Avance de Kirby Star Allies
Solo no puedes, con amigos sí.
"Cuando era un niño hablaba como un niño, entendía como un niño, pensaba como un niño, pero ahora soy un hombre y he dejado los juegos de niños". La cita es de la primera epístola a los corintios, concretamente del capítulo 13 versículo 11, pero a estas alturas dudo que nadie se crea que soy un tipo especialmente versado en las sagradas escrituras: yo la escuché en Hackers, la gloriosa comedia de aventuras cibernéticas que nos regaló la United Artists en 1995 y que muchos recordaréis por las sudaderas fosforescentes y por una jovencísima Angelina Jolie que recorría las calles de Nueva York disfrazada de portero del PSV. El improvisado erudito era Cereal Killer, un muchachote algo excéntrico que tras vaciar la nevera del protagonista sorprendía a todos los presentes con una disertación sobre el libre acceso a la información y la necesidad de despertar a la generación Nintendo: todo esto lo decía muy serio, pese a llevar la cabeza llena de trencitas ridículas y haberse plantado allí en patines vestido con unas mallas y una camiseta de los Dead Kennedys hecha girones. Que queréis que os diga, los noventa fueron unos años maravillosos.
Nunca he estado de acuerdo con él. Nunca he entendido la relación entre ambos conceptos, ni por qué la madurez y la toma de responsabilidades tienen que pasar de manera forzosa por quemar los puentes con el pasado. Voy más allá: creo que desvelarse por dejar claro a todos que uno es adulto es un claro síntoma de lo contrario, y que esa madurez impostada no indica otra cosa que adolescencia. Digo todo esto porque Kirby Star Allies es a todas luces un juego de niños, y quien tenga algún tipo de problema con eso debería ir sobre aviso desde el principio.
Y ni siquiera me refiero a su estética. Kirby es monísimo, y todo su mundo está hecho del tipo de material que calienta corazones y le devuelve a uno las ganas de levantarse por las mañanas, pero Star Allies no es un homenaje, ni unas vacaciones, ni un guiño para nostálgicos; es un juego de niños, porque está hecho para que lo jueguen los niños. El papel del adulto aquí es el de un visitante, y aunque puede disfrutarse a rabiar con treinta y siete años y un montón de cartas del banco apiladas en el buzón todo en su planteamiento apunta a los más pequeños. Y lo hace además con un tipo de inocencia que reconforta, y que queda patente desde el primer minuto de juego: aquí nadie ha secuestrado a nadie, ni se plantean cargas de profundidad que un preescolar no podría entender. Kirby va caminando alegremente de buena mañana, y un pequeño arlequín armado con una bomba salta desde un matorral. Se asusta un montón, pero pronto repara en el corazón que aparece sobre su cabeza y se lo arroja entusiasmado al asaltante: su malhumorada mueca desaparece en segundos, ambos se abrazan, y tras chocar la mano en el aire corren juntos hacia el borde de la pantalla, dispuestos a vivir una nueva aventura. "¡Haz nuevos amigos con corazones de amistad!", reza el pequeño tutorial sobreimpresionado. Si esta es la generación Nintendo, creo que estamos a salvo.
No es un mensaje complejo, ni admite dobles lecturas, pero es exactamente el que me gustaría que recibieran mis hijos: arroja físicamente amor al mundo y cosas buenas sucederán. Es el fundamento de una mecánica básica que, en lo jugable, se traduce en un grupo de hasta cuatro compañeros de armas que antes no lo eran pero ahora sí porque es importante quererse. Cada vez que nos crucemos con un maleante una simple pulsación de botón nos permitirá arrojar estos corazones, y tras un pequeño baile y unos saltitos de entusiasmo absolutamente desarmantes el nuevo recluta se incorporará a filas: nunca mejor dicho, porque aunque en el single player el control directo se reduce a Kirby ahora somos algo así como una comitiva, una columna de magos simpaticotes y caballeros con armadura que reparten sablazos o atacan con sus yo-yos por iniciativa propia pero siguen constantemente al líder. No todos los enemigos son candidatos, eso sí, porque para formar parte de la banda callejera más adorable de la historia es necesario poder demostrar alguna habilidad especial: dominar el poder del fuego o del hielo, por ejemplo, aunque si los poderes elementales no son lo tuyo llevar un paraguas también está bien. Este catálogo de trucos bajo la manga funciona exactamente tal como suena, con los nuevos amigos de Kirby repartiendo estopa a diestra y siniestra en una constante ensalada de deflagraciones y pedradas en la cabeza, y en el caso del propio héroe la cosa va mas o menos igual: está feo hacerle esto a los amigos, pero cada vez que nos merendemos a uno obtendremos un poder diferente. Así llegan el Kirby espadachín, el Kirby que lanza boomerangs, y un repositorio de hasta tres poderes alternativos (el grupo nunca puede pasar de cuatro) a los que podremos acceder en cualquier momento siempre que estemos dispuestos a soportar la punzadita de culpabilidad.
Kirby Star Allies es un juego para niños, una colección de enfrentamientos triviales y de mapeados sencillos que siempre esconden una alternativa relativamente evidente y un coleccionable al final.
Podría hablar ahora de una cierta capa de estrategia, pero al menos en lo tocante al combate y a estos primeros niveles no es precisamente una necesidad. Kirby Star Allies es, repito, un juego para niños, una colección de enfrentamientos triviales y de mapeados sencillos que siempre esconden una alternativa relativamente evidente y un coleccionable al final, pero que pueden completarse avanzando hacia la derecha. Si plantean algún problema (muy moderado, insisto) este está siempre en los puzles, en la plataforma inalcanzable, el muro de roca o la cascada que impide alcanzar la mecha que debería detonar esos cartuchos de dinamita. Son situaciones que, como corresponde a lo que el juego pretende contar, implican siempre la colaboración, sea en la forma de cuatro pares de manos tirando al unísono de una palanca o en la de unos poderes combinados que suponen la verdadera salsa de todo el sistema. De nuevo, simplicidad: basta pulsar arriba en el pad para que Kirby invoque la ayuda del compañero más cercano, aunque no todo combina con todo ni los resultados son siempre evidentes: todos podemos imaginar lo que resulta de prender fuego a una espada, pero quizá no que sumar hielo y roca convierta a Kirby en una piedra de curling que arrase con todo lanzada pendiente abajo. Quizá sea lo más emocionante que dicho deporte nos haya ofrecido jamás.
Dejo como ejercicio al lector resolver el asunto de la cascada con los elementos mencionados hasta el momento, aunque como digo dudo que nadie con edad como para elegir su propia ropa en el cole pueda atascarse más de unos pocos minutos. Puede que más adelante la cosa cambie, pero por el momento el principal obstáculo que el juego ofrece para el adulto es la ausencia absoluta de dificultad, algo así como un anti Dark Souls que quizá demuestre algo más de enjundia en el cooperativo: sabemos que hasta tres amigos de carne y hueso podrán unirse a la partida en cualquier momento e incluso que pueden convivir con los manejados por la CPU, pero no hemos podido experimentarlo de primera mano. Será interesante jugar a combinar poderes, seguro, aunque formar un grupo podría implicar tener que reconocer que aún disfrutamos de estas cosas en público. Aún así, no hay de qué preocuparse: por suerte la industria del videojuego tiene lugar para todos, y hay un montón de títulos sobrados de calaveras y salpicaduras de sangre y carentes de la mas mínima personalidad que no podrán en peligro la reputación de nadie en el instituto.