Análisis de Luftrausers
¡La batalla ha terminado! ¡Espero que la batalla esté a punto de empezar!
"Este juego salva la partida automáticamente, así que no te preocupes si tienes que apagar la consola."
Algo parecido a esta frase es lo que muestra la pantalla al iniciar Luftrausers, justo antes de hacer despegar nuestro caza por primera vez y empezar a repartir dosis de munición ilimitada y destrucción a partes iguales. No sé si hace falta explicar algo más para demostrar lo asombrosamente simple de este frenético arcade que nos trae la desarrolladora indie Vlambeer.
Con unos gráficos que parecen sacados de 1990, y deliberadamente limitados a tonos beige, sepia, y marrón, y una banda sonora que recuerda a esas melodías sacadas de una tarjeta AdLib, nuestro aeroplano sale despedido como si hubieran situado la catapulta de un portaaviones dentro del tubo de lanzamiento de misiles de un submarino. A partir de este momento, nos encontramos la mecánica del clásico Asteroids, pero con gravedad añadida, dándole un control que sólo puede calificarse de realista si lo nuestro es el sarcasmo. Los oponentes contra los que nos enfrentamos en Luftrausers son la continua lluvia de disparos por parte de los cazas rivales, a los que pronto se unen muchos más tipos de enemigos, incluyendo barcos de guerra, ya que la acción se desarrolla siempre en el mar.
El campo de batalla está limitado a la altitud entre la superficie del agua y una densa capa de nubes superiores. Estos límites sirven de refugio temporal cuando los penetramos, siempre que no nos importe recibir algo de daño. Eventualmente, nuestro aparato acaba arreglándose si somos capaces de evitar recibir daño adicional y dejar de disparar, de forma que el tamaño del círculo que rodea nuestro avión se engrandezca. Pero esperar sobrevivir no es algo que se tenga que tener en consideración, porque la potencia de fuego a la que nos vemos sometidos acaba siendo brutal, y aprender a esquivarla e incluso predecirla formará parte de mucho de nuestro tiempo de juego.
"Luftrausers puede resultar especialmente difícil muchas veces, pero conseguir maniobras realmente destructivas es muy gratificante. Solo por eso, ya merece la pena."
Además de intentar vencer la gravedad y evitar los proyectiles enemigos, otro objetivo que nos marca el juego es encontrar maneras eficientes y/o seguras de terminar con los rivales. Encadenar derribos en pocos segundos recompensa con un multiplicador que aumenta los puntos al hacer caer más objetivos, y conseguir así la puntuación más alta posible en partidas que raramente pasan de los cinco minutos. Puede resultar especialmente difícil muchas veces, y por eso conseguir maniobras realmente destructivas es altamente gratificante.
Sólo por esto, Luftrausers ya merece la atención de ser un juego a tener en cuenta, pero apenas llegamos a lo mejor del título. A medida que vamos subiendo la puntuación -es lo más parecido que tiene el juego a "subir de nivel"- accedemos a nuevas piezas para que podamos llevar a cabo el diseño de nuestra fiel máquina de guerra. Cambiando las armas, el casco y el propulsor, tenemos un total de 125 combinaciones distintas (5 partes de cada) con el que personalizar nuestro modo de juego. Cada una de estas 125 combinaciones tiene un nombre característico que la define, con sus virtudes y defectos que se complementan de formas insospechadas al combinarlos, ofreciendo 125 aviones distintos con su personalidad y forma de jugar óptima.
Por ejemplo, el modelo llamado "sinker" ("hundidor"), como su propio nombre indica, es ideal para acercarse a nivel del mar como un torpedo contra los cruceros, ya que equipa el propulsor que permite sumergirse sin recibir daño, el casco que anula el daño por impacto, y el cañón que dispara una única ráfaga destructiva. Sin embargo, cambiando el casco y el arma, podemos crear "gunfish" ("pez pistola", aunque podría referirse al fusil de pesca submarina), que equipa el disparador de cinco proyectiles en arco delantero y asegura que nuestra despedida se llevará adelante todo lo que haya en pantalla tras una detonación de furia atómica.
Esta personalización tiene además el aliciente de completar objetivos específicos que se nos plantean, precisamente, por cada pieza instalada, como derrotar un número de enemigos de un tipo, hacerlo mientras nuestro jet está en llamas, o dentro del mismo combo. Sin embargo, también existe la opción de elegir piezas de forma aleatoria para mayor diversión o si no nos encontramos inspirados, con sus propios objetivos como cualquier otra pieza.
Como las partidas con Luftrausers son generalmente cortas y carece de mucha inmersión o profundidad, hay quien pueda cansarse rápidamente de él. No obstante, tiene una jugabilidad sólida y puntos muy interesantes que pueden darle mucha vida si sabemos apreciar las distintas opciones que ofrece. Es un juego ideal para echar una partida en el tren si lo llevamos en una Vita o para desahogarnos tras un examen o un duro día de trabajo.