Katamari Forever
That's How I Roll.
Porque no dudéis que esta figura paterno-divina se va a conformar con algo menos que la perfección. Que para eso es el encargado de que el Cosmos no se convierta en Caos, sino en un Logos, un Todo ordenado y con sentido en sí mismo. Tras cada pantalla, el Rey valorará tu trabajo, aunque más bien se podría decir que lo despreciará hasta extremos absurdos. Dado la amplitud de los escenarios, es casi imposible recogerlo todo, así que tendremos que ser muy rápidos y precisos para no terminar en un minijuego de castigo. El juego te anima constantemente a superar tus puntuaciones, y un poco de rodaje (nunca mejor dicho) en cada pantalla obrará milagros a la hora de hacer crecer nuestro Katamari.
Una vez más, la familia real estará desperdigada por la Tierra, así que tocará recogerlos de una manera poco ortodoxa: recogiéndolos como si de basura cualquiera se tratara. Cuando los encontremos tendremos la oportunidad de controlarlos. También podemos encontrar en los escenarios regalos con los que complacer a nuestro Rey, que servirán más tarde para decorar a nuestro personaje. Llevar una cabeza de jirafa y un tambor debería ser suficiente para ser considerados gurús de la moda. La alternativa, al menos.
La HD le sienta de maravilla al juego: la paleta de colores gana muchos enteros y el particular estilo Takahashi es más ecléctico y surrealista que nunca, con ese punto a medio camino entre el dibujo de un chaval que está comenzando la primaria (o los míos, sin ir más lejos) y un videoclip de los Beatles en su época “Lucy in the Sky with Diamonds”. Los nuevos filtros visuales, una de las novedades mas cacareadas, palidecen ante la plasticidad del original, si bien son originales y añaden belleza a un juego que cuenta ya de por sí con un diseño de personajes y escenarios soberbios.
Sigue presente la enorme sensación de satisfacción al aumentar de escala (absorber continentes como quien recoge una moneda del suelo es una experiencia que todo el mundo debería vivir), aunque el orden alterado debido, como decíamos antes, a que el juego no está cohesionado, resta un poco de fuerza a esa sensación de progreso: igual con el RoboRey estamos cogiendo planetas y con el Rey luciérnagas. Pero tranquilos, los míticos 30 segundos finales de cada nivel seguirán siendo igual de frenéticos.
Los remixes, en especial de temas del Katamari Damacy, campan a sus anchas por el tributo. Composiciones animadas sin llegar a ser machaconas, impregnadas del espíritu etéreo que les corresponde y que en muchas ocasiones mejora incluso a las piezas originales. La mayoría de pantallas solo nos permitirán escuchar una melodía, que suele ser aquella que empleaba originariamente, pero en ocasiones nos deja una pequeña lista de reproducción a nuestra disposición. Por supuesto, el mítico “nah-nah-nah” sigue dando guerra.
En el apartado de “pijaditas que nadie pedía pero que están bien aunque nadie los echará de menos si desaparecen en la próxima entrega, de haberla”, tenemos de todo un poco, desde clasificaciones online que se actualizan automáticamente hasta los típicos reproductores de vídeo y audio (y fotos cuando encuentres cierto objeto), sin contar los mencionados filtros visuales. Suficiente para contentar a los nuevos, en ningún caso suficiente para enganchar a los veteranos.
Katamari Forever debe ser visto como homenaje a la saga más que como entrega de la misma, de otra forma es imposible apreciarlo completamente. A los fans probablemente todas las mejoras sabrán a poco, pero como toma de contacto para los principiantes no podría haberse elegido una mejor selección de pantallas. Por ser una recopilación de niveles de diferentes juegos sufre una importante carencia de cohesión que mina su mensaje, pero se compensa sobradamente ofreciendo lo que cualquier otro Katamari: entretenimiento surrealista que dura, como el título insinúa, para siempre, rodando hasta que el Sol sea apenas una china en el zapato. No hay mejor forma de guardar un gran recuerdo de la obra de Takahashi.