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No todo el monte es Capcom

5 juegos de lucha que merecen un reboot.

Cardinal Syn

  Esta rareza creada por los chicos de 989 Studios, padres de joyas menores como Syphon Filter o Bust a Groove, toma la esencia de Soul Edge añadiendo nuevas vueltas de tuerca propias de Super Smash Bross o Ergheizh, cerrando con un toque gore digno de Mortal Kombat un cóctel que recopila lo mejor de cada casa.

Cardinal Syn pretendía revolucionar la exitosa fórmula de la lucha de espadas presentando como principal novedad la libertad de pulular a nuestro antojo por el escenario. Escenarios enormes y llenos de movimiento, plagados de trampas y power ups con los que dar la vuelta a un combate que parecía perdido. Tanto la estrategia como el azar tomaban un papel importante en la lucha: más de un final round he perdido por estar en el lugar equivocado en el momento menos indicado. Esto y la inclusión