Análisis de Lieve Oma
Abuelita, dime tú.
Mi transición de primaria a secundaria no fue grácil en lo que a notas se refiere. Pasé de ser un alumno de entre tantos al chico que siempre suspendía y tuve que buscar nuevas formas de organizar tanto mi tiempo como mi método para salir adelante. Mi abuelo se ofreció a que estudiase con él, y el primer día acabó con nosotros conversando sobre cualquier cosa que se nos pasara por la cabeza. Empezamos hablando sobre cerdos y, al terminar, estábamos charlando sobre el espacio y la metafísica. La relación que se tiene con los abuelos es una muy especial; hay un grado de íntima sinceridad que la hace única, como si tus padres fuesen tus mejores amigos y pudieras decir cualquier cosa. Lieve Oma, "querida abuela", gira en torno a esa relación y echa un vistazo al pasado, a esos momentos compartidos, esta vez en un paseo por el campo para recoger setas.
Lieve Oma es de los llamados vignette games, un paréntesis de apenas cuarenta minutos para, más que entrar en una vida, recrear un momento y vivirlo de cerca igual que lo hizo su autor. Es, literalmente, un paseo por el campo mientras hablas con tu abuela. Disfrútalo. Los valores de producción son mínimos y es fácil ver una textura que se mueve de forma extraña o un montón de hojas que parecen más una bóveda de píxeles pintados. La actividad, podría decirse su mecánica central, es recoger las setas brillantes del camino, y hay que dar muchas vueltas y hacer muchos clicks para que tu avatar se digne a agacharse y coger una. Técnicamente es lo que se diría un juego muy pobre. Y eso da absolutamente igual, porque cuando andas por el campo recogiendo setas con tu abuela, eso te da absolutamente igual. Lo que importa es disfrutar del rato que pasas junto a ella y las conversaciones que surgen por el camino.
La honestidad de Florian Veltman, padre de la criatura, es casi adorable. Lieve Oma vive de cada segundo que pasa, de esos momentos en silencio que ambas partes quieren romper tras una conversación incómoda, y dedica su atención a cada pequeña pausa en el camino y cada letra de cada texto. No hay ningún giro inesperado, la abuela no se rompe la pierna en medio del camino o resulta que los padres se están divorciando: es un paseo por la montaña tras un momento de transición. Una conversación sobre aventurarse a lo desconocido, el cambio que lleva una mudanza, hacer una nueva vida, pero aceptando más que ahondando, como si diera por sentado que no se va a sacar mucho de todo esto, pero que es una conversación necesaria. Incluso coger setas pasa a convertirse en una actividad secundaria; está claro que lo que realmente quiere la abuela es pasear con su nieta, y si sacan algo para cocinar después, pues mira tú. Pero es todo una excusa.
Lieve Oma es un videojuego que vive el momento y espera que nosotros nos proyectemos en él para así recordar nuestras historias, lo que para nosotros era un paseo por el campo con nuestros abuelos.
Un momento bonito, eso no lo duda nadie, aunque precisamente esa linealidad, ese no querer más que resucitar el pasado para llevarnos a él, es el mayor problema de Lieve Oma. Recuerda a Cibele, obra personalísima de Nina Freeman, en la que se hablaba sobre una relación que mantuvo en los últimos días de su adolescencia a través de un MMORPG. Nina hablaba sin tapujos sobre su pasado, pero al mismo tiempo no hacía ningún esfuerzo por ponernos en su piel. Tanto ahí como aquí, somos más un observador que resulta estar en control de los hechos que alguien que realmente entre en la escena, adopte un papel y entienda la situación más de cerca. Al menos en Cibele se podía conocer a su autora más de cerca gracias a los documentos en el escritorio, pero Lieve Oma no revela nada especial sobre la relación entre la protagonista y su abuela. No se aprende nada sobre la abuela. No se aprende nada sobre sus circunstancias, por qué les gusta salir a pasear, quiénes son. Es un videojuego que vive el momento y espera que nosotros nos proyectemos en él para así recordar nuestras historias, lo que para nosotros era un paseo por el campo con nuestros abuelos.
Mi abuelo ya no está aquí. Cuando le perdí hace unos años, me enfrenté por primera vez a la ausencia de alguien a quien realmente quería. Pero esta información no ayuda a nadie, ni a mí ni a ti, lector. Es una anécdota. Lo que no es anecdótico es que no fui capaz de llorar cuando me lo dijeron, y no sentí su ausencia de verdad hasta que fui a visitar a mi abuela y su casa estaba en absoluto silencio. Luego me fui dando cuenta de todo lo que jamás le podría decir. Nunca le llegué a enseñar mis dibujos ni mis textos. Pero Lieve Oma me recuerda a aquella vez que fui a hacerme un análisis de sangre con él. Estaba aterrado y me resistí, pero mi abuelo me dio una bofetada y entonces me estuve quieto. Me hicieron el análisis. Ya está. Es una historia cualquiera, un momento de mi vida que supone algo únicamente para mí. Quizá tú estés recordando esa ocasión tan especial que viviste con tu abuelo o abuela. Ese es el propósito de este juego. Mirar atrás. Recoger setas por el camino. Luego iremos a casa a cocinar. Otro día en el pasado. Otro recuerdo entre tantos. Tierno. Intrascendente.