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No sabemos lo que queremos

Las compañías tutelan nuestros gustos.

Es oficial. No sabemos lo que queremos. Y no, no lo digo sólo por esa capacidad innata que tenemos para dejarnos embaucar por cualquier triquiñuela de algún iluminado de marketing. Pero lo peor de todo es que encima nos dejamos, como si nos gustase que nos la metieran doblada cada dos por tres. No sabíamos que queríamos un tablet hasta que Apple decidió por nosotros. No sabíamos que queríamos sistemas de control basados en el movimiento del jugador hasta que Nintendo decidió por nosotros. No sabíamos que queríamos más juegos ambientados en la Segunda Guerra Mundial hasta que los estudios han comenzado a decidir por nosotros. Incluso ahora parece que no sabemos si queremos o no una nueva generación de consolas y, al final, como siempre, acabarán decidiendo por nosotros.

No nos dejemos engañar, en cualquiera de los ejemplos que he mencionado se puede identificar fácilmente intereses ocultos que mueven esas campañas para dirigir a los consumidores hacia un lugar concreto. Y en los casos de Apple y Nintendo, estos intereses no llegan a ser siquiera ocultos. Presentan un producto del que estiman una fuerte demanda por parte de la gente y echan el resto en la campaña de marketing, que es la que se encarga de grabar a fuego en los usuarios la necesidad de tener uno de esos productos.

En lo que se refiere a GAME y la nueva generación de consolas, los indicios son más sutiles pero también están ahí. La famosa franquicia de venta de videojuegos lleva mucho tiempo lucrándose gracias a lo que ahora es considerado por muchas compañías con el segundo mayor lastre de la industria: el mercado de segunda mano (el primero sería la piratería). La proliferación de políticas como el on-line pass y similares ataca de frente al mercado de segunda mano. Además, la rápida expansión de sistemas de distribución digital ha herido gravemente las ventas de juegos físicos.

Si sumamos ambos factores, obtenemos un escenario en el que los resultados económicos de las grandes franquicias de venta de videojuegos se han visto perjudicados. La medida lógica en este caso para mantenerse a flote pasaría por presionar para que se lance pronto una nueva generación de consolas que revitalice el mercado de juegos físicos.

Y hablando de la temática de los juegos que están por venir, el contexto es muy similar. Al principio, al hilo del éxito de sagas como Medal of Honor y Call of Duty, los juegos ambientados en la Segunda Guerra Mundial aparecían hasta debajo de las piedras. Luego llegó Modern Warfare y los conflictos bélicos se trasladaron a otras épocas menos trilladas, pero el efecto fue el mismo: docenas de clones en los que únicamente cambia el argumento del modo historia y la forma de abordar el modo multijugador.

Pues no sé los demás, pero a mi; ni antes me cansaban los juegos de la Segunda Guerra Mundial ni ahora me cansan los juegos ambientados en otros conflictos bélicos.

Ahora, según Rebellion (y no me cabe duda que hay más gente que piensa igual), los consumidores estamos listos para que la cacería de nazis comience de nuevo. Y no tiene nada que ver el hecho de que su próximo juego, Sniper Elite V2, esté ambientado en el peor conflicto bélico de la historia. Qué va. Lo que pasa es que como no sabemos lo que queremos, deben venir las compañías a tutelar nuestros gustos.

Pues no sé los demás, pero a mi; ni antes me cansaban los juegos de la Segunda Guerra Mundial ni ahora me cansan los juegos ambientados en otros conflictos bélicos. El problema no está en que nos cansemos de una u otra temática. El problema está en que o se nos ofrece una avalancha de juegos de una temática, o nos inundan con juegos casi clónicos de otra.

Yo, como consumidor, lo que aprecio es que haya variedad y calidad. ¿Que hay muchos shooters sobre la Segunda Guerra Mundial? No importa, siempre y cuando se ofrezcan alternativas de calidad con otras ambientaciones. Lo malo, es que las cifran mandan, y nosotros seguimos acudiendo como borregos a comprar lo que nos ofrezcan, sea lo que sea, igual que pasa en televisión con la telebasura. Así jamás conseguiremos transmitir qué es lo que realmente queremos, y seguiremos dejando que otros decidan por nosotros.

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