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Avance de NBA 2K17

Transición ofensiva.

A estas alturas del partido creo que empieza a ser razonablemente seguro afirmar que la saga NBA 2K se ha quedado sin competencia. Y no me refiero solo a que se trate de una franquicia que factura con puntualidad británica juegos incluso demasiado espectaculares: como es tradición en el género, la simulación baloncestística siempre ha sido cosa de dos, y tras unos cuantos años mareando la perdiz parece que la espantada de su tradicional némesis hacia las mas calmadas aguas del primer trimestre del año confirma, ya sí que sí, la actitud de quien se sabe en inferioridad numérica y prefiere evitar los callejones oscuros para no meterse en problemas. Así las cosas, el desafío al que se enfrenta Visual Concepts adquiere unos tintes bien diferentes: con los laureles perfectamente acomodados para echarse a dormir, el verdadero reto radica en saber depender de sí mismos, esa maldición que ha echado por tierra las ambiciones de tantos equipos que ya se veían con el título bien amarrado. En jugar los minutos de la basura con la misma intensidad de siempre, en definitiva, y atreverse a innovar cuando la tentación de no arreglar lo que no está roto es más poderosa que nunca. No voy a arriesgarme a asegurar que no sea este el caso, porque la saga ha demostrado siempre ir sobrada de raza y un par de partidos solo sirven para plantear cientos de interrogantes, pero a la vista de la primera sartenada de promesas para el año nuevo tampoco parece que nadie esté tirando la casa por la ventana.

Vaya por delante que Rob Jones, su productor y cabeza visible, es un tipo que cae especialmente simpático y que su obsesión por el calzado deportivo tiene cierto punto entrañable, pero cuando los primeros compases de una presentación de este tipo se estructuran alrededor de listados de zapatillas o de la iluminación de las canchas es natural que a uno comience a recorrerle un sudor frío por la espalda. Son los signos inequívocos de las entregas de transición, de esas más enfocadas a pulir detalles y hacer bambolearse a los banderines que de introducir medidas drásticas que hagan evolucionar el juego de manera realmente impactante. Aun así, y ni que sea como aperitivo, es una obsesión por el detalle que se agradece, y que en esta entrega alcanza cotas casi enfermizas en asuntos como el sonido: según parece, se ha registrado el ambiente real de cada cancha de la liga, y con esto no me refiero solo a los berridos del respetable, sino a un montaje de varios minutos que comparaba el sonido de la pelota al rebotar contra el parquet del Staples Center o el Madison Square Garden. Podría parecer algo de chalados, y la prueba definitiva de que queda poco margen para mejorar, pero gota a gota, bocina a bocina, se va conformando un océano que ayuda a vender la experiencia y que viene a rematarse con el nuevo sistema de comentarios dinámicos: ¿Qué toca jugar en Sacramento? Una excusa perfecta para traerse a Chris Webber a la cabina de comentaristas. Ese es el nivel.

Pero insisto, todo esto no valdría de nada si solo sirviera para maquillar un simulador que sobre la cancha se limite a vivir de las rentas. En un mundo ideal, volver a pasar por caja debería justificarse con algo más que una actualización de plantillas, y en el terreno jugable la nueva filosofía suena prometedora, pero difícil de demostrar. Más allá de algunos nuevos movimientos y un mayor énfasis puntual en ciertos aspectos del juego (los palmeos y los rebotes ofensivos, por ejemplo), la consigna global gira en torno a romper con la tiranía de las estadísticas y hacer que la habilidad del jugador sea determinante; hacer que nuestro input adquiera más peso en las ecuaciones, que no fallemos tantos tiros chupados porque los dados han decidido aguarnos la fiesta y que robar la pelota no sea lo que siempre ha sido, una lotería de barraca de pueblo. Donde hay que firmar.

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El asunto es que se trata de un principio cuyo impacto es difícilmente medible sin decenas de horas de juego. Hay alteraciones que saltan a la vista, como el rediseño de los medidores de disparo o el nuevo sistema de tiros desde el perímetro (ahora si disparamos mediante el stick entra en juego un componente de puntería horizontal, y si no somos precisos es fácil fallar el tiro), pero la sensación general es la de un NBA 2K igual de maravillosamente fluido que la entrega del año pasado. Es cierto que los robos se producen con más frecuencia (quizá demasiada) y que si uno anda listo interceptar un pase vuelve a ser una opción con posibilidades, y también lo es que la defensa ha ganado en contundencia y manejar a Lebron no es la barra libre de antaño, pero aunque todo funcione a las mil maravillas no estamos hablando de una revolución de la talla del sistema de bloqueos de la anterior temporada.

Quizá por eso no deja de tener su gracia que sea esta entrega, en la que menos botones cambian y menos áspero se hace el proceso de reaprendizaje, la elegida por el estudio para introducir una solución salomónica al asunto de los controles cambiantes. Hablamos de la modalidad 2KU, una universidad del basket en la que un entrenador virtual supervisa todos nuestros movimientos y interrumpe la cadencia del juego con pequeños consejos no solo sobre los controles, sino sobre la táctica y los fundamentos del deporte mismo. Cómo mover la pelota, cuando entrar a canasta, la secuencia de comandos exacta para efectuar esa bandejita a aro pasado que quedaría de fábula en este momento... puede que no sea de especial utilidad para los veteranos o los más duchos en el deporte de la canasta, pero para los recién llegados se trata de un regalo del cielo, y una característica que debería imponerse por ley en el resto de simuladores deportivos si le preguntan a un servidor.

En cuanto al resto de modos de juego, llega el momento de hablar del elefante en la habitación, esto es, Michael B. Jordan y un modo carrera que con los años ha pasado a convertirse en la punta de lanza de cada una de las entregas. Divertido guiño para unos, pérfida maniobra de marketing para otros, lo cierto es que la contratación del joven pupilo de Rocky Balboa no debería distraer la atención sobre un golpe de timón para la modalidad que en cierto modo sabe a capitulación: el estudio habla de la dificultad de los jugadores para conectar con el señor Frecuency Vibrations, quizá por evitar reconocer que aquella aventura a cargo de Spike Lee salió regular y que la opción sensata (y conservadora) era volver a terreno conocido, creándonos un jugador de la nada y reservando el papel de Jordan a algo así como un sidekick con el que compartiremos vestuario desde el inicio de ambas carreras. Un asalto a los cielos de la NBA vivido en compañía que sirve además para introducir una novedad mecánica importante: la posibilidad de abandonar en determinados momentos del partido el modo individual y controlar, por primera vez en la historia de la modalidad, al dúo protagonista de manera independiente. Justice, que así se llama nuestra media naranja, podrá recibir nuestras órdenes o incluso ser controlado de manera directa, y la manera de articularlo todo será un medidor de química llamado Orange Juice, como la propia pareja, en un claro guiño a esas míticas sociedades que han forjado a base de asistencias la historia viva de la NBA. Por lo demás podemos esperar el típico coctel de cinemáticas, patrocinadores y tweets puñeteros de toda la vida, aderezado ahora con una novedad de importancia capital: la posibilidad de irte a cortar el pelo y mantener agrias polémicas con los parroquianos de la barbería sobre quien fue el mejor base de todos los tiempos. No sé vosotros, pero a mi con esto ya me lo han vendido.

Pero la cosa no acaba aquí, y evidentemente el resto de modalidades son un rosario de añadidos y actualizaciones demasiado extenso como para citarlos todos. Hay playoffs personalizables, y equipos de la euroliga (hasta 21 en esta ocasión), y un rediseño total del interfaz del MyTeam, e incluso cartas de "momentos" que te permiten no solo ser Kobe, sino ser el Kobe que se tiró hasta las zapatillas en aquel inolvidable partido contra los Raptors. Hay novedades por todos los lados, aunque muchas no pasen de ser pequeños ajustes y matizaciones, porque NBA 2K17 sigue siendo un juego que acompaña su potencial en la cancha con un sentido del contenido contra el que pocos juegos pueden competir. El problema, y bendito problema, es que todos conocemos uno que sí puede hacerlo. Su nombre es NBA 2K16.

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