Análisis de Mario y Sonic en los Juegos Olímpicos Rio 2016
Descalificado.
Los niños no son tontos. Los niños son inocentes, pequeños constructos de ingenuidad, sorpresa y amor; caprichosos, de vez en cuando, por aquello de que la cultura del esfuerzo y la productividad, afortunadamente, todavía les es ajena, pero no son tontos. No aceptan cualquier cosa, y su sensibilidad y capacidad para impregnarse de todo aquello que les rodea, para absorber y hacer suyos hasta los estímulos más pequeños, es tal, que conservan la habilidad de ver más allá. A los niños se les puede engañar fácilmente una, dos, tres veces, porque todavía viven en ese estado de ilusión del que les despoja la sociedad, porque todavía creen en la magia y en la bondad intrínseca de las personas. Porque están un poco aquí y un poco allí. Pero no son tontos.
Mientras jugaba a Mario y Sonic en los Juegos Olímpicos Rio 2016 en Wii U para su pertinente análisis, vino a verme a casa uno de mis primos pequeños, que ronda los diez años. "Perfecto", pensé, "¿cómo verá él un juego que claramente está enfocado a niños de su edad?" Porque antes de que alguien se me lance al cuello, está claro que este Mario y Sonic, como todos los demás, está enfocado al público infantil: es básico y directo, afable y accesible y además tiene cierto toque educacional. De modo que le pedí que echara una partida, que trasteara y probara los distintos deportes y me diera su opinión. "Es muy fácil," espetó tras su primera partida a vóley. "Siempre son los mismos botones y casi no me puedo mover". "¿Y por qué Mario y Sonic no están juntos en más juegos?" "Me gusta el de fútbol y el arco", dijo tras probar varios deportes disponibles, "pero me gusta más el Mario Party, es más divertido". Boom. "Me gusta más el Mario Party". Una cosa es que un juego sea básico y directo, afable y accesible. Otra distinta que, además, sea tremendamente simple y falto de contenido.
Esta nueva entrega, la quinta, de Mario y Sonic, en la que las mascotas de Nintendo y Sega vuelven a unir fuerzas de nuevo (quién nos lo iba a decir hace veinte años) para celebrar las Olimpiadas de turno y enfrentarse a distintas especialidades deportivas, no aporta nada que no hayamos visto en los cuatro juegos anteriores, pero es que además se toma la molestia de eliminar algunos de los elementos que podrían haberlo hecho más atractivo en una plataforma como Wii U: no se puede usar el giroscopio del mando del GamePad para facilitar el apuntado en la prueba de tiro con arco, ni en el boxeo, la jabalina o el tenis de mesa, ni se aprovecha de ninguna forma el control por movimiento del mando de Wii. Algo que no sería un mayor problema si los controles por botones no fueran eminentemente toscos e imprecisos en todas y cada una de las modalidades, que lo son.
Pero centrémonos, que me desvío: Mario y Sonic en los Juegos Olímpicos Rio 2016 para Wii U (también está disponible en 3DS) nos lleva hasta una ficticia Rio de Janeiro, sin Zika ni inconveniencias socioeconómicas, claro, y nos ofrece catorce especialidades deportivas en las que competir. Desde el triple salto hasta BMX pasando por hípica o gimnasia rítmica (mi favorito, un minijuego basado en el ritmo similar a lo que vimos en juegos como Elite Beat Agents pero mucho más fácil, claro), en las que podemos enfrentarnos junto a otros personajes de Nintendo y Sega o a nuestros propios Mii para ver quién sale victorioso. Al principio debemos superar las pruebas en solitario con nuestro Mii, o con los icónicos personajes disponibles, y cuando los dominamos un poco podemos probar el modo Torneo, en el que lamentablemente no se puede jugar con los conocidos personajes y en el que, de nuevo, sólo se puede jugar en solitario o cooperativo. Nada de modo online más allá del típico añadido de Miiverse.
Decimos adiós a los eventos especiales de anteriores entregas, que presentaban pruebas con distintos elementos de los mundos de Mario y Sonic. En su lugar, la versión de Wii U añade tres grandes deportes a los once disponibles por defecto, estos son fútbol, rugby y vóley, y una variante para jugarlos de forma un poco distinta en los llamados Desafíos, que nos permite atacar a los enemigos con objetos o rayos de energía en distintos escenarios creados para la ocasión. Existe un modo un poco más interesante en el que podemos unirnos al bando de Mario o Sonic junto a otros diez personajes, y cuyo objetivo es acabar con el capitán de cada uno de ellos que es, claro, la mascota de cada compañía. La de sangre que se habría derramado con algo así hace tan solo unos años y ahora es tan solo una simple anécdota. Más allá de eso y de la posibilidad de jugar contra otros amigos en el multijugador local, eso es todo.
A medida que superamos las pruebas y logramos posicionarnos entre los tres primeros, recibimos distintos atuendos para nuestro Mii que podemos combinar para mejorar las habilidades, lo que nos puede dar cierta ventaja ante algunos contrincantes. Entre torneo olímpico y torneo olímpico (lo típico) podemos pasearnos por la playa de Copacabana, el menú principal del juego, para cambiarnos de ropa (ojo, que hay unas 406 prendas en total) o hablar con otros Mii. Algunos de ellos nos ofrecerán coleccionables como banderas de distintos países, así como pequeños datos históricos cuya aparición resulta un poco forzada, pero que nunca está de más. Una vez superados los distintos juegos en los torneos deberemos enfrentarnos a un invitado especial, y derrotarlo nos permitirá tenerlo como personaje seleccionable en el modo para un jugador.
Mario y Sonic en los Juegos Olímpicos Rio 2016 no aporta absolutamente nada. Y aunque muchos excusen su falta de profundidad tras el argumento de que es un juego para niños, yo no lo compro; ahí están Wii Sports, Mario Party y otros tantos juegos que, partiendo de una temática y mecánicas similares, demuestran que ser infantil no significa necesariamente ser simple y vacío. Es posible divertirse con el juego, claro que lo es: jugar a las distintas pruebas junto a un amigo es entretenido y puede distraernos lo bastante como para obviar sus carencias, pero no existe ni un ápice de rejugabilidad ni nada que incite a volver a él una vez está fuera de la consola. No es relevante.
"¿Conoces el esperanto?", le pregunta uno de los Mii que pasean por la costa de la playa de Copacabana a mi primo, que sigue a los mandos. "Yo me apunté a un curso y ya me sé algunas frases", continúa, antes de seguir su camino. "¡Las sabe pero no me las dice!", me suelta mi primo, indignado. Y tiene toda la razón. Lo que yo diga: los niños no tienen un pelo de tonto.