Last Window: The Secret of Cape West
La obra póstuma de Cing.
Esta limitación, todo hay que decirlo, sólo aparece si no quedamos engatusados por el planteamiento inicial del juego. Si nos dejamos llevar por la historia (que puede tomarnos con facilidad más allá de las veinte horas en una primera partida), estos problemas se desvanecen y se diluyen en la corriente que la hace avanzar por caminos progresivamente enrevesados. El tono de novela negra, tan deliberadamente buscado que en ocasiones resulta artificial y plagado de clichés y tópicos manidos, viene reforzado por una banda sonora muy smooth jazz y por una puesta en escena deslumbrante y sobria en las distancias cortas. Unas cuidadísimas y muy expresivas figuras en 2D nos permiten tomarnos en serio a los personajes, desigualmente interesantes pero en general bien diseñados, fácilmente diferenciables e inmediatamente recordables. No puede decirse lo mismo de los entornos, generados con un motor 3D que da muestras de un agotamiento total y con unas texturas pobres en todos los sentidos. Aunque la difícil situación del estudio a cargo de The Last Window explique la falta de medios técnicos y de inversión en el título (al fin y al cabo, CING se ha visto abocado a la quiebra y al cierre), el resultado es injustificablemente triste en este departamento.
Last Window: The Secret of Cape West es un buen ejemplo de videojuego acerca del cual es difícil pronunciarse de manera unilateral. El último trabajo del malogrado estudio japonés CING es un compendio de buenas ideas y ciertas estrecheces técnicas y de diseño que deja una sensación ambigua en el jugador. Podrían darse algunos ejemplos de cómo algunas potencialidades del esquema de juego se quedan muy cortas con respecto a lo que podrían haber dado de sí. Valga como muestra un botón: al final de cada capítulo se nos harán unas pocas preguntas acerca de lo sucedido, para valorar cuán atentos hemos estado. Fallar las respuestas no tiene repercusión alguna: simplemente se nos replanteará la cuestión hasta que acertemos la opción correcta entre tres posibles. La sensación de inanidad de este proceso se podría haber mitigado haciendo que, puesto que la historia se construye sobre la comprensión que Hyde tiene de los hechos que la componen, cada fallo nos alejase más y más de la verdad y acortase la partida hasta llevar al jugador a un callejón sin salida y con la recomendación de empezar de nuevo. De la misma manera, los interrogatorios a los personajes deberían dejar espacio para el error, limitando al menos la cantidad de preguntas que se pueden formular, dándonos la posibilidad de demostrar si somos buenos detectives o no.
Claro que decisiones como éstas convertirían a The Last Window: The Secret of Cape West en algo que seguramente no es lo que se pretendía con él. Por su diseño y su planteamiento, Last Window es un juego para todos, un juego sin más pretensiones que la de trasladar al jugador una historia cuya integridad se quiere más importante que su disfrute y dotarla de una interactividad suficiente como para generar un mínimo de inmersión, pero sin darle la oportunidad real al jugador de hacer nada significativo o de apropiarse del ritmo en que ésta se desarrolla. Teniendo en cuenta que este mismo estudio ya había alcanzado esa meta con Hotel Dusk, cabe preguntarse si era realmente necesario revisitar una fórmula tan refractaria a la diversión y al desafío. The Last Window: The Secret of Cape West es un buen entretenimiento para quien quiera relajarse asistiendo a una historia de traiciones, asesinatos, robos y escenas a media luz en la Los Angeles de 1980; una opción seguramente muy interesante para los aficionados a las aventuras pseudoconversacionales, pero poco más.