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Análisis de New Super Mario Bros. U Deluxe

Eau de Toadette.

Eurogamer.es - Recomendado sello
Una revisión para algunos innecesaria pero más que agradecida que ayuda a poner en valor todo aquello que Nintendo lleva años practicando.

"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". Esta máxima del gatopardismo, redactada por el novelista Giuseppe Tomasi di Lampedusa, se refería tanto a la capacidad de adaptación de los sicilianos a las distintas filosofías de gobierno como a los tejemanejes de la aristocracia italiana con tal de conservar su poder, aunque podría aplicarse a la perfección a Super Mario Bros y a Nintendo, en general. La compañía japonesa ha hecho de la repetición un arte, y no lo digo solo por publicar juegos de la difunta e injustamente olvidada Wii U en su existosa y flamante Switch, sino también por avivar año tras año la llama de un género, los plataformas, que le deben gran mayor parte de su éxito al fontanero italiano, al dinosaurio verde o al monete con corbata; entre otros.

New Super Mario Bros. U, del mismo modo que esta edición Deluxe, insiste en varios de los argumentos principales de sus juegos en dos dimensiones -vuelve el mapa, presente ya desde Super Mario Bros. 3; al igual que la inercia medianamente exagerada de los saltos, los típicos poderes de fuego, hielo y alguna variación a mayores, como el traje de ardilla que sustituye al clásico tanooki- y no busca diferenciarse necesariamente de ellos, sino ver hasta dónde puede estirar la goma sin que se rompa, añadiendo constantemente nuevas ideas y capas que desecha tan pronto como pasamos de nivel. Una vorágine de mecánicas que se acentúan en esta versión, si la comparamos con la de su lanzamiento original, por incluir varios añadidos extra que justifican su coletilla a la vez que ponen énfasis en esta filosofía continuista y también, irónicamente, rompedora.

El más grande, por tamaño y alcance, de todos ellos es New Super Luigi Bros. U, aquel spin-off con motivo del 30 aniversario del nacimiento del hermano superior de los Mario (tal y como revelaba la gloriosa película de Bob Hoskins y John Leguizamo) que aprovechaba la estructura del juego base para retorcer sus 82 niveles y crear un reto mucho más pronunciado y rápido que el de su predecesor. Esto último no es ninguna exageración: los 100 segundos que nos dan para terminar cada fase nos obligan a reaccionar antes que pensar, teniendo que interiorizar en muchos casos los puntos donde podemos arañar unos cuantos segundos al cronómetro sin descuidar por ello nuestros reflejos para adaptarnos a lo inesperado.

Ahí es donde se hace fuerte esa idea de jugar con las herramientas a nuestra disposición desde hace décadas sin variar por ello lo más básico. Limitar el tiempo es en este caso más una declaración de intenciones que un cambio superficial, ya que nos obliga a adoptar casi al momento una mentalidad mucho menos conservadora y más arriesgada, especialmente útil teniendo en cuenta los distintos obstáculos móviles que pueblan mapas antes benévolos con el jugador. En ese sentido funcionan también los distintos coleccionables en forma de monedas gigantes o monedas rojas, que añaden una capa a mayores para quienes no quieren quedarse solo en rescatar a la princesa y buscan acentuar aún más el reto.

Es curioso que palabras como "dificultad" o "precisión" no suelan asociarse a los juegos de Mario, sobre todo tras lanzarse en los últimos años obras mucho más exigentes en su planteamiento inicial como Celeste o Super Meat Boy; y quizás también inmerecido. Cierto es que podemos obtener una cantidad de vidas casi obscena con tan solo recoger 2/3 de las monedas de cada nivel, sin contar secretos y bloques ocultos; o que hay determinados personajes más sencillos en su control, pensados sobre todo para quienes nunca han tocado antes un plataformas; pero si en algo sobresale Nintendo es en diseño, y en dejar siempre claro que nada de lo que hay en el mapa ha sido puesto al azar. Para poner esto en valor están de hecho los Desafíos, divididos en cuatro categorías, que aquí sí nos obligan a descomponer y analizar el mapa por partes, examinando cada recoveco y mirando cómo encadenar saltos para conseguir el oro en los desafíos de tiempo o para recoger todas las monedas que se nos exigen, pudiendo fardar después ante nuestros amigos con las repeticiones en vídeo que se guardan automáticamente tras nuestros intentos más exitosos.

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Puede que esos picos repentinos de dificultad sean el motivo por el que la última de las incorporaciones al plantel de este New Super Mario Bros. U Deluxe, Toadette, vaya justo en sentido contrario. Tal y como explicaba en el avance, existe una diferencia enorme en la inercia de este personaje y su evolución, Peachette, si la comparamos con los otros; algo pensado a todas luces para los menos hábiles con el mando. Y sin embargo, es fácil ver también aquí otra capa más de diseño, en este caso pensada en la accesibilidad y en que todos podamos disfrutar con el juego, incluyendo a quienes conocen de sobra su lenguaje y solo quieren disfrutar de un momento de calma; y no que buscasen rebajar con agua el resultado final por temor a su complejidad.

Porque Super Mario Bros. no es solo habilidad, pericia o precisión; es, también, el testimonio de una manera de hacer las cosas que nos lleva acompañando más de 30 años, y que nos sirve en cada entrega tanto de juguete nuevo como de piedra Rosetta para todos aquellos que valoran más que lo puramente inmediato, de lo que también tiene mucho que decir. New Super Mario Bros. U Deluxe es una lección más de ese mismo tema, tan necesaria que parecía injusto que quedase relegada al olvido en una consola catalogada hoy en día como menor, y los añadidos de esta versión no hacen otra cosa que ayudar a situarla en el contexto que merece: el de los clásicos modernos.

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