Majin and the Forsaken Kingdom
Amigos para siempre.
Por alguna razón que desconozco los enemigos son un poco... como decirlo... cortitos, y no acabo de entender cómo han podido conquistar un reino entero. Veréis, los esbirros tan solo nos atacaran si nos ven de frente, o de si por casualidad se giran y nos ven. Y es que ya podemos estar un nivel por encima de ellos tirándoles piedras, barriles explosivos o bombas que no reaccionan mientras acabamos con ellos, pero es que ni siquiera se pondrán en estado de alerta, siguen tranquilos mientras los aniquilamos.
Por suerte los jefes de cada zona están algo más trabajados y los combates son entretenidos, hay que descubrir la mecánica y acabar con ellos. La verdad es que una vez descubierta dicha mecánica de ataque no es excesivamente difícil acabar con ellos, y alguno que otro es un poco triste, tanto por diseño como por lo fácil que es derrotarlo.
¿Y que más hay que hacer por el mundo? Pues no mucho más, podemos encontrar algún coleccionable o ropa para nuestro héroe, pero por desgracia nos hayamos ante una mecánica de juego muy lenta que en algunos momentos llega a aburrir bastante y la diversión de las primeras horas de juego se diluye poco a poco.
Una de las cosas que más llama la atención del titulo es su diseño artístico, que a priori parece muy bueno. Encontramos bellos parajes desolados por la guerra y el paso del tiempo, pero es una lástima darse cuenta de que peca mucho de la repetición. Se abusa mucho de utilizar cierto tipo de estructuras y sobre todo de texturas planas una y otra vez. Pero existe algo que hace empeorar esta visión y es el apartado gráfico.
Gráficamente el Majin está muy bien recreado, pero es quizás junto a algún efecto lo único destacable, pues el resto del título parece más bien de una generación anterior. Texturas muy pobres, efectos de desenfoque mal utilizados, modelos y animaciones muy robóticos y cuadriculados. Como comento en el párrafo anterior, es especial el caso de las texturas, ya que afecta directamente al apartado artístico y consigue que algo a priori bello sea a posteriori no muy agraciado para la vista.
De todas formas encontramos alguna sorpresa agradable, tenemos transición entre el día y la noche y pese a que no afecte mucho sobre la aventura si que es visualmente muy vistosa. El mapa se divide en cinco zonas bien diferenciadas y cada una representa un paisaje distinto. Variamos desde un verde primaveral, hasta una zona nevada, que dicho sea de paso tiene uno de los peores efectos de nieve que se han visto en un juego.
Hay algo más que vuelve a la anterior generación y que al contrario del apartado gráfico ha sido una grata sorpresa. Y es que el control del juego nos devuelve a un tiempo en el que no existían los saltos prefijados o las acciones automáticas y obtenemos el control absoluto sobre lo que sucede en pantalla. Ni tan siquiera en los jefes finales encontramos rastros de QTE, que en una generación como esta es realmente un gran regalo.
A nivel sonoro no hay muchas quejas, sin ser una banda sonora excelente, raya a un buen nivel, melodías suaves y alegres para los momentos intermedios y algo más acelerada y con fuerza para las batallas. El doblaje en castellano tampoco es la panacea, pero cumple sobradamente, en especial con el Majin y podremos reconocer varias voces del mundo del doblaje castellanohablante.
En definitiva, Majin and the Forsaken Kingdom es una aventura con un personaje que quedará grabado en nuestra memoria, un ser de un gran corazón, valentía y que derrocha amor por los cuatro costados. Amor que, en ocasiones, parece haberle faltado al equipo de desarrollo, y es que por culpa de fallos a nivel visual y cierta falta de ritmo en las 10 horas que dura la travesía no ha acabado de ser un título tan redondo como pudiera. Ahora bien, tampoco hemos de olvidar algunos los puntos positivos, como su gran mapeado, la cooperación entre los dos personajes y, sobre todo, esos momentos memorables capaces de inclinar la balanza hacia lo positivo. Momentos que de tan entrañables hasta han conseguido arrancar alguna lagrimita a este jugón tan grandote, y esto, amigos, no lo consigue cualquiera.