Ninja Blade
Ninjas a lo Michael Bay.
Tengo que reconocerlo, me acerqué a este juego con algo de escepticismo. Primero, no se le había dado demasiado bombo. Y que Microsoft no promocione una exclusiva para su Xbox 360 es poco habitual —hasta le dieron más cancha al infame Vampire Rain. Su estética ecléctica que mezcla elementos de Ninja Gaiden con ropas de cuero tampoco era algo que a priori me encendiese el corazón. Pero… ah, qué sorpresa cuando lo puse por primera vez.
Ninja Blade tiene unas primeras cuatro horas brutales. Son fantásticas, llenas de acción y todo un ejercicio de diseño excepcional. Repletas de un surrealismo tan sumamente extraño e hilarante que le dan una personalidad que lo aleja lo suficiente de comparaciones injustas. Aunque gráficamente es bastante justo eso no fue en absoluto un impedimento para que nos enganchase.
La forma de jugarlo se divide, a la práctica, en tres mecánicas distintas. La habitual y la que ocupará la mayoría de nuestro tiempo es la de juego de acción en tercera persona, “hack and slash” si nos ponemos técnicos, y que bebe de referentes como God of War, Devil May Cry y, evidentemente, Ninja Gaiden. Como es habitual en este género, y para evitar que el juego se convierta en un machacabotones, hay una serie de combos que se van desbloqueando a medida que recolectamos “cristales de sangre” y subimos de nivel alguna de nuestras tres armas: unas cuchillas que no hacen mucho daño pero que van bien contra ciertos enemigos como los murciélagos, una katana y un espadón inmenso ideal para acabar con los enemigos más duros.
También podremos subir de nivel nuestro super-shuriken. Éste tiene varios poderes —fuego, electricidad, viento…— que también serán de gran ayuda para ir abriéndonos camino por entre las hordas de enemigos demoníacos. Los combates contra estos enemigos-morralla son fáciles y no supondrán ningún tipo de dificultad. Olvidaos de los enfrentamientos llenos de tensión de otros juegos similares. Los enemigos menores son fáciles y no suponen más reto que el poder recrearnos haciendo combos e infligiendo muertes espectaculares.
Entre espadazo y espadazo recorremos unos escenarios nocturnos muy recargados y estéticamente extraños, que recuerdan a esos pósters de skylines de grandes ciudades de noche. En este caso estamos en Japón y tenemos que evitar que una plaga vírica se extienda, posea y convierta en monstruos a los civiles. Brincaremos, caminaremos por paredes, daremos saltos espectaculares y dispararemos metralletas como auténticos ninjas.
Oh. Paremos. ¿Dispararemos metralletas como auténticos ninjas? Bien, esa es una de las muchas licencias hilarantes que se toma el juego. En la mayoría de fases hay varios momentos en los que tendremos que ponernos detrás de metralletas fijas y empezar a disparar balas y cohetes contra todo enemigo que se nos acerque. Esa es la segunda mecánica que propone Ninja Blade. Estas fases son, al principio, divertidas, novedosas y espectaculares. Con el paso del juego pierden frescura y su sentido se diluye.