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Los mejores juegos de este año que no has jugado (IX) - Pizza Tower

Más raro que una pizza con piña.

A la hora de hacer un juego hay pocas ideas mejores que hacer el título que querrías estar jugando pero que nadie está haciendo. Así estarás siguiendo la premisa de la gran mayoría de consejos creativos que merece la pena escuchar, y starás creando algo sobre lo que sabes, trabajando en algo que te apasiona y que te va a obligar a tener que ser crítico con las cosas particulares que te apasionan, pero que no necesariamente tienen sitio en el conjunto. Es por ello que, si no tienes encorbatados respirándote en la nuca, es un buen consejo a seguir. Si hay una clase de juego que sabes que nadie está haciendo y que preferirías estar jugando a estar haciendo juegos, ese es exactamente el juego que deberías estar haciendo.

No sabemos si es eso lo que tenían en mente Tour De Pizza mientras diseñaban su juego, pero todo apunta en esa dirección; Pizza Tower es un juego que no sólo bebe de Wario Land, sino que se baña tan plácidamente en sus aguas que parece difícil de creer que su intención, desde un principio, no fuera hacer un sucesor espiritual de la franquicia.

Peppino Spaghetti, como Wario, puede sufrir daño de los enemigos y perder parte de las recompensas que ha conseguido a lo largo del nivel, pero no morir. Como Wario, está inmerso en inmensos niveles donde la exploración es una parte clave, incluso si son parte de un juego de plataformas. Y como Wario, puede embestir a sus enemigos para derrotarlos. La diferencia es que Peppino Spaghetti tiene de su lado el poder de la ansiedad ante el peligro de perder su negocio y su forma de vida, ya que la Torre de Pizza amenaza con llevar a la quiebra su negocio, lo que le permite arrollar sin parar, permitiéndonos pasar los niveles sin parar de correr y encadenar toda clase de saltos y ataques.

Porque si algo es evidente es que Peppino Spaghetti está al borde del infarto a prácticamente cada instante en que estamos jugando. Tiene tics nerviosos, mira a un lado y otro, no para de moverse. Cuando no hacemos nada durante uno o dos segundos, empieza a mover las manos, como increpándonos. Peppino es una obra de arte en términos de diseño porque nos comunica exactamente lo que tenemos que hacer: no parar de correr, no estar nunca quietos. No porque el juego nos obligue, sino porque parece que nuestro personaje morirá de ansiedad si se nos ocurre hacerlo.

A eso ayuda lo exquisito del diseño artístico del juego. Feísta, y macarra por momentos, bebe muchísimo de las series de Adult Swim de los dos miles, pero también de los dibujos animados clásicos. Esto le da un aspecto hilarante, por lo desquiciado de sus personajes, y se refuerza con unas animaciones extremadamente delicadas, donde cada detalle está medido para generar esa sensación de frenetismo, de que parar nunca es una opción.

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Eso hace que la premisa de cada fase sea muy sencilla. Entramos al nivel, conseguimos o no los diferentes coleccionables ocultos, llegamos al final y derribamos uno de los pilares de la Torre. Entonces tenemos un tiempo límite para huir, antes de que todo el nivel se derrumbe, creando así un contraste entre una primera parte, más metódica y clásica de los Wario Land, y una segunda parte donde sólo importa una cosa: llegar lo más rápido posible a la salida.

Eso hace que la dificultad del juego sea inclemente. Para acabar Pizza Tower hay que dominar Pizza Tower, algo particularmente aparente en los bosses, que no sólo no perdonan nuestros fallos, sino que introducen algo que no está presente en el resto del juego: las vidas. Si a eso sumamos que cada mundo es temático, y en ocasiones mecánicas enteras se usan en un nivel o un boss y ya no vuelven a aparecer o lo hacen en muy contadas ocasiones, se hace evidente por qué el juego es tan exigente: quiere que dominemos sus bases para poder estar lanzándonos nuevos retos a casi cada instante. Algo que se autorregula, al menos en cierta medida, por parte del jugador; pasarse los niveles sin intentar conseguir puntuaciones altas es mucho más fácil y accesible que buscar completarlo todo, incluso si no excluye la necesidad de un aprendizaje metódico y unos buenos reflejos.

Pizza Tower es un juego muy particular, que exige mucho del jugador, pero que devuelve muchísimo más a cambio. No sólo es un excelente sucesor espiritual de Wario Land, sino que, en muchos sentidos, es también una evolución lógica de la fórmula. Una demostración de que, cuando amas algo y ya nadie lo está haciendo, el mejor juego que puedes hacer es ese que querrías estar jugando.

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