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Los mejores juegos de este año que no has jugado (VII): Xenotilt

Cyber-Balls Of Steel.

En algunas ocasiones, es relativamente sencillo escribir sobre videojuegos. En otras, un pelín menos. Cuando uno se asoma a un género, si me permitís, “con solera” - ya sabéis: los cochecicos, las plataformas o un buen FPS -, no cuesta encontrar un buen referente que nos sirva de punto de apoyo para ir armando un texto en condiciones. Al menos desde el punto de vista del que escribe, claro está. Por otra parte, si el objeto de nuestro análisis es un título que pertenece a un género algo más oscuro, la cosa se complica. No obstante, y a tenor de lo que vamos a tratar en este texto, la pregunta que cabe hacerse es si los videojuegos de pinball son un nicho al que no le llega ni un atisbo de luz solar. Y la respuesta no es tan sencilla como podría parecer en un principio: si atendemos a los lanzamientos de, pongamos, el último lustro, no cabe duda de que las mesas llenas de rebotadores, multibolas y flippers no gozan de mucha popularidad. Ahora bien, sería erróneo, a todas luces, calificar de oscuro a un género que, por ejemplo, ha tenido como protagonistas a las primeras espadas de Nintendo. Lo que sí podemos afirmar, a ciencia cierta, es que hay creadores que luchan por avivar las llamas de un género que se resiste a languidecer abandonado en una esquina.

Y es que, tal y como ya se afirmaba en la contraportada de Demon´s Tilt - precuela de este Xenotilt y obra en solitario, también, de WINZWAR -, el “Pinball Never Dies”.

Y así seguirá siendo mientras sigan apareciendo propuestas con semejante contundencia. Si ya en su momento Demon´s Tilt supuso un aldabonazo mayúsculo gracias a su meticulosa propuesta, esta oficiosa secuela pone de manifiesto que el talento de WINZWAR (nombre artístico de Adam Ferrando) no es flor de un solo día. Basta echarle un rápido vistazo a la mesa que será escenario de nuestras pinbalosas aventuras para que nos demos cuenta de que la puesta en escena es, simple y llanamente, espectacular. A diferencia de las mesas tradicionales que uno se podía encontrar en cualquier arcade - y que, casi con toda probabilidad, sólo sobreviven en lugares de mala muerte -, en Xenotilt tendremos una zona de juego separada en tres sectores que bien podrían ser cada uno de ellos una mesa por separado. Como es lógico, a lo largo de todos ellos veremos espolvoreados los clásicos elementos del género: rebotadores, flippers, rampas y, claro está, los endemoniados huecos por los que nunca querremos que se cuele la bola. Menos clásico será el giro cyberpunk de su imponente pixel art, los enemigos que pulularán por el escenario o la posibilidad de eliminarlos a tiros.

Sí, a tiros. Bueno, también habrá veces que con rayos láser. Pero el caso es que Xenotilt no lleva la etiqueta de “Hostile Pinball Action” en vano. Así, dinámicas tradicionales del pinball - acumular multiplicadores para incrementar nuestra puntuación, golpear con saña a la bola y seguir las indicaciones de la mesa - se dan la mano con un despliegue de recursos imposibles de replicar fuera del videojuego. Cómo describir, si no, a esas fusiones que hace Xenotilt y de las que uno de sus máximos exponentes es la reinterpretación de esa añeja técnica de acomodar la bola con nuestros flippers. Una táctica empleada habitualmente para templar la vertiginosidad de la partida y que sigue siendo más que válida aquí, pero que, además, se une a la activación de unas torretas que aniquilarán a todo aquél enemigo que entorpezca el trayecto de nuestra bola. Todo ello mientras intentamos coser a bolazos a unos jefes repletos de mecánicas propias - los cuales ocuparán una buena parcela de cada sector - y que, de conformidad con el diseño del resto del título, explotarán dejando tras de sí un gigantesco reguero de efectos, puntos y colorines.

Y aunque podría ahondar mucho más sobre ello - las brutales animaciones, los rayos láser y explosiones que, a ratos, nos persiguen o la colosal Jefa Final que corona la mesa -, todo viene a desembocar en lo mismo: Xenotilt es una rara avis, una tenaz propuesta arcade que reivindica con su brillante puesta en escena y su potente jugabilidad un género que aún puede dar mucho de sí. Y tanto da que seas un encallecido veterano de los salones recreativos como que nunca hayas echado una bola de acero a correr: en cuanto le des una oportunidad a Xenotilt siempre estarás deseando echar una partida más.

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