Análisis de Lair of the Clockwork God
Feeling Old: a study.
El estudio británico Size Five Games (anteriormente Zombie Cow Studios) lleva más de una década en la palestra del desarrollo independiente. En julio de 2008, meses antes del lanzamiento de títulos seminales como Braid o World of Goo, Dan Marshall y Ben Ward publicaron una pequeña aventura gráfica pay-what-you-want llamada Ben There, Dan That (protagonizada, como el nombre indica, por sus alter ego) que tendría una secuela al año siguiente: Time Gentlemen, Please! Durante estos años han lanzado media docena de títulos, incluyendo el divertido roguelike de atracos The Swindle, pero el regreso de los personajes que les dieron a conocer se ha ido retrasando. Lejos de convertirse en una simple vuelta a los orígenes repleta de nostalgia, se ha convertido en juego para hablar de lo que ha pasado en el medio en estos años.
Lair of the Clockwork God empieza con Dan y Ben discutiendo en medio de una jungla. Ben no está dispuesto a que el paso del tiempo le cambie y sigue viviendo una aventura gráfica, mientras que Dan piensa que es hora de abandonar un género tan caduco y pasarse a las plataformas, que es lo que se lleva ahora. Tendrán que poner sus diferencias aparte, especialmente cuando diversos apocalipsis se desatan de manera simultánea sobre el planeta y solo ellos dos están en el lugar adecuado para solucionarlo: la guarida de una IA que puede arreglar el embrollo pero primero tendrá que aprender cómo funcionan los sentimientos humanos para empatizar con su situación.
No hace falta haber jugado a las dos entregas anteriores para entrar en este universo donde los puntos de vista aparentemente antagónicos de sus protagonistas se convierten en la práctica en dos juegos distintos: Dan se controla como en un plataformas, de manera similar a los personajes de The Swindle, mientras que Ben tendrá comandos similares a los de una aventura (mirar, hablar, coger, combinar objetos en un inventario) con una interfaz pensada para ser cómoda de jugar con mando.
Esto genera fricciones bastante divertidas entre ambos estilos de juego: Ben se niega en rotundo a ejecutar un simple salto, mientras que Dan solo pulsa interruptores si puede aplastarlos. Los choques entre ambos nos dejan momentos muy divertidos, como Ben tratando de engañar al checkpoint del "más allá de los plataformeros" para ir directamente al final del nivel o Dan descubriendo que quizá un nivel difícil no es lo que realmente quería en la pantalla centrada en el sentimiento "Rabia". También se refleja con inteligencia en unos diálogos cargados de humor inglés, con constantes pullas entre los personajes que nos harán soltar numerosas carcajadas.
Por el camino van dando saltos entre escenarios de distintos géneros, desde una nave espacial infectada hasta una aventura en realidad virtual, aprovechando para hablar de los cambios en medio. Los comentarios no siempre tienen la misma enjundia; el principio me pareció que se pasaba un poco de cínico y tiraba por clichés manidos hablando de títulos recientes como Celeste, aunque en el conjunto de la trama termina teniendo sentido.
Funciona mucho mejor cuando mira hacia dentro: uno de los capítulos, acerca de "sentirse viejo", resulta una mirada especialmente incisiva acerca de cómo el tiempo ha pasado por encima de las aventuras gráficas, en particular el humor escatológico de juegos como los Leisure Suit Larry. Hacia el final se redime de sus tramos menos inspirados porque, a pesar de que a ratos parece que sus personajes solo han venido a criticar, termina mostrando un gran corazón.
La mejor muestra de ese cariño hacia el medio está en los numerosos homenajes jugables, que siempre tratan de tener valor por sí mismos; Lair of the Clockwork God funciona porque emplea bien sus propios recursos, no por los referentes que maneja. Como plataformas es cierto que le cuesta arrancar y claramente va mejorando a medida que Dan gana habilidades, pero como aventura gráfica es siempre notable con destellos de brillantez.
Creo que no funcionaría solo como una de las dos cosas; su valor está en la manera en que dialogan sus personajes y contrastan sus géneros, mostrando un abanico de maneras de contar historias y transmitir sensaciones a través del gameplay. Para alguien que ha seguido la historia de Size Five de cerca, parece un punto y seguido a una década de desarrollo en la que han tocado múltiples palos, una manera de recopilar y resumir lo que han aprendido en este tiempo de la mejor forma que saben: con un toque de comedia.
Lair of the Clockwork God corría el peligro de numerosas parodias y homenajes que solo funcionan yuxtapuestos a sus referencias, pero consigue salir adelante porque quiere ser un buen título por sí mismo y no definirse únicamente por el material del que habla. No siempre lo hace al mismo nivel, quedándose a veces en comentarios algo superficiales, pero en su mejor versión es una comedia descacharrante que nos recuerda por qué disfrutamos tanto de las aventuras gráficas sin perder un cierto toque crítico hacia el pasado.