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Avance de Marvel vs. Capcom Infinite

Tierra de nadie.

De Marvel se podrán decir muchas cosas, pero algo deben estar haciendo muy bien para que más de cincuenta años después de que hiciera sus primeras cabriolas por los tejados de Manhattan los niños sigan llevando pijamas de Spiderman. A nivel de impacto cultural, crear un ejército de personajes que sobrevivan a modas y mentalidades con la soltura que estos tipos parecen hacerlo no está al alcance de cualquiera, y por eso cuesta evitar una sonrisa burlona cuando otros gigantes del entretenimiento se atreven a hablar de iconos. Ellos los tienen a pares, y pese a lo abultado de la plantilla la gran mayoría superan la verdadera prueba del algodón: intentad preguntarle a vuestra madre quien es el Jefe Maestro, y luego preguntadle quien es Lobezno. Sin embargo, esa ubicuidad y esas décadas presentándose con puntualidad británica en los kioskos para darle guerra a los malos tienen su parte negativa, porque con los años las tramas comienzan a agotarse y la historia de la araña radioactiva solo puede contarse un número determinado de veces sin que acabe perdiendo interés. Por eso es una suerte que exista el multiverso, ese birlibirloque narrativo que, en esencia, permite a la compañía hacer lo que le dé la gana. Las dimensiones son infinitas, y lo mismo pasa con las posibilidades, incluidas las de hacer dinero: así llegaron los reboots, y los crossovers como el que nos ocupa, e incluso ese Hulk koreano y ese Capitán América negro que tanto revuelo causaron en algunas casitas del árbol. Y por supuesto, así llegaron las películas. Centrémonos de momento en ellas; a fin de cuentas, es lo que la propia Marvel parece empeñada en hacer.

Que el Universo Cinematográfico de Marvel se ha convertido hoy por hoy en un devorador de mundos que haría enrojecer a Galactus es algo que salta a la vista, y para comprobarlo no hay más que echar mano de las ediciones pasadas de este festival de la bofetada interdimensional, y luego echar un rápido vistazo a lo que propone Infinite. Hablo sobre todo de su estética, y de unos orígenes de papel que gradualmente han ido cediendo terreno, como si empezaran a incomodar; no era así en las dos primeras entregas, ni en una tercera que ya jugueteaba con la tridimensionalidad pero seguía manteniendo un desenfado cel shading casi por vergüenza torera. Infinite pasa por encima de todo eso, y firma orgulloso la capitulación: su Iron Man es el Iron Man de las pantallas de cine, y su Thor, pese a no lucir el palmito de Chris Hemsworth, conserva poca de la majestuosidad nórdica que recordábamos en los comics. No quiero decir con esto que Marvel vs Capcom Infinite sea un juego feo, porque técnicamente está bien resuelto y el intercambio de efectos y perrerías cósmicas es todo lo espectacular que cabría esperar e incluso un poquito más, pero sí que ha perdido un par de puntos de personalidad. Y cuando hablamos de superhéroes no debería ser un asunto a ignorar.

Pero no solo de superhéroes va la cosa, y como segundo pilar del título Capcom también debería tener algo que decir aquí. Suya es la mitad del elenco, una selección de artistas marciales, androides de tono azulado y señores con pipas grandes que puede perder la batalla de la universalidad, pero es perfectamente consciente de jugar en casa. Esto es especialmente cierto en los personajes que realmente articulan el juego, esto es, los protagonistas de un Street Fighter que cede esquema, control y mecánicas para la ocasión y de los que por el momento hemos podido experimentar solo con Ryu y Chun-Li. Salvando diferencias puntuales las sensaciones son más que familiares, y el karateka sigue siendo una salida fácil cuando uno encaja un par de correctivos seguidos por no saber aún de qué va la fiesta. Una fiesta que, como es habitual en la serie, sigue mostrando una curva de entrada ligeramente más amable para los recién llegados que la que estamos acostumbrados a ver en la saga madre: sigue habiendo inputs complicados y la lista de movimientos de cada personaje revela alternativas más complejas y poderosas para casi todo, pero es moderadamente sencillo comenzar a repartir estopa sin conocimientos previos. Cuando uno quiere zanjar rápidamente un debate sobre quién llevaría las de perder en un Hulk vs Megaman a veces no hay tiempo de sentarse a estudiar los combos.

