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Avance de Little Battlers eXperience

Sin trampa ni cartón.

Van Yamano es un chico normal. Como todos los chavales de su edad, acude todos los días al instituto, y cuando las tareas escolares le dejan algo de tiempo intenta echar una mano con las tareas de la casa. Vive solo con su madre, desde que su padre, un eminente científico, sufriera un terrible accidente siendo él aun muy pequeño. Por las tardes se reúne con sus dos mejores amigos y pasan las horas muertas en la tienda de modelismo local, donde consume con avidez manuales y revistas en busca de información sobre su juego favorito. Y siempre que se le presenta la ocasión, libra batallas épicas a los mandos de un robot de combate miniaturizado, protegido por un tipo de cartón de alta tecnología especialmente diseñado para evitar que una bala perdida acabe de manera trágica con la hora del recreo.

Dicho así, podría parecer que algo hemos exagerado al hablar de normalidad. A fin de cuentas, si algo nos ha enseñado una infancia edificada sobre toneladas de anime y bocadillos de Nocilla es que en Japón los combates entre mechas en mitad de la vía pública son una cosa de lo más cotidiana, aunque los pilotos suelen esperar a la adolescencia y generalmente obedecen a motivos mas trascendentes que echar el rato esperando al profesor de ciencias naturales. Lo realmente curioso del asunto es que en el mundo que plantea Little Battlers eXperience nada de esto desentona lo más mínimo. Van realmente es un chico normal, porque todos los chicos libran batallas robotizadas en la parada del autobús, y la sociedad en su conjunto parece girar en torno a los LBX, una suerte de cruce entre Evangelion y Micro Machine que son controlados a través del teléfono móvil y de los que, como el lector se podrá imaginar, hay cientos de modelos y variantes diferentes esperando a ser coleccionadas compulsivamente por el protagonista, por sus amigos, y como no podía ser de otra manera, por el jugador.

A estas alturas del partido los referentes comienzan a aflorar con facilidad, y salvando los cientos de miles de franquicias basadas en ingenios mecánicos midiéndose el lomo que en absoluto intentaremos enumerar aquí, resulta evidente la intención de Level-5 de seguir al pie de la letra la senda marcada por productos como Pokemon o sin ir mas lejos el propio Inazuma Eleven, obra del mismo estudio y con el que Little Battlers eXperience comparte incluso un crossover de animación. A modo de anécdota, resulta muy ilustrativo recordar aquí una frase que encontrábamos pronunciada sin ningún tipo de rubor por uno de los NPC de Puzzle & Dragons Z, uno de los más recientes casos de éxito en seguir la misma receta, mientras nos llenaba la cabeza con datos sobre evoluciones y hibridación de criaturas: "Lo que estás aprendiendo aquí es mucho más importante que lo que te enseñan en el colegio". Puede que se trate de un ejemplo un tanto extremo, pero dibuja una instantánea bastante certera de estos universos poblados por niños que sueñan, viven y respiran por sus criaturas: tanto los diálogos como el argumento en su totalidad esconden a una en absoluto maquillada intención de difuminar las líneas entre el jugador y su obsesivo protagonista, con el fin único de espolear a los tiernos infantes en su carrera por hacerse con más muñecos que su compañero de pupitre.

Todo este aparato auto propagandístico tiene su parte positiva, y es un desarrollo argumental de una candidez que enamora. Como en el caso de Inazuma Eleven, en el que nos las veíamos contra equipos de futbol interestelares que secuestraban al primer ministro, el argumento de Little Battlers eXperience es una sartenada de situaciones imposibles articuladas en torno a nuestras pequeñas máquinas de destrucción. En cierto modo, a todos nos gustaría vivir en un mundo en el que las oscuras corporaciones enviaran a secuaces con maquillaje facial a resolver sus asuntos turbios mediante combates entre maquetas estrictamente reglamentados, y cuesta contener la sonrisa cuando tras una partida especialmente trepidante pedimos disculpas por desordenar el salón sin que mamá parezca reparar en los agujeros de bala. La historia, al menos en sus primeros compases, no parece ir mucho más allá de una versión amable y tontorrona de Xenogears, con su prototipo último modelo que nos cae en las manos sin comerlo ni beberlo y sus fuerzas del mal moviendo ficha rápidamente para robarnos la merienda, pero está contada con gracia, y acompañada de un envoltorio de jRPG de primer nivel que no escatima con las cinemáticas y sabe introducir una buena cantidad de secundarios de cierto carisma con regularidad.

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Una vez sobre el terreno, la cosa se pone interesante. Por fortuna, la serie (en Japón ya va por la tercera entrega) parece querer esquivar aquí la tendencia de este tipo de juegos a presentar sistemas de combate estáticos y más basados en el número desnudo y en servir de comparsa al farmeo de estadísticas, y apuesta por un desarrollo absolutamente orientado a la acción que tiene a títulos clásicos de la escabechina robótica de la escuela de Gundam o Virtual On como referentes más inmediatos. Hasta un máximo de seis contendientes, tanto en su vertiente offline como mediante interconexión, podrán poner en juego sus máquinas en unos escenarios completamente tridimensionales de una extensión considerable, que unidos al clásico arsenal de ataques físicos, armas a distancia, dashes y movimientos especiales dan lugar a unos enfrentamientos que tienen mucho de estratégicos y que aguantan el interés por sí solos.

En las batallas más multitudinarias, la capacidad de alternar en caliente entre dos sets de armamento imprime al combate de una capa de posicionamiento de una importancia capital, pudiendo castigar al enemigo desde una distancia segura para posteriormente cargar y rematar la faena de una manera más personal, o desviarnos para arrimar el hombro en alguna de las refriegas paralelas que libren nuestros compañeros. En las distancias cortas, esa negociación del espacio se convierte en el pilar básico de la experiencia, y el juego de esquivas, cargas, defensa, y en definitiva la búsqueda del error que deje a nuestro contrincante con la guardia baja acerca el sistema de combate a una especie de Souls en miniatura, un Bloodborne de playmovil que si bien no encierra la profundidad y la excelencia de los títulos de From Software cumple más que de sobra para trascender el mero machacabotones y ofrecer unos combates que superan su acostumbrada condición de trámite y realmente apetece jugar.

Y es una suerte que esto suceda, porque en Little Battlers eXperience vamos a combatir. Constantemente. Como decíamos en un comienzo, en la pequeña ciudad de Pacifica a nadie parece importarle demasiado nada que no tenga que ver con desplegar un cuadrilátero de cartón en mitad de la calle y liarse a tiros con sus carísimas maquetas, y además de los obligados enfrentamientos que vertebran la historia principal, retar a los transeúntes a combates amistosos a cualquier hora y en cualquier situación será la mejor manera de ir sumando niveles e incluso de obtener nuevas piezas para nuestros robots. Partiendo de una base dada, podremos combinar las cabezas, torsos y extremidades de diferentes modelos hasta conseguir auténticos mister potatos cibernéticos en la búsqueda de la build ideal, y de un motivo más para obsesionarnos con el juego hasta que nuestros amigos dejen de contestar nuestras llamadas.

Porque en definitiva, y dejando de lado ambientaciones tan dispares como los monstruos de bolsillo, los dragones o los equipos de futbol de alevines, si algo tienen en común toda esta escuela de juegos es hablar de la obsesión. De ella hablan sus protagonistas, que se levantan y se acuestan todos los días pensando en ser el mejor entrenador del mundo o en ganar el campeonato nacional. Y de ella hablamos nosotros, visitando wikis sobre armaduras en el trabajo y librando entre cervezas acalorados debates sobre si montar el torso de un Kunoichi en una figura orientada al cuerpo a cuerpo es no saber de lo que uno está hablando. Es una propuesta que no tiene nada de novedoso, pero también es una que funciona, y sobre todo, que no engaña a nadie. Queda por demostrar, eso sí, si una vez con el juego completo en las manos la fórmula seguirá resultando igual de efectiva y Level-5 habrá conseguido aterrizar con éxito el truco que les vuelva a hacer ganadores. Por el momento, nada parece indicar lo contrario. Que esto sea o no una buena noticia ya queda en manos de cada uno.

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