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Need for Speed: Undercover

Cualquier tiempo pasado fue mejor.

El dinero que obtenemos entre prueba y prueba sirve, como es obvio, para adquirir vehículos de mayor cilindrada –hay una amplísima cantidad de marcas y modelos– o para tunear a nuestro gusto el coche que queramos. Las posibilidades de personalización son buenas y más que suficientes, aunque son menores que en otros títulos de la saga. Aun así, podremos añadir prácticamente lo que se nos pase por la cabeza, tanto exterior como interiormente. Cambiar el color de la carrocería, tintar los cristales, añadir alerones, faldones, bajos y cómo no, instalar óxido nitroso para facilitar nuestra labor en las carreras.

Pese a no poseer capacidades online, Undercover tiene un apartado multijugador donde hasta cuatro personas pueden disputar varios modos de juego, que oscilan entre lo ya comentado. Carreras normales, eliminación por vuelta o huir de la policía. Aunque también hay añadidos que resultan interesantes, como “Robo”, donde hay que llegar al punto determinado, robar un botín y huir con la cantidad de dinero sustraída.

En lo referente al apartado jugable el juego cumple. El control con el wiimote en paralelo nos exige algo más de práctica, pero como siempre, es de agradecer la posibilidad de poder conectar un mando clásico o de Gamecube y jugar de manera tradicional.

En el apartado técnico es donde viene el desastre total. La inteligencia artificial de los vehículos rivales tiene bastantes altibajos. En ocasiones, hemos visto a los rivales chocarse de frente contra el único coche que había de frente en una autopista bastante amplia. Algo esporádico sí, pero sorprendente. Normalmente actúan con cordura, tratando de chocarse contra nosotros y dejarnos fuera de la calzada.

La física de los choques es terriblemente poco realista. Los impactos son verdaderamente estáticos y sin gracia. Tampoco estamos pidiendo algo espectacular con ralentizaciones al estilo Burnout, pero que los coches prácticamente se paren en seco tras recibir un impacto de frente contra otro bólido resulta muy poco creíble. Eso sí, en una ocasión nos chocamos contra otro vehículo que circulaba tranquilamente, lo empotramos contra la pared y, misteriosamente desapareció. Si alguna vez sabéis de él comentádnoslo, estamos preocupados por su estado.

Gráficamente, diríamos que cumple sin más. La recreación de los vehículos es lo más potable, siendo más que fidedignos con la realidad y la ambientación de Tri-City no es nada mala. Pero todo se va al garete con el desmesurado “popping” que sufrimos en todo momento. Los edificios y elementos secundarios aparecen a una distancia prudente, aunque no deja de ser molesta, el problema viene en la circulación. Los coches que vienen de frente aparecen a menos de cinco metros de distancia, complicando sobremanera nuestra labor.

Al comienzo del juego no sufrimos demasiadas ralentizaciones, sólo comenzarán cuando dirijamos vehículos de mayor potencia. No son tan exageradas como en otras plataformas, pero si las juntamos con el estilo arcade que ya de por sí que ofrece el título y el anteriormente citado ‘popping’, todo ello ocasiona una mezcla explosiva.

Por último, algo que nos ha parecido extraño es el sistema de “daños” y lo entrecomillamos porque los coches no sufren ningún tipo de desperfecto. Y sí, hemos mirado en opciones y están activados, pero cuando colisionamos contra cualquier elemento de pantalla sólo aparecen unas pequeñas chispas. Posteriormente examinamos el estado de nuestro “carro” y aparece como recién salido del garaje. Otro expediente X sin resolver.

Need for Speed: Undercover no está a la altura de sus expectativas. La idea es buena y el modo historia es más que interesante, pero todo se va al traste en un apartado técnico que provoca que nuestra paciencia se agote debido a la exagerada cantidad de errores que posee. Cualquier tiempo pasado fue mejor, y nunca mejor dicho.

5 / 10

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