Análisis de Miitopia
No son valientes héroes, pero no tenemos más.
Creo no haber prestado atención al Mii como entidad hasta que lo revelaron en Super Smash Bros. para Wii U diciendo que sería otro luchador más. Hasta entonces mi actitud había sido afín a videogamedunkey: "¿Qué clase de degenerado utiliza al Mii?". Es un moñeco soso y básico, tu reflejo orondo cuando estás jugando a Wii Fit. Pero tras aquella revelación, años más tarde, vinieron Tomodachi Life y Miitomo, y estaba claro por dónde iban los tiros: el Mii es la versión Nintendo del rabbid o el minion. Hay más en el Mii que non sequitur, griterío y jerigonza: es propio, tuyo, personal, y si no te recrea a ti, recrea algún famoso, un personaje que te gusta, tu waifu. Si te sientes ambicioso, es una abominación de ojos colosales y cuerpo minúsculo que ruega que Dios le libre de su miseria. El Mii es creatividad y la mano del jugador y no sólo hace el memo sino que insta al respetable a que, con él, haga lo propio: al ponerle cara no estás creando un personaje como lo harías en The Elder Scrolls sino que piensas en el chiste, el meme, la combinación rara. Reggie Fils-Aime caminando por la playa junto a Samus Arán. Lonk de Pennsylvania. Por supuestísimo que sí.
Miitopia va de eso y se interesa más en la tontería que en la profundidad de juego. Pero la toma de contacto raspa: de primeras, cuando te dicen que hagas tu propio personaje y que le des nombre y, luego, una identidad, da la impresión de que el juego te está pidiendo que pienses por él, diciendo por lo bajinis que mira, yo aquí te pongo monstruos de distintos colores y luego ya tú te ocupas de divertirte ¿de acuerdo? Te dicen que le pongas una personalidad, y siendo yo mi Mii, digo que "cabezota". "Hola, soy Dayo, y soy muy cabezota". Madre mía, la que me espera.
Al principio Miitopia no parece más que un equivalente a esos libros que venden para los niños pequeños donde puedes reemplazar el nombre de un personaje por el del zagal o moza. Parece hecho sobre raíles, diseñado sin esfuerzo y mimo, como un subproducto que ahí está y funcionará porque es para los pequeños y esos no exigen demasiado. El primer mapa recuerda más de lo deseable a algunos niveles de New Super Mario World, te mueves por el mundo siguiendo las mismas líneas y entrando en los mismos puntos que en Super Mario World. Algunos efectos de sonido parecen salidos de Pokémon y en realidad no exploras sino que tu pandilla, que así la llama el propio juego, tu grupo de aventureros avanza automáticamente hasta que ocurre algo, una bifurcación, un enfrentamiento, quizá un cofre con algo dentro.
Pero entonces uno se va abriendo a la experiencia y se empieza a ver un cierto encanto. Llegas a un reino y el juego te pide que ejerzas de director de casting para escoger al rey, su hija y sus dos pretendientes: un príncipe arrogante y necio y un tipo más torpe que Mister Magoo pero con un corazón de oro. Yo en estas cosas soy poco creativo, así que le doy a escoger de forma automática, pero al escarbar un poco por la red de redes me encuentro con que alguien le ha puesto a su majestad el rostro de Gabe Newell. Menudo genio. Así las cosas, lo que iba a empezar de forma sosa y habitual, tirando de los Mii guardados en mi consola, pocos, limitados a mi familia y ya está, pasó de ser yo y mi hermano yendo de aventuras a nosotros dos junto a Temmie, de Undertale, y la encarnación del logo de Wendy's. Luego se unen Shigeru Miyamoto, Hatsune Miku y cuando empiezo a pensar que quiero probar el papel de princesa y que quedaría muy bien que Zelda estuviera ahí, entiendo que hace ya un rato que el juego me ha pillado.
Si la gracia del Mii está en ese qué hará, por dónde saldrá esta creación mía, la de Miitopia es ver a estos personajes interactuar en todo momento
Miitopia lleva un rollo curioso porque es, al mismo tiempo, una historia donde tú escoges cada papel y no hay un solo personaje en tu grupo que no pase por tu supervisión y que no sea lo que tú le digas, y un relato donde el respetable las más de las veces se limita a observar y no ejerce de forma totalmente activa. El único personaje sobre el que tenemos control real es nuestro avatar y esto sólo ocurre durante el combate: al resto no tenemos nada que decirles y no podemos siquiera pedirles que sean más agresivos, a la defensiva, ahorra PM, no gastes los malditos plátanos que te recuperan salud.
Esta es una aventura donde nosotros ejercemos de algo más parecido al dungeon master, guiando al grupo de un lado a otro pero sin control sobre los matices. Hay alimentos para potenciar los atributos individuales, pero cada personaje tiene gustos propios y averiguarlos es cuestión de someterse al azar, y si quieres ir de compra sólo podrás escoger qué personaje maneja el dinero: quien toma la decisión última de comprar es él, y puede decirte que quiere una nueva armadura, pero si se le va la pinza puede volver con otra cosa y tendrás que esperar a la próxima posada para enfundarle en un nuevo traje. Estás ahí porque necesitan tu supervisión, en un rol muy parecido al de Final Fantasy XIII, donde las peleas se jugaban pensando en formaciones y no en ataques individuales. Aquí puedes decirle a tu personaje qué usar en cada momento si así lo quieres, pero las decisiones que más importan es cuándo usar las distintas sales que recuperan vida, magia o resucitan, o si merece la pena retirar a un personaje momentáneamente de la batalla para que se recupere. Eres un general, no su ejército.
Miitopia es, en resumen, lo que pasa cuando haces un juego protagonizado por Miis: que ellos toman el control y ponen el chiste por encima de la profundidad y la mecánica.
Pero cambiar eso seguramente iría en contra del espíritu de Miitopia, porque es una obra que prácticamente demanda un cierto descontrol. Si la gracia del Mii está en ese qué hará, por dónde saldrá esta creación mía, la de Miitopia es ver a estos personajes interactuar en todo momento, soltar latiguillos mientras recorren una mazmorra, las dinámicas que se improvisan durante una pelea en la que un personaje decide ayudar a otro porque se siente muy amigo o llora la muerte de su compañero del alma y eso le da fuerzas para vencer al jefe. Puede ser que tu personaje tan cabezota decida que no quiere que alguien le cure, y no sería la primera vez que un pasmarote se acercase a un monstruo como aquél biólogo de Prometheus intentaba acariciar aquellas abominaciones serpentinas con el mismo trágico resultado.
Si hubiera que resumir Miitopia, sería diciendo que no es un JRPG. Para eso está, por ejemplo, Pokémon. Miitopia es una historia sobre cómo la consola descarga caras de Internet para luego repartirlas aleatoriamente y te encuentras con que un jefe final tiene el semblante de Vegetta777, es un juego sobre aliados picándose y liándose a tortas en medio de una pelea como si esto fuese Darkest Dungeon en el patio del recreo. Miitopia es, en resumen, lo que pasa cuando haces un juego protagonizado por Miis: que ellos toman el control y ponen el chiste por encima de la profundidad y la mecánica. No hay una historia profunda ni un sistema elaborado ni drama, pero sus intentos de ser emergente y generar historias únicas en base a esta dinámica de personajes, de gente que se chincha porque no compartes habitación con ellos o aquella vez que te sientas en un cactus y eso resulta convertirse en una sesión improvisada de acupuntura, tampoco llegan muy lejos.
El problema de Miitopia es lo que otros verán como su acierto: que va de Miis siendo Miis, que es lo que esperarías al ver ese tráiler. Todo por que rías, que decían Les Luthiers, y en mi caso no me ha hecho efecto, pero eso es porque soy un amargado. También es que no soy su público objetivo. Es un juego inocuo, un título bien, entretenido, solvente, que puede funcionar para pasar el rato, y por mucho que lo intente no voy a llegar aquí y pedirle el cielo porque Miitopia no se las da de importante: se sabe bobo y eso se perdona con facilidad.