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Análisis de Mario+Rabbids Kingdom Battle

La guerra de los mundos.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Lo que sobre el papel parecía un alocado crossover se destapa como un encantador juego de estrategia por turnos con un delicioso diseño.

Su atractivo es innegable, pero los crossovers son una peligrosa arma de doble filo; hay una coherencia interna -al menos sobre el papel- cuando mezclas Aliens y Predators, a Robocop con Terminators o a Freddy Krueger con Jason Voorhees, pero también ideas de bombero como la de juntar a Archie con el Castigador o, en algo que solo puede ser fruto de un viaje chungo de LSD, a Spider-man con Ren y Stimpy. Bien para el fandom más demencial, pero a menudo los resultados dejan bastante que desear, con lo cual entiendo que gran parte del público arquease una ceja (para más tarde pasar a la mofa y los chascarrillos) cuando Ubisoft y Nintendo anunciaron en el pasado E3 un crossover entre el universo Super Mario y los Rabbids con un juego que, además, apuesta por un género que no entraba en ninguna de las apuestas lógicas. Spoiler: nos equivocábamos y el resultado es una de las sorpresas más agradables de 2017.

La base de Kingdom Battle, como ya sabéis, recicla los pilares fundamentales de uno de los juegos de estrategia por turnos más influyentes de todos los tiempos, XCOM. De la obra de Julian Gollop toma conceptos como el movimiento en una cuadrícula táctica, los diferentes tipos de coberturas, los porcentajes de acierto en los disparos o el campo de visión, por ejemplo, simplificándolos en cierta medida para hacerlos más accesibles. Sin embargo, ya desde el comienzo de la aventura empieza a introducir ingredientes de cosecha propia, como el salto combinado entre dos personajes para ampliar el radio de acción o una mecánica de movimiento -imprescindible a lo largo del juego- que permite realizar un golpe cuerpo a cuerpo a los enemigos deslizándote por el suelo y volver a la cobertura para realizar un disparo u otra acción, maximizando la efectividad del turno. También aprendemos a usar la altura para tornar el combate en nuestro favor, o la aleatoriedad de enemigos como los Chomp Cadenas o los Boos, que atacan indiscriminadamente tanto a los héroes como a los enemigos si nos cruzamos en su camino.

Mario+Rabbids Kingdom Battle ha sido desarrollado por Ubi, pero se nota que sus equipos de París y Milán se han empapado de algunas filosofías de diseño y de parte del know-how de Nintendo.

Y eso es solo el principio: tras unos primeros niveles en los que de forma natural y progresiva se van introduciendo las diferentes mecánicas y opciones estratégicas, los diseñadores van añadiendo con delicadeza nuevos elementos, tipos de enemigos y variaciones jugables aprovechando las características únicas de los cuatro mundos invadidos por los Rabbids que rodean el castillo de Peach. También se van desbloqueando nuevos personajes con habilidades únicas y diferentes enfoques a la acción (Luigi va muy bien para disparar en largas distancias, mientras que Peach funciona mejor en las cortas gracias a su escopeta), un árbol de habilidades para cada uno de ellos, y se pueden comprar nuevas pistolas, algunas con daño elemental, usando las monedas que Mario y compañía recogen por los escenarios.

Aunque los combates por turnos son la chicha del juego, Kingdom Battle tiene mucho más que ofrecer. Entre ellos nos podemos mover libremente por el mundo, guiando al grupo de tres personajes en la piel de un robotito con forma de aspirador Roomba, momentos más calmados en los que el juego propone puzles o laberintos, así como backtracking para descubrir nuevas zonas, extras, coleccionables y retos que dan una vuelta de tuerca a las bases jugables para exigirnos una mayor comprensión de todos los elementos que componen la fórmula. Sorprende, de hecho, lo imaginativos que se muestran los diseñadores a la hora de aportar un poco de variedad, así como lo bien que aprovechan los combates contra los jefes finales, inspirados y mucho más atractivos que el mero trámite que suponen en muchos juegos similares.

Eso es importante, porque saca a relucir una sensación que tuve de forma casi constante durante las muchas horas que pasé jugando a esta encantadora aventura: la omnipresencia del espíritu de Nintendo. Mario+Rabbids Kingdom Battle ha sido desarrollado por Ubi, pero se nota que sus equipos de París y Milán se han empapado de algunas filosofías de diseño y de parte del know-how de la gran N; mantienen algunas señas de identidad de los productos del gigante francés, como el característico humor tipo slapstick de los Rabbids y *ahem* el pase de temporada para añadir contenido extra, pero también aprecias ese mimo por los pequeños detalles, la extrema solidez del conjunto y el cuidado en una preciosista y espectacular estética (visualmente es uno de esos juegos que demuestran que el teórico handicap técnico de Switch no es tal si se compensa con un buen diseño gráfico) que, a su manera, respeta los principios del universo de Mario al tiempo que posee personalidad propia.

Mario+Rabbids Kingdom Battle es una mezcla sobre el papel imposible, pero que contra todo pronóstico acaba funcionando a la perfección para producir algo fresco y novedoso.

Con una estructura que imita los niveles de los Super Mario Bros. (1-1, 1-2, etc.) y dos encuentros por fase, Kingdom Battle es un juego que se adapta como un guante a la filosofía de consola híbrida de Switch: puedes jugarlo en pequeñas rachas en tus desplazamientos de casa al trabajo o bien en sesiones más largas cuando la conectas con el dock al televisor. El buen diseño de sus mecánicas y sus combates permiten incluso que en medio de un combate pongas la consola en reposo y retomes la partida sin sentirte perdido, y la guinda del pastel es un modo cooperativo con niveles independientes que puedes jugar con un amigo separando los dos Joy-Cons. Esto tiene incluso sus pequeñas variaciones intrínsecas, porque cada jugador controla un equipo de dos personajes y añadir un cuarto suma nuevas posibilidades no vistas a lo largo de la campaña individual.

El de Kingdom Battle es el triunfo de lo inesperado, como aquella vez que me sugirieron echarle una bola de helado de vainilla a un vaso de Coca-Cola. Una mezcla sobre el papel imposible, como la de combinar a Mario con los Rabbids en un juego de estrategia táctica por turnos, pero que contra todo pronóstico acaba funcionando a la perfección para producir algo fresco, novedoso y con carisma. Y es, también, una propuesta distinta que le viene de perlas al catálogo de Switch, uno que poquito a poquito va demostrando que Nintendo va por el buen camino y que han aprendido de los errores cometidos con Wii U.

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