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Análisis de Kirby: Battle Royale

Lo kirbyento se llevó.

Una insuficiente recopilación de pruebas centradas en el multijugador competitivo que pierde demasiado rápido el factor sorpresa.

Hay algo en Kirby: Battle Royale que recuerda poderosamente a los primeros Mario Party. En este caso la cosa también trata de minijuegos, más o menos, pero lo que intento señalar es algo que va más allá de la propia interacción social intrínseca a un juego en el que debemos competir contra otros en distintos desafíos: con solo unos minutos jugando uno se da cuenta de que el planteamiento y ejecución de Battle Royale bien podría haber servido de plantilla para una de esas copiosas fiestas que se marcan en el Reino Champiñón y a las que, por cierto, nunca tienen a bien invitar a la pobre bola rosa; quitando cuatro toquecitos tontos esto podría llamarse perfectamente Kirby Party, vaya, y aquí no habría pasado nada. También es posible que la que habla ahora mismo sea la nostalgia, porque, ya me disculparéis, servidor lleva años esperando una nueva entrega de Mario Party en condiciones en una consola de sobremesa para poder mantener tensos debates políticos con amigos en un estado moderadamente ebrio, porque las entregas de GameCube estarán muy bien, pero a la que uno lleva más de diez años lanzando daditos y comiendo casillas en Mario Party 4 el desafío y el factor sorpresa empiezan a diluirse un poco.

Lo que quiero decir con todo esto es que me habría gustado no tener esa sensación, porque significaría que Kirby habría vuelto a sus raíces en un plataformas en dos dimensiones en condiciones que celebrara por todo lo alto su veinticinco aniversario (soy más viejo que Kirby, eso también duele, a su manera). Kirby Battle Royale no es ese juego, y aunque a lo largo de las pruebas y los diez modos distintos en las que competimos contra la máquina o con otros jugadores de todo el mundo hay habilidades especiales típicas del personaje, no hay mucho aquí que lo aproveche como debería. Lo de la historia es otro cantar, claro, porque un juego de Kirby sin el Rey Dedede y sin tartas gigantes ni es un juego de Kirby ni es nada: en este caso un flyer perdido acaba aterrizando en la cara de nuestro querido héroe rosa mientras echa la siesta plácidamente, y resulta ser una invitación para participar en un torneo que, obviamente, tiene visos de estar amañado. ¿El premio? Efectivamente, la tarta. Siempre nos han dicho que no aceptemos dulces de nuestros archienemigos, pero con semejante tentación cómo va a seguir durmiendo tranquilo.

Ni corto ni perezoso se embarca, pues, en un torneo con la esperanza de endulzar un poco más su existencia, aunque por el camino perdemos su característica clave: en esta ocasión Kirby no es capaz de absorber a los enemigos y hacerse con sus habilidades, porque precisamente estas se van desbloqueando a medida que avanzamos en el modo historia, que se puede superar fácilmente en tres o cuatro horas debido a la amabilidad y permisividad de la que hacen gala los personajes controlados por la IA. El planteamiento es bastante básico, y el único objetivo es vencer a nuestros enemigos en los distintos minijuegos para reunir monedas, desbloquear habilidades e ir subiendo de liga, además de enfrentarnos a algún que otro jefe final con batallas, eso sí, la mar de entretenidas. Supongo que no hace falta aclarar que para sacarle todo el partido es más que recomendable disputar partidas online (si encontráis contrincantes, que esa es otra), o mejor aún, tener a unos cuantos amigos dispuestos a batirse en duelo en modo local, porque resulta imprescindible para que haya un mínimo desafío, y porque si algo nos recuerda Battle Royale es que vivir solo y pasarte la tarde enfrentándote a Kirbys de colores controlados por la IA como si fueran tus colegas un viernes por la tarde es algo bastante triste.

A pesar de resultar divertido y entretenido si tienes una profusa vida social que te permita reunir a tres amigos con tres 3DS, Kirby Battle Royale es otro juego de Kirby que se queda en el pudo haber sido.

Hay, aun así, momentos dignos de esbozar una sonrisa, como la prueba llamada Teatro Caótico en la que debemos superar un popurrí de pruebas rápidas como resolver una suma y situarnos encima de la respuesta correcta evitando las embestidas enemigas, y que recuerda, siento repetirme, a los mejores momentos de Mario Party; también la de recoger la mayor cantidad de manzanas posibles y llevarlas a nuestro contenedor antes que el equipo contrario, algo que puede volverse bastante caótico cuando estás más por la labor de golpear al otro para que no llegue a su objetivo que de marcarte un punto. El problema, no obstante, es que los minijuegos empiezan a repetirse pronto, y las distintas habilidades disponibles ni son tan diferentes ni se ofrecen alicientes para ir alternando entre unas y otras; lo más probable, a no ser que os pique la curiosidad y queráis ver a Kirby ataviado con distintos atuendos, es que tengáis una favorita desde el principio y sigáis con ella hasta el final.

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Probablemente no aspiraba a ser más, pero a pesar de resultar divertido y entretenido bajo la improbable condición de que te sobren cuarenta euros y tengas una profusa vida social que te permita reunir a tres amigos con tres 3DS, Kirby Battle Royale es otro juego de Kirby que se queda en el pudo haber sido, y que parece más una solución rápida para salir del paso y tener un nombre conocido en el catálogo de lanzamientos de 3DS para final de año que una auténtica celebración del aniversario de la bola rosa más famosa de los videojuegos. Aun así yo soy de los que no pierden la esperanza: quizá tras esta demostración de intenciones la próxima invitación que reciba Kirby sea para tener un hueco en el plantel de Mario Party 11.

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