Kane & Lynch 2: Dog Days

Esto son seguramente detalles. El impacto real se lo guardan para el juego. Me sueltan en el cuarto capítulo y el desarrollador me guía a través de una secuencia con un tiroteo en un restaurante. Es la típica situación con coberturas, pero el efecto es electrizante: la cámara se mueve y bota, la pantalla vibra cuando las cosas se ponen demasiado violentas y todo está teñido por los colores luminosos y difusos de una cámara de mano.

El sonido es quizás la parte más efectiva de todo el diseño. Hay un genial equilibrio entre voces con eco y distorsión, las habitaciones rebotan la acústica de los disparos y hay tremendos y largos momentos de silencio, rotos sólo por la dura respiración y pisadas de los protagonistas.

Con el restaurante hecho jirones, fuera en la calle las cosas están todavía mejor. IO está capturando la esencia de Shangai centrándose más en lo urbano que en los grandes edificios, y hay una sensación bien real de autenticidad, desde los árboles carcomidos por el humo de los coches o tres músicas distintas saliendo de transistores distintos. Las sirenas suenan en la distancia y los efectos visuales de videocámara capturan perfectamente los neones y las luces y sus reflejos.

Dejando de lado las pistolas y las coberturas, es decir difícil comentar algo más sobre el juego con lo que vimos. Con los cinco minutos de la demo del desarrollador podemos decir que parece un shooter en pasillos con una buena mezcla de habitaciones algo más anchas y situaciones prefijadas.

Finalmente, cinco minutos no pueden desvelar si el compromiso de los desarrolladores con la realidad va más allá de lo visual —o incluso si ha sido una buena idea centrarse en eso, en primer lugar. Lo importante es, sin embargo, que Kane & Lynch 2 hace que te sientes y le prestes atención. Luce un millón de veces más vivo que la primera parte, y un millón de veces más tentador gracias a eso. ¿Real? Quién sabe. ¿Distinto? Absolutamente. Y en estos días de perros, no es mala cosa.