Marvel vs Capcom Infinite es exactamente lo que uno podría esperar. Una nueva orgía de mamporros y cruces imposibles que viene a satisfacer al nerd que todos llevamos dentro y que, como siempre, es tan fuerte como lo sea su selección de personajes.

El juego es consciente de esto, y para ponerle las cosas fáciles a gran parte de su público potencial tiende a la economía en un esquema de control que permite resolverlo todo, o casi, mediante pulsaciones sencillas. No hay puño o patada intermedios, y acceder al más sencillo de los Hyper Combos (los acostumbrados finishers que dejan volar la cámara y llenan la pantalla de meteoros o misiles balísticos a gusto del consumidor) solo hace falta un comando universal, círculo y triángulo simultáneamente y a funcionar. Como digo, en la lista de cada personaje hay espacio de sobra para complicarse la vida, pero es una filosofía que también aplica al resto de mecánicas que pone sobre la mesa. Así, dar el relevo a nuestro compañero de armas (en esta ocasión los combates se libran por parejas, un ligero paso atrás que sin embargo aporta cierto foco al combate) cuando estamos contra las cuerdas solo requiere una pulsación de gatillo, y lo mismo sucede con las Gemas del Infinito, el verdadero as en la manga que justifica el título y ese logo tan chulo. Antes de cada combate tocará elegir una de ellas, y sus fenomenales poderes cósmicos heredados del universo Marvel se ven aquí traducidos a cosas un poco más prácticas de cara a resolver las cosas a bofetadas: de momento hemos visto solo tres, y cada una de ellas permite, de entrada, acceder mediante el gatillo izquierdo a habilidades que por su aplicación recuerdan a las V. Skills vistas en Street Fighter V, aunque en esta ocasión cualquiera pueda acceder a ellas. De esta manera la piedra de tiempo libera un pequeño acelerón con el que recortar distancias ante rivales demasiado aficionados a las bolas de energía, la de espacio permite atraerlos para comentarles un par de cosas de cerca, y la de poder permite hacer esto último con una contundencia mayor de la acostumbrada. Sin embargo, lo que realmente pone las cosas interesantes es pulsar ambos gatillos simultáneamente: es lo que el juego llama Infinity Storm, en román paladino un estado alterado dependiente de las clásicas barras de super que vuelve a alterar su efecto según la piedra equipada. Por fortuna sus efectos son más creativos que el simple incremento de resistencia y daño temporal (también presente), y encerrar al rival en una caja de energía para que deje de dar saltitos y se concentre en recibir lo suyo debería convertirse pronto en un estándar del género.

Por lo demás, Marvel vs Capcom Infinite es exactamente lo que uno podría esperar. Una nueva orgía de mamporros y cruces imposibles que viene a satisfacer al nerd que todos llevamos dentro, que tiende a llenar la pantalla de luz y deflagraciones en cuanto se le presenta la ocasión y que, como siempre, es tan fuerte como lo sea su selección de personajes. Los inscritos por el momento (Capitán Marvel, Iron Man, Capitán América, Ryu, Megaman, Morrigan, Hulk, Thor, Ojo de Halcón, Chun-Li, Strider, Chris Redfield y Ultron) son esperanzadores, y lo lógico sería pensar que los que estén de camino continuarán con la misma filosofía de versatilidad, aunque en su estado actual el juego muestra una ligera predilección por las grandes moles y enfrentarse a Hulk sigue siendo un asunto peliagudo. Queda por ver, eso sí, hasta qué punto es seria esa apuesta por el modo historia en la que aseguran el estudio está volcando todos sus esfuerzos. Sabemos que nos enfrentará a Ultrón Sigma, y que la palabra "Cinemática" viene resaltada con letras bien grandes en la hoja de promoción. No hay motivos para dudar, porque a estas alturas de la película Capcom haría bien en aprender del pasado. Hay unas cuantas lecciones en él, y no todas tienen que ver con evitarlo a toda costa.

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