a videojuegos

Era muy posible que soltar la última frase de este improvisado diálogo a principios de los 90 conllevara una mirada de desaprobación y desprecio. Como si se nos condenara y no se nos considerara dignos de disfrutar los bienes reservados a un adulto.

Ah... adulto, que palabra más gastada. Cuando éramos pequeños y nos tirábamos horas y horas delante de nuestra Mega Drive, Super Nintendo, Game Boy o Spectrum "matando marcianitos" oíamos siempre a alguno de nuestros progenitores (o tutores legales) decir que ya era hora de comportarse como un adulto y dejar los jueguecitos y el PIM PAM.PUM, mientras nos miraban con vergüenza y agitaban la cabeza en signo de desaprobación.

La esperanza que atesoraban es que el tiempo lo cambiara todo, pero he aquí que la industria del videojuego no quería que dejáramos de morder el suculento dulce que teníamos entre los dientes en forma de videojuego. Así que la industria creció y se hizo más visible, mucho más visible. No podíamos olvidarnos de los videojuegos, era casi imposible. Sólo algunos lo lograron debido a la perenne razón, "es que con el trabajo no tengo tiempo para jugar".

A pesar de todos los obstáculos de la vida, somos muchos los que hemos llegado a los ventimuchos y treintaypocos con una consola en nuestro salón o un PC que esconde una brutal tarjeta gráfica. Pero la lucha no acaba ahí, no señor, la lucha es constante y más en España, donde los cánones de normalidad están vestidos de bailador flamenco que da patadas a un balón de fútbol.

Al igual que existe un desprecio y una mofa por parte de la gente "normal" (esa que disfruta viendo a una momia en TV hablando sobre su último romance / riña matrimonial / operación de clítoris) hacia los frikis, los jugones, que solemos coincidir en gran medida con los anteriores, se nos cuelga la etiqueta de inmaduros con una rapidez pasmosa.

Afortunadamente hoy en día, y gracias de nuevo a la industria del videojuego, no es nada raro encontrar a gente adulta con una videoconsola de última generación en casa. Son esos a los que llamamos "hermanos de batalla", una batalla que en realidad no tiene contiendas sino un largo camino que verá su fin antes de lo que esperamos.

El futuro.

Y ciertamente, recorrer ese camino y mirar hacia atrás tiene su recompensa. Por ejemplo, yo no veo los videojuegos tal como lo hacía con 12 años, aunque realmente busco lo mismo, divertirme. Pero los avances tecnológicos nos han permitido convertir un videojuego en algo más que un simple juego, se han convertido en experiencias, y un jugador "senior" busca experiencias también, la diversión ya la conoce de cuando jugaba siendo un crío, ese crío que decían que nunca sería un adulto.

Ser adulto es ser fiel a uno mismo y actuar en consecuencia a todo lo aprendido hasta ese momento en la vida.

Y, en serio, ¿quién coño quiere ser un adulto? ¿Quién quiere seguir los pasos de la gente "normal" y disfrutar de esos supuestos placeres pasivos que nos ofrecen? Los videojuegos son retos, experiencias que, sí, son ficticias, ¿y qué? Lo que siento al sujetar el mando de mi Xbox 360 o mi PS3 sólo lo puede entender alguien que ha acompañado de la mano a la historia del videojuego que nos tocó vivir. Yo sujeto un mando y a mi lado en el sofá me veo a mi mismo jugando a la Mega Drive, feliz, despreocupado por completo, luchando contra mis propias limitaciones para poder salvar a una princesa, destruir un escuadrón de Locust o encontrar el tesoro de Drake.

Ser adulto no es ser uno más en el rebaño, es ser fiel a uno mismo y actuar en consecuencia a todo lo aprendido hasta ese momento en la vida. Los videojuegos son una parte muy importante en mi vida y no sería nada justo apartarlos y encerrarlos en un trastero por mucho que me digan que son "trastos viejos". Seguiré jugando a videojuegos a mis 30, mis 40, mis 50 y, si la salud lo permite, hasta mi muerte. Así podré descubrir si esa gran consola que siempre quise y nunca llegó está esperándome en el cielo.

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