Análisis de Mighty Goose - Quién mejor para revivir Metal Slug que un ganso
Be goose, do crimes.
Hay juegos que, por mucho que pase el tiempo, no se olvidan. Da igual cuántas experiencias vivas, cuántos personajes llegues a controlar o el número de títulos que pasen por tus manos, que siempre habrá recuerdos jugables grabados a fuego en cada una de nuestras memorias. Para todos aquellos nacidos en torno a los años ochenta, un buen puñado de esas imborrables imágenes fueron forjadas por, como no podía ser de otro modo, los arcade. Que no los salones recreativos, ojo. Estos eran el recinto donde se hallaban unos monstruos tragamonedas de amables píxeles y dificultad endiablada que intentábamos domar a base de esfuerzo, sudor y no pocas lágrimas. Cada cual tendrá sus favoritos, pero entre los míos siempre estará Metal Slug, un título repleto de acción a raudales, violencia descarnada, ritmo frenético y un apartado artístico exquisito que aguanta los embates del tiempo sin ceder ni un sólo milímetro de terreno. A su rotundo éxito le siguió una imponente lista de secuelas que, sin embargo, no consiguió establecer una escuela como tal. Pero eso no significa que la obra de Nazca Corporation haya caído en el olvido, porque en el panorama indie siempre hay hueco para la esperanza. El run'n'gun en su vertiente más vertiginosa sigue más vivo que nunca y ahí están juegos como Huntdown, Broforce y... ¿un ganso?
Sí, queridos lectores, un ganso cazarrecompensas intergaláctico viene a aplastar a sus enemigos, verlos destrozados y oír el lamento de sus mujeres. Como el indómito Conan, pero con plumas, pico naranja y una ametralladora del tamaño de un Ford Mustang. Este bien podría ser el argumento de Mighty Goose, porque el real son literalmente tres líneas que se irán ampliando conforme avancemos en nuestra aventura: "Viajar por la galaxia y derrotar al mal, esa es la vida del Mighty Goose". Nada más - pero tampoco menos - necesitamos para sumergirnos en un universo que, vaya por delante, es un constante homenaje a juegos clásicos, especialmente a Metal Slug.
Esos homenajes comienzan con un apartado artístico que es, a todas luces, impecable. Nuestro héroe, El Poderoso Ganso, acapara los inicios de nivel con sus Superhero Landings (patente en trámite, probablemente) gracias a un pixel art robusto, simpático y que pone gran énfasis en el detalle de los sprites. Se aprecian, por el contrario, unos acabados más livianos en los fondos de unos escenarios que, aun y así, ambientan a la perfección el vulgar despliegue de poder del Ganso. Para compensar, toda vez que nuestro palmípedo héroe tira del gatillo el festival de efectos que se muestra es digno de mención, con explosiones, humo, casquillos y demás parafernalia que haría que el Predator se sintiera como en casa. Tamaña colección de brutalidad cazarrecompensística se muestra al ritmo de las incontestables y alocadas composiciones de Dominic Ninmark. Ninmark, maestro de los remixes a la eurobeat, consigue imprimir un ritmo rápido y estimulante a un gameplay cuya naturaleza ya es aceleradísima gracias a unas melodías que nunca bajan el ritmo y bien podrían encajar en un juego de derrapes imposibles. Y, como no podía ser de otro modo, termina de redondear este apartado artístico una intachable colección de efectos sonoros que se ve coronada por los majestuosos "HONKS" de nuestro hermoso héroe de prístino plumaje.
Muchos de esos acompañamientos sonoros nos recordarán, claro, al ya mencionado Metal Slug. Y es que flaco favor le estaríamos haciendo a Mighty Goose y al propio clásico de SNK si no reconociéramos a este como una de las principales influencias de las aventuras de nuestro alado cazarrecompensas. Desde el narrador que anunciará el comienzo de cada misión hasta el manejo de tanques y cualquier vehículo que se nos ponga por delante, la práctica totalidad del entramado sobre el que se construye Mighty Goose es una oda al título de Nazca. Del mismo modo, su esquema jugable sigue un patrón similar: avanzar, aniquilar a toda la oposición existente y, si la ocasión lo propicia, eliminar a un jefe final que ocupará media pantalla. No obstante, Mighty Goose introduce pequeñas variaciones a la fórmula que imprimen mayor dinamismo a su combate; la resistencia a varios impactos, poder disparar hacia abajo para prolongar nuestra estancia en el aire o una versátil esquiva nos hará depender más de nuestra habilidad y menos de la aleatoriedad. También ayuda ir acompañado de, por ejemplo, un buen escopetón que irá aumentando con su uso la mala gaita del caballero del anaranjado pico hasta que, cuando estimemos oportuno, le convierta en una especie de Motorista Fantasma inmune a todo daño y transforme sus disparos en poco menos que salvas de artillería mientras suelta aleatorios graznidos a cámara lenta que puede que signifiquen "la violencia sólo engendra violencia", "esta sociedad está abocada al fracaso" o sean, simplemente, sonidos de aprobación ante la carnicería que él mismo está perpetrando. Los pensamientos del Ganso son inescrutables.
Lamentablemente, esta animada dinámica que le promete al Ganso ingentes cantidades de casquillos humeantes y suculentas recompensas de lechuga fresca se ve truncada, en parte, por algunos niveles que presentan una calidad desigual. Si bien hay tramos en los que el cóctel compuesto de hordas enemigas, pistolones, tanques y temazos funciona como un tiro, hay veces en las que las misiones terminan de una forma inexplicablemente anticlimática. A estos incomprensibles tropiezos hay que sumarles otros factores como una limitada variedad de enemigos y localizaciones o el hecho de que, siendo honestos, Mighty Goose es un título realmente corto. El puñado de niveles que componen su historia no llega a superar las tres horas y los acicates que introduce para alargar su vida jugable tienen un impacto desigual. Por un lado, el modo NG+ sí ofrece un reto interesante para aquellos que quieran seguir desatando fuego. Sin embargo, otros elementos que se introducen para experimentar con configuraciones de habilidades y mejoras no tienen el alcance deseado. Haber sustituido las ya tradicionales granadas que acompañaban a Marco y compañía por un sistema de compras, colegas (mi favorito, el "pato normal") y habilidades varias no tiene un impacto profundo en un gameplay que nos da el suficiente armamento como para no depender de apoyos adicionales. Así, no hay aliciente para revisitar en varias ocasiones los niveles con distintas configuraciones, puesto que el plomo que escupen nuestros cañones es una potencia que eclipsa a una idea que sí partía de un lugar interesante.
Y es que, en última instancia, por ahí van un poco los tiros de Mighty Goose. Lleno de respeto por un clásico imperecedero como es Metal Slug, consigue clavar al milímetro las mecánicas que hacían grande al referente de Nazca Corporation. Con su mezcla implacable de pixel art, tiros, acción, música fantástica e hilarantes homenajes tenía los mimbres suficientes para ejecutar un clásico instantáneo. Sin embargo, es en el trazo más fino donde yerra el tiro: con un diseño de niveles desigual, poca variedad de enemigos y una duración escasa, Mighty Goose se queda en un primer acercamiento al género que puede estar sentando las bases de una secuela imponente. De pulir las aristas y mantener los aciertos, Mighty Goose 2: A Goose For All Seasons, Mighty Goose 2: Goose Without Remorse o Mighty Goose 2: Teenage Mutant Ninja Goosers - ¡anotad vuestras sugerencias en los comentarios! - pueden ser auténticas obras maestras. HONK.