La Fuga de Deponia
Los héroes no necesitamos tutoriales.
El planeta Deponia es un vertedero. Literalmente. "Basura... Basura... Más Basura... La chispa de la vida... Mmm nop. También basura". Este es el mundo que ve cada mañana el protagonista, Rufus, a través de su ventana. Bueno, de su ventana no; de la ventana de casa de su ex-novia Toni, que es una santa por mantener en su vivienda al torpón y egocéntrico holgazán que manejamos. Rufus, además de ser un patán, tiene delirios de grandeza y sueña con alcanzar el Elíseo, una especie de ciudad flotante paradisíaca alrededor de la cual orbita el planeta basurero. Básicamente, los esfuerzos de Rufus se centran en perpetrar planes descabellados para alcanzar algún transportador que vaya al Elíseo y le permita abandonar de una vez por todas el olvidado estercolero en el que habita y, de paso, el loable objetivo de vivir sin pegar un palo al agua. En uno de esos intentos, que veremos en el prólogo de la historia, una guapa Elísea sufre un "accidente" y cae a Deponia. Nuestro objetivo autoimpuesto (no muy bien visto por el resto de la comunidad Depona) será llevarla de vuelta a casa y, de paso, obtener un billete de ida al Elíseo, lo cual no será fácil...
El argumento del juego, ya se puede ver, mezcla ciencia ficción con un humor alocado y bastante cáustico. Sin embargo, hay que decir que la historia es uno de sus puntos débiles y no dará mucho más de sí; iremos avanzando lentamente sin un objetivo demasiado claro (salvo el de llevar a Goal, la elísea, a su hogar y nosotros con ella), y sólo al final tiene algo de chicha. Teniendo en cuenta que el juego dura entre unas 10-12 horas, el ritmo y la estructura son bastante irregulares. El prólogo es demasiado largo, durante mucha parte de la trama la historia apenas avanza y, al final, que es cuando llegaremos a lo interesante del asunto, nos encontraremos con un cierre abrupto y anticlimático. Esto queda explicado en el momento que uno se entera que "Deponia" fue concebida como una obra gigantesca de más de 40 horas y que Daedalic decidió cortarla para hacer una trilogía.
En cambio, el diseño y personalidad de los personajes es uno de sus puntos fuertes. El protagonista es un tipo vago, egoísta, irónico, y por lo general bastante retard. Todo un antihéroe, a medio camino entre el Roger Wilco de "Space Quest", Guybrush Threepwood de "Monkey Island" y el Homer Simpson de aquella época en la que aún no era idiota del todo. Sin embargo, el resto del plantel de secundarios le van a la zaga, y veremos que realmente hay pocos que se salven de una visita al psiquiatra: chatarreros con dejes de científico loco que se comunican con el horizonte, funcionarios con desdoblamiento de cargos y personalidad, trovadores que cantan guitarra en mano nuestras desventuras entre acto y acto, secretarías sexualmente indecisas... Todo siempre en pos de arrancar una carcajada al jugador.
El control es el típico Point & Click visto en mil aventuras gráficas; no es revolucionario ni lo pretende, aunque se agradece el añadido de poder abrir el inventario simplemente utilizando la rueda del ratón, algo que hace al cabo de un rato de juego preguntarnos cómo podíamos vivir antes sin ello. Nos dedicaremos, pues, a lo habitual en estas lides: pasear el ratón por el escenario buscando objetos con los que interactuar, hablar con los personajes y resolver puzzles y minijuegos. Éstos no serán excesivamente difíciles para los versados en las aventuras, salvo un par de excepciones particularmente pesadas. En esos casos se ha incluido la opción de "saltarnos" el acertijo, un error a mi modo de ver, pero ahí está. Muchas veces hallaremos la solución a los quebraderos de cabeza si nos preguntamos qué disparate haría el descerebrado del protagonista en vez de centrarnos en qué haríamos nosotros, pero al menos, mientras probamos combinaciones veremos que hay un chiste pensado para cada una que intentemos, por rara que parezca, lo cual es de agradecer.
El apartado visual es tremendo, a la altura de lo acostumbrado en esta compañía: Entornos y personajes dibujados a mano con esmero, recreando un universo entre industrial y Steampunk. La dirección artística es de notable alto, con mucha personalidad pero, por desgracia, no vamos a disfrutar de mucha variedad, ya que la acción íntegramente se desarrolla en el desguace que es Deponia y, como dice el protagonista, allí no hay más que basura, basura y más basura. Una basura muy detallada y dibujada con mimo, pero que cae en el riesgo de la monotonía. Al menos, subjetivamente, la ambientación recuerda a "Machinarium", lo cuál no es ni mucho menos malo.
En el apartado sonoro tenemos uno de los grandes puntos fuertes del título: su gran doblaje, cortesía de FX Interactive, que sin duda debería estar nominado como uno de los mejores doblajes realizados nunca para un videojuego. Tanto es así que, en mi opinión, es claramente muy superior a la versión inglesa, y mejora incluso un poco la versión original alemana, que ya es estupenda de por sí. Las voces principales, realizadas por actores profesionales de doblaje que reconoceremos de series populares, rayan a un nivel excelente. Hasta los secundarios de relleno ofrecen una interpretación sobresaliente: las canciones del trovador y su coro, que hacen las veces de narrador e interludio riman, y los chistes traducidos son coherentes con el humor del juego. Francamente, merece la pena esperar un tiempo antes de jugar la secuela, para ver si FX nos trae un trabajo igual de espléndido y poder seguir disfrutando de este universo en las mismas condiciones. Máxime cuando el panorama habitual en los videojuegos es ver a las grandes corporaciones creadoras de superventas poner tan poco esfuerzo en localizar sus juegos a otros idiomas.
La Fuga de Deponia es, ni más ni menos, lo que parece: una aventura gráfica tradicional a más no poder que bebe de los grandes clásicos, especialmente de los de Lucasarts, a los que hace más de un guiño. En este sentido da lo que promete, que ya es mucho. En una época dónde el género busca alejarse de los convencionalismos, con alternativas como "The Walking Dead", la gente de Daedalic sigue apostando por el sistema de aventura de toda la vida, haciendo del humor - ácido, irónico, grosero, a veces fácil - su buque insignia. Su escasa duración, el ritmo irregular, y que la historia arranca prácticamente cuando el juego se acaba, junto con algunos fallos técnicos y bugs, le lastra y hace que no se le pueda considerar imprescindible. Cuando tengamos las tres partes de la ecuación que conforma "Deponia", quedará por ver si se le puede aplicar la etiqueta de "juego de culto" a la que apunta maneras. Sin embargo, el excelente apartado artístico, el carisma de los personajes, y el doblaje, nunca suficientemente alabado, hacen que sea un producto que destaca en un género tan necesitado de alegrías como es el de las aventuras gráficas.