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Avance de NBA 2K16

Todos los jugones sonríen igual.

Corría el 13 de junio de 1997, y el por entonces ya legendario Michael Jordan se enfrentaba a uno de los momentos más difíciles de su carrera. Tras haber hecho historia consiguiendo tres anillos consecutivos con los Chicago Bulls, el hoy considerado por muchos mejor atleta de la historia había abandonado de manera repentina el baloncesto para honrar una promesa hecha a su padre, abatido a tiros mientras dormía la siesta en el arcén de una autopista, con una breve carrera en el béisbol que le vería volver a las canchas de la NBA en la primavera del 95. Dos años después, y enfrentado con la posibilidad de entrar en el Olimpo con su quinto anillo, no se podía levantar de la cama. Los Jazz habían conseguido empatar la serie en el cuarto encuentro, y la mañana del decisivo quinto partido lo encontraba agónico y sudoroso, víctima de una repentina gripe que según todos los informes médicos hacía imposible su presencia en la cancha. Nadie sabe de donde salieron sus fuerzas, pero con el tiempo justo para el pitido inicial, Jordan se encaminó al estadio. Un par de horas después, se derrumbaba sobre los brazos de Scottie Pippen. Los Bulls habían ganado el partido por dos puntos de diferencia. El había anotado 38, su récord personal en las finales. Tenía 39 grados de fiebre.

Es una historia de película, una narrativa imposible construida a base de épica y momentos inolvidables que, por extraño que parezca, constituye una faceta del deporte que los propios simuladores deportivos parecen seguir empeñados en ignorar. Porque más allá de la cancha, y de la pizarra, y del intercambio de cromos de cada verano, todos estos aspectos más que cubiertos en los simuladores modernos, la verdadera magia del deporte está en estas grandes historias, en estos arcos narrativos perfectos que llevan el clásico viaje del héroe a un universo de canchas callejeras, pabellones abarrotados y canastas imposibles sobre la bocina.

En este sentido, y salvo honrosas excepciones (resulta difícil no acordarse aquí del inolvidable Andre Bishop de Fight Night Champion), la serie NBA 2K es algo parecido a un oasis, uno que ha sabido ver las posibilidades narrativas de un modo carrera individual que hoy por hoy es casi un estándar en la mayoría de títulos deportivos y ha sabido arroparle año tras año de un mayor peso argumental, yendo más allá de la simple sucesión de partidos y de esa tendencia tan propia del videojuego de reducirlo todo a un conjunto de aburridas estadísticas explícitas. El espejo en el que se mira, obviamente, es una industria cinematográfica que siempre ha estado más lista a la hora de recrear estas épicas deportivas, y por eso el siguiente paso era más que evidente: tirar la casa por la ventana, y dejar de intentar copiar a Spike Lee, para permitir que se encargue directamente del trabajo.

Esta es sin duda la novedad más llamativa de la edición de este año, la de convertir su modo carrera en un "Spike Lee joint" escrito y dirigido por el autor de "He got game" o "Haz lo que debas". Una sorpresa en toda regla, y un punto de partida excelente, que habla claramente de la importancia que Visual Concepts pone en una modalidad que con este movimiento pasa ya oficialmente a acompañar a Anthony Davis y demás familia como verdadera estrella de portada de la saga. Por fortuna, esta especial sensibilidad para con lo narrativo parece que no va a quedar relegada a ser un compartimento estanco respecto al resto de modalidades del juego, y la mayor parte de las novedades siguen la estela de un mantra que el estudio ha bautizado como "mundo vivo".

La intención, parece, es convertir cada partido en una pequeña historia, evitando esa incómoda sensación de jugar partidos clónicos en los que solo cambian los escudos de los contendientes. Ahora los equipos se sienten y actúan de una manera más cercana a sus equivalentes reales, y cada entrenador afronta la toma de decisiones según una IA dinámica que intenta reproducir la personalidad de cada técnico de la liga. El público, un factor mucho más determinante que en los simuladores futbolísticos, ha sufrido un rediseño total, y ahora podremos ver a la multitud convirtiendo el pabellón en un polvorín en el último cuarto y perdiendo literalmente los papeles en los segundos finales. El catálogo de animaciones y el detallismo enfermizo a la hora de capturar cada uno de los tics de las estrellas sigue al nivel estelar al que estamos malacostumbrados, y en general el juego sigue pasando sin problemas el test de engañar a padres y cuñados fingiendo que se trata de una emisión de Teledeporte. Quizá el problema es que no es novedad.

Es una sensación de continuismo que una vez en la cancha sigue haciéndose presente, pese a los indudables esfuerzos del estudio en pulir la mayoría de sus mecánicas básicas. Podría entenderse como una crítica, pero realmente es todo lo contrario; quizá NBA 2K15 era un juego demasiado perfecto como para admitir revoluciones. El estudio habla de avances históricos en inteligencia artificial y de jugadores que evalúan constantemente sus posibilidades y actúan exactamente como lo harían sus contrapartidas de carne y hueso, y son detalles que sin duda se harán evidentes tras unas cuantas horas de juego, pero las primeras partidas transmiten la sensación de familiaridad de una fórmula a tantos kilómetros del resto que cuesta hacer distinciones.

Si acaso, la novedad más tangible está en el nuevo motor de física, que según nos cuentan evalúa de manera matemáticamente perfecta la tracción de los jugadores y el contacto de sus pies con el suelo, y que sobre la pista se traduce, como en la NBA real, en una importancia determinante del factor corpulencia. Aguantar la posición es mucho más complicado, hay más contacto, y se ha reducido enormemente esa sensación de campo de fuerza alrededor del defensa. En NBA 2K16, encarar desde la línea de triple con Lebron y plantarte en el aro por el artículo 34 es una experiencia mucho más satisfactoria que nunca.

En el terreno de los modos de juego, la sal y pimienta de una jugabilidad a la que ya queda poco por añadirle, parece que hay novedades jugosas. La más reseñable es 2KProAm, algo así como un hijo ilegítimo entre el parque de 2K15, las ligas online y los editores piratas de PES que nos permitirá juntarnos con unos cuantos colegas para configurar desde los cimientos una escudería, personalizando desde las camisetas hasta la pintura del parquet, para competir en ligas online con reglas NBA que se alejan del básquet callejero del parque y, aseguran, de sus problemas de conectividad. De la misma manera, los tradicionales modos liga (ahora con modalidad online) y GM han sido rediseñados de acuerdo al mismo principio de "mundo vivo", incorporando además del offseason y la lotería del draft un componente de inteligencia artificial en los equipos rivales que les hace tener en cuenta el futuro, evaluando las consecuencias de los transfers y sabiendo actuar con cautela si la situación lo requiere.

Como de costumbre, se trata de una selección de modalidades lo suficientemente nutrida como para satisfacer la mayoría de los paladares, aunque en este sentido los datos que maneja el estudio son concluyentes. Según sus sesiones de trabajo con focus groups, el 98% de los jugadores considera hoy por hoy el modo historia como el principal atractivo de la saga, y por eso dejar la batuta en las manos de alguien como Spike Lee es una decisión tan inteligente como necesaria. Es inteligente por lo que tiene de reclamo publicitario, y porque dota de cierto empaque a la propuesta de una edición que, estando como están las cosas en el terreno de las sagas de simulación deportiva, lo tiene difícil para quitarse de encima el sambenito de ser sólo una entrega más.

Y es necesaria porque, irónicamente, la saga NBA 2K corría el grave peligro de caer en el pozo de ser una de esas franquicias obsesionadas por el marketing, la monetización, y los focus groups. Aún están muy recientes ciertos episodios desagradables relacionados con cierres de servidores y tropelías con el sistema de virtual coins, y aunque desde Visual Concepts prometen que el modelo se suavizará, son muchos los que comienzan a ver la saga como una simple máquina de hacer dinero. Es de esperar que la intervención de un cineasta con un universo tan particular como el de Lee le imprima algo más de corazón a la franquicia, y aunque las dudas sobre su implicación con el proyecto puedan parecer razonables, las historias sobre su insistencia en estar presente en todas las sesiones de captura de movimiento acompañado de su equipo de rodaje habitual resultan esperanzadoras. Por el momento, lo poco que hemos podido ver de la historia gira en torno a una cancha de barrio, dos colegas, y un par de invitaciones para el draft de la NBA. Me cuesta imaginar un punto de partida mejor.

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