Los mejores juegos de este año que no has jugado (IV): Lorelei and the Laser Eyes
Tercer ojo.
He intentado escribir un artículo sobre Lorelei and the Laser Eyes al menos cinco veces durante el último año; al final, ha sido en el tiempo de descuento cuando he tenido que ponerme firme frente a la página en blanco, simplemente por no querer, no poder permitir que este título pase desapercibido en los meses posteriores a su lanzamiento.
No es precisamente que me falten cosas que decir: este es uno de esos casos en el que cinco mil palabras son mucho más fáciles que quinientas. Supongo que la manera más fácil de captar la atención sobre el juego es decir que es el último trabajo de Simogo, los desarrolladores que nos trajeron el brillante, dulce y triste Sayonara Wild Hearts. Con Lorelei and the Laser Eyes, Simogo no pierde la capacidad de crear los títulos más molones y evocadores del mercado, pero por lo demás cambia de tercio en prácticamente todo. Del color llamativo de Sayonara, al blanco y negro; de la aventura de magical girls, al noir; del arcade a los puzles, y de una protagonista que nos abre su corazón a la propia Lorelei, que apenas si nos dirige la palabra en todo el transcurso del título. No pasa nada: construir la historia forma parte del rompecabezas.
Pero no es el único rompecabezas. De alguna manera, podríamos decir que todo el juego son puzles, incluso las cosas que a priori parecen no serlo. Puzles con números, para ser más concretos. No os alarmeis con esto: los desafíos que nos plantea el juego giran alrededor de operaciones matemáticas muy sencillas (sumas y restas, casi siempre) y para resolverlos necesitaremos mucho más ingenio que calculadora. Lo que sí que suele venir bien es una libreta. Preparaos para parecer las personas más desquiciadas del mundo anotando números, fechas, direcciones y títulos de películas en vuestro bloc físico o digital: Lorelei and the Laser Eyes me ha regalado, entre muchas cosas, un par de páginas en mi libreta que me hacen parecer una asesina en serie o alguien intentando resolver un complejo teorema.
Los puzles, eso sí, no tendrían mucho sentido en el vacío. Lo peculiar del juego es la atmósfera que nos guía entre y hasta ellos, la historia que vamos descubriendo conforme las piezas encajan en su sitio. En general: el envoltorio. Uno que, de hecho, tiene su inspiración en un género totalmente distinto: el survival horror. Cámaras fijas, ángulos extraños, sonidos inexplicables, mensajes crípticos y el color blanco y negro omnipresente con sólo puntuales destellos de rojo. Nos inquieta casi siempre, aunque apenas sabemos por qué; nos pone los pelos de punta lo justo como para andar con precaución cuando entramos en cada nueva zona, siempre alerta, aunque el juego nunca nos haya dado - ni nos vaya a dar - un jumpscare.
Su estética es feroz, sus imágenes son evocadoras y sus personajes, excéntricos pero con el punto exacto de humanidad como para que empaticemos con ellos. Su filosofía de diseño es brillante y algunas de sus ideas - como cierto puzle relacionado, precisamente, con el diseño de videojuegos - parecen operar en un nivel absolutamente sobrehumano. No quisiera desgranar en exceso el juego en el aspecto temático, porque creo genuinamente que descubrir sus temas y sus historias es parte de la gracia. Su trama sobre la creatividad, la relación con la propia obra, la percepción propia - y ajena - y la incapacidad de aceptar el pasado tiene un matiz un poco fantástico, un poco extraño dentro de un universo así de peculiar, pero es fácilmente extrapolable a cualquiera de nosotros y, en general, al mundo.
En ciertos juegos de este estilo, la línea argumental suele ser una excusa para los puzles que iremos encontrando poco a poco en su mundo; este no es el caso en absoluto. La historia de Lorelei and the Laser Eyes es la columna vertebral de la experiencia y es absolutamente imprescindible en su impacto. Tanto es así que el rompecabezas final es muy, muy difícil de resolver si no habéis ido prestando atención a lo que se os ha contado durante el camino. Con todo esto, podría parecer un juego muy complejo, o sólo apto para los más inteligentes o los más perseverantes. Creo que precisamente la magia está en que Lorelei and the Laser Eyes es todo lo contrario. Te atrapa poco a poco, te va enseñando su idioma, y a lo que te quieres dar cuenta estás total y absolutamente dentro de la propuesta, pensando como el juego piensa. Es una obsesión lenta pero segura, que va anidando mientras no estás mirando y, sobre todo, que se mantiene. Jugué el juego en su lanzamiento en mayo y sigo pensando en él constantemente, prácticamente todos los días.