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Las falacias del videojuego

Tercera falacia, o cómo se ligaba en los noventa.

Así comencé a cavar la tumba de nuestra relación.

Verán, yo solía quedar con ella los viernes y sábados a eso de las siete u ocho de la tarde. A Encarna lo de matar marcianitos no le llamaba la atención. Prefería emplear el tiempo en ir al cine, tomar algo o, simplemente, pasear. Por tanto, yo solía salir de casa con un par de horas de antelación para, así, pasarme por los recreativos del barrio a echar unas partidas. Realmente era fantástica y nueva la sensación de jugar en una recreativa sabiendo que tras la pantalla de Game Over te aguardaba una chica, pero lo cierto es que cuando cogía el metro para ir a verla en mi bolsillo tan sólo quedaban un par de monedas, por lo que Encarna se veía obligada a invitarme continuamente. Un viernes en el que no habíamos podido quedar, me llamó para decirme que al día siguiente era su cumpleaños y que me invitaba a cenar. Aquel sábado me dirigí, como de costumbre, a los recreativos, pero esta vez acudía con el firme propósito de saludar a la gente, echar sólo un par de partidas y destinar los cuartos a la compra de un fantástico regalo para mi sufrida novia. Ni que decir tiene que el breve saludo se convirtió en varias rondas de litronas y las dos partidas en una hora dándole al Ghosts ´n Goblins. Por supuesto, el dinero que quedaba en mi cartera cuando abandoné el lugar no daba ni para pipas.

Todo parecía indicar que iba a cagarla a base de bien, pero en ese momento se me encendió una bombilla: dado que mis padres parecían muy satisfechos con mi recién estrenada relación, ya que les garantizaba que empleaba mi tiempo en salir con una chica sana y responsable, en lugar de andar por ahí haciendo dios sabe qué, decidí pasarme por casa para pedirle a mi padre que me financiara. No contaba con que él no tenía un pelo de tonto y la conversación que mantuvimos fue tal que así:

- Verás, papá. Hoy Encarna celebra su cumpleaños y me gustaría regalarle algo especial. ¿Podrías adelantarme la paga de la próxima semana?

- Oh, no te preocupes, hijo mío. Eres un buen muchacho y Encarna una chica fantástica. Sin duda sabrá apreciar cualquier detalle que le entregues por modesto que sea.

Para terminar de arreglar las cosas, añadió el siguiente consejo:

-Y recuerda: Sé tú mismo.

No la volví a ver el pelo. Probablemente piensen ustedes que Encarna actuó correctamente. Al fin y al cabo la pobre debía estar hasta el moño de invitar a un pelagatos como yo y el hecho de acudir a su cumpleaños con una triste bolsita de gominolas, eso sí, rojas y con forma de corazón, no fue la mejor manera de encauzar nuestra relación. Pero, qué quieren que les diga, ella me gustaba. ¿No creen que cometió el error de valorar mis sentimientos a partir únicamente de mis atenciones económicas? ¿No es la intención lo que cuenta? ¿Acaso la belleza no está en el interior? ¿No? Bueno, quizás este ejemplo no sea el más apropiado para lo que trato de comentarles, pero procuraré hacerme entender mejor con otro más reciente y menos tortuoso.

Recuerdo que hace ya bastantes meses pagué una cantidad de dinero mayor por ver Transformers: El Lado Oscuro de la Luna en flamantes 3D que por asistir a la reposición de El Padrino en los Cines Verdi de Madrid, cuando la calidad de ésta está, evidentemente, a años luz de la de aquélla. Reconozco que se trata de una comparación un tanto tramposa y fácil para mí. Soy plenamente consciente de que la película de Michael Bay es reciente y el importe de la entrada incluye un suplemento por las tres dimensiones de marras, mientras que el caso de Coppola no deja de ser la reposición de una película de 1972 que han pasado ya cientos de veces por la televisión. Pero este ejemplo pretende demostrar precisamente eso, que en la fijación del precio de un bien intervienen elementos que nada tienen que ver con su calidad o valor artístico, por lo que confundir en estos casos precio con valor probablemente nos lleve conclusiones erróneas.

En el ámbito de los videojuegos se da la paradoja de que esta manera de razonar, ya de por sí poco fiable, se aplica al revés. Así, en cualquier página o foro sobre el tema es perfectamente posible, e incluso frecuente, encontrar comentarios del siguiente tipo: "Un juegazo como ese y, además, a precio reducido es un imprescindible". Es decir, aquí no sólo aparece el error de tomar el precio como un indicativo fiable de la calidad, sino que además, en lo que vendría a ser un malabarismo digno de birlibirloque, se considera que cuanto más barato sea el título mayor será la nota que merece. Es habitual, incluso, que junto con el P.V.P. vayan a parar también al saco de la crítica elementos tan ajenos a ésta como el hecho de que el juego venga doblado o no, o su duración, dando a entender, así, que el idioma o la longitud de una obra afectan en algo a su calidad.

Considero que esta manera de proceder no es más que un tic comercial que pone de manifiesto, en términos generales, cierta falta de madurez por parte de la prensa del sector, que se siente guía de compras o último eslabón de una gigantesca cadena de distribución antes que crítica rigurosa e independiente de la industria. Es legítimo y hasta aconsejable trasladar al lector datos tales como el precio, el idioma o la duración de un juego, ya que con ello se cumple una labor informativa de cara a orientarle en su decisión de compra. No olvidemos que el usuario es quién se deja los cuartos y, en última instancia, el verdadero sostén de la industria Pero resultaría más acertado, bajo mi punto de vista, no incluir estos elementos en el análisis ni, desde luego, tomarlos en consideración a la hora de valorar un título. Soy más partidario de adjuntarlos a la crítica en forma de ficha técnica que incluya, además, otras especificaciones (estudio de desarrollo, fecha de lanzamiento, plataforma, PEGI, etc.). De lo contrario estaremos mezclando churras con merinas. Al fin y al cabo, ¿qué opinión les merecería un crítico de cine que castigara a Toy Story por durar sólo 80 minutos?

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Avatar de J
J: Equipo Game Over: Redactor de Game Over. Su primera partida fue al Space Invaders y lleva escribiendo sobre lo que juega desde hace un par de años. Aunque no le hace ascos a nada, le gusta especialmente el rol. Los juegos musicales, de lucha, deportivos y de conducción le aburren a los dos minutos. Aparte de los videojuegos le apasiona el cine, la literatura y el cómic.
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