Los mejores juegos de 2022 que no has jugado: Ghost Song
Ghost in this shell?
Llega un momento en el que todos los aficionados al videojuego asumimos que cuando una fórmula tiene éxito está condenada a ser secuelizada - este término me lo he inventado con una vileza digna de estudio - hasta que la enésima entrega de la saga coja polvo en los almacenes y estanterías correspondientes. Huelga decir, claro, que esta práctica indigna, interesa y causa indiferencia a partes iguales, pero de aquel impacto original también puede surgir una corriente homenajeadora - o imitadora, dependiendo del resultado - que aporte una interesante visión sobre el género en cuestión.
De Dark Souls se ha escrito mucho y hablado todavía más. Pero si algo prolifera en exceso son los imitadores que basan su propuesta en un único eje compuesto de una extenuante mezcla del rigor del combate, la contundencia del porrazo y el eterno retorno a ese jefe de patrones de ataque indescifrables - y, casi con toda seguridad - injustos y mal calibrados. Sin embargo, más allá de las luchas a brazo partido y las gestas épicas, el clásico de From Software contiene retazos de un discurso que se acerca a la soledad y la melancolía y que afloran mientras exploramos sus imponentes emplazamientos.
Qué mejor manera, entonces, de profundizar sobre esa faceta que fusionar en sus propios términos el soulslike - una colección de mecánicas que ya definen un género - con el más puro metroidvania, el que tiene como referente directo a Super Metroid.
Y es que Ghost Song, título independiente desarrollado por el estudio Old Moon, da por buena la existencia de un paralelismo entre la llegada de Samus a Zebes y la aparición de cualquiera de nuestras encarnaciones en Lordran. Así, entiende que hay pocas sensaciones más hostiles que la de dar nuestros primeros pasos en un mundo que nos es desconocido y como tal se nos presenta el mundo del Deadsuit, un traje que despierta en la luna de Lorian sin saber ni cómo ni por qué.
El preciosista apartado estético de Ghost Song esconde tantos horrores como la misma Lorian y es fácil dejarse llevar por una apagada paleta que evoca tanta melancolía como su música hasta que, sin previo aviso, un terror abismal y alienígena o un horror cósmico dibujado en segundo plano nos recordará que, salvo las honrosas excepciones que no nos saltarán al cuello nada más vernos, todo lo que nos encontremos tendrá como propósito mandarnos al más allá. Claro que, en el fondo, Ghost Song posee un sustrato narrativo que trata sobre eso, sobre cuál es la motivación que espolea las acciones de los personajes.
Más allá de explorar su vasto mapeado en clave de metroidvania, de recoger la moneda de cambio de turno para subir de nivel o de incorporar módulos a nuestro traje - una clara, aunque pelín mejorable, llamada a Hollow Knight -, todos los personajes de esta apesadumbrada historia reflexionan sobre cuál es el fin que guía sus vidas, cómo lo buscan o en qué medida articulan su existencia en torno a él. Todo ello mientras el ardiente plasma de nuestro blaster despacha a docenas de enemigos, las batallas a brazo partido con correosos bosses se presentan sin pompa ni boato o experimentamos esa maravillosa sensación que nos recorre cuando volvemos a progresar tras habernos perdido en un mapeado lleno de recovecos, túneles y peligros. Aunque quizá, solo quizá, ese sea nuestro propósito como jugador: escalar en poder y habilidades - un elemento clave en cualquier metroidvania que se precie - para hacer propio un mundo que nos recibe de forma fría y beligerante.