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La estructura del nuevo Mario & Luigi me ha enamorado, pero ojalá el juego me soltase de la mano

Somos dos en un reloj.

He jugado ya un buen par de horas a Mario & Luigi: Conexión Fraternal, el nuevo juego de la saga de RPG de Nintendo. Un juego que nos entró por los ojos en su anuncio original en el Nintendo Direct del pasado junio y que conforma la primera entrega de la saga en, más o menos, una década. Aunque no se ha desvelado quien desarrolla el juego, lo que está claro es que no ha sido AlphaDream, que son quienes crearon la serie originalmente; el estudio cerró en 2020.

La incertidumbre que viene de la mano del cambio de estudio ha quedado, para mí, despejada casi por completo en las primeras horas. El juego es tierno, gracioso y muy fiel al espíritu de la saga mientras perseguimos las aventuras de Mario y Luigi en el Reino de Concordia. Las distintas islas de esta zona solían estar conectadas a un árbol mágico que las proveía de vida, el Conectárbol; pero ha sucedido algo misterioso y todas se han desconectado de golpe, impidiendo a los habitantes moverse de unas a otras y generando algunos contratiempos. A bordo de la Isla Nao, que es una isla pero también es una especie de barco, nos moveremos por todo el archipiélago, descubriendo ubicaciones nuevas y reconectándolas al árbol central. Mientras tanto, Mario y Luigi irán subiendo de nivel y ganando nuevas habilidades y más poder para ejecutar el emblemático combate RPG de la serie. No es muy diferente al que vimos en Super Mario RPG, originalmente, o en la saga Paper Mario, después: enfrentamientos por turnos en los que pulsar los botones adecuados en el momento preciso aumentará nuestro poder de ataque o le dará efectos extra. Lo mismo para los bloqueos, que nos protegerán más o menos del daño en función a la pulsación de nuestro botón.

El sistema de combate es, como siempre, agradable y original; no siento haber profundizado en él lo suficiente todavía, así que el veredicto tendrá que esperar, claro, al análisis final. Pero lo que verdaderamente me ha enamorado de Mario & Luigi: Conexión Fraternal es su original estructura. Como decíamos, el hub central del juego, la Isla Nao, hace las veces de barco en el que nos movemos por el océano. El mar del juego está estructurado en distintas corrientes hacia las que podremos orientar la nave. Cuando lo hagamos, ésta se desplazará en esa dirección… pero no automáticamente. Llegar del punto A al punto B del mapa le costará un tiempo. Y, mientras esperamos, habrá distintas tareas que podremos hacer. Generalmente, estas tareas serán mejorar nuestro equipamiento, completar misiones secundarias o volver a explorar las islas que ya hemos descubierto, y que suelen presentar nuevas zonas a explorar una vez las conectamos a la matriz.

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La gran cantidad de islas en el juego - en las primeras cuatro horas hemos explorado unas siete, más o menos - y, sobre todo, el hecho de que haya que esperar un tiempo antes de dirigirnos al siguiente objetivo de historia le dan al juego una estructura muy interesante que me ha dejado, en sus mejores momentos, con muchas ganas de más. Es una mezcla muy sana entre contenido principal y secundario, que nos da un poco de espacio para probar nuestras nuevas habilidades y disfrutar de su mundo antes de lanzarnos el siguiente gran reto. O al menos, lo es en teoría.

Mi única queja con el arranque de Mario & Luigi: Conexión Fraternal es que las ocasiones en las que el juego nos deja disfrutar de su particular y divertida estructura son muy, muy pocas. A pesar de que es comprensible que Nintendo y su desarrolladora hayan pensado que el concepto de la serie puede ser ajeno a gran parte del público, la cantidad de tutoriales, escenas obligatorias o pequeñas secciones pensadas para enseñarnos a superar todos y cada uno de los desafíos se hace un poco pesada. En casi todas las ocasiones en las que parece que el juego va a dejarnos libres para explorar un ratito, para establecer nuestra propia rutina y prioridades del juego, surge alguna tarea obligatoria que es parte de la historia y que nos quiere enseñar a usar el martillo, o las habilidades tándem, o lo que sea la nueva mecánica que acabamos de obtener. No es que esté mal que haya tutoriales, pero la inmensa mayoría de estos elementos también son, la verdad, bastante autoexplicativos - ¡un martillo se usa para romper cosas! - y el juego en general se beneficiaría de dejarnos encontrar los distintos usos nosotros mismos.

Aun con eso, en líneas generales, los compases iniciales de Mario & Luigi: Conexión Fraternal me han ilusionado y dejado con ganas de seguir jugando; espero que, en la siguiente parte del juego, el título confíe en soltarme de la mano para que encuentre sus bondades yo sola.

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