Las Desventuras de P.B. Winterbottom
Paradojas temporales con sentido del humor.
Las paradojas temporales son un asunto muy serio en el mundo de los videojuegos. Y si no, que se lo digan a Braid, un puzle de plataformas donde el inicio era el fin y éste una amalgama convulsa que narraba los periplos de un científico que tenía que decidir entre su esposa o su amante, representada en forma de... bueno, eso ya lo descubriréis cuando os lo paséis. En cualquier caso, era un asunto realmente serio. Por lo tanto, no deja de ser refrescante ponerse en la piel de un bribonzuelo que se atreve a desafiar las leyes del tiempo y el espacio con el simple propósito de robar pasteles. Cierto, algunos quisquillosos verán en su trama un aviso encubierto sobre los peligros del colesterol, pero ya se sabe que estos pobretones no tienen remedio.
Las desventuras de P.B. Winterbottom se niega rotundamente a tomarse en serio. La historia juega con el apellido rebuscado de su protagonista, llamándole "Wintertonto" cada dos por tres. Los subtítulos, en lugar de dar consejos, amenazan al jugador con ponerse a la venta –interesados ponerse en contacto con The Odd Gentlemen– o le exigen que se apresure. La trama no va más allá de su premisa, y es contada a través de versos de segunda mano, como si su autor se hubiese visto incapaz de hacer rimas inteligentes.
Winterbottom puede grabar una copia de su oronda figura realizando una acción determinada –o una secuencia más compleja– en una redundancia cíclica ininterrumpida y utilizarla para conseguir su dulce recompensa. Como muestra, tres "bottomes": una palanca activa un ascensor momentáneamente, así que el anti-héroe crea un clon que la empuje sin cesar para poder llegar al piso de arriba; una vez allí, invoca otra imagen que no pare de golpear a la nada con su paraguas y se sirve de sus embistes para propulsarse hasta la lejana plataforma donde le aguarda el pastel.
Evidentemente, el número máximo de clones permitidos irá variando a lo largo de las fases para evitar una ayuda egoísta desmesurada. Lo que empieza siendo una simple operación de "entrar y arrasar con todo" acaba por convertirse en una auténtica crisis de identidad: los pasteles deben "recolectarse" ora en un orden determinado ora en una carrera contrarreloj; las sumisas copias mostrarán síntomas de auto-determinación inusitada, tornándose más agresivas hacia su amo; algunas tartas se hallan en una dimensión alternativa a la que sólo pueden acceder las imágenes... La rapidez de cada nivel y la gradual curva de dificultad evitan que los retos no sobrepasen los límites de lo imposible.
La desventura principal se divide en cinco "películas" que explican los intentos involuntarios de Winterbottom por solucionar los desmanes provocados durante la introducción del juego. En total, el título consta de 75 puzles que abarcan unas cinco-seis horas de duración, dependiendo de la pericia de cada jugador. El problema es que la sucesión de niveles es estrictamente lineal en lugar de optar por ofrecer múltiples rompecabezas por si el ladrón se encalla momentáneamente en algún sitio determinado. A modo de divertimento alternativo, el título incluye retos adicionales donde lo importante es conseguir el mayor número de pasteles posibles en el poco tiempo disponible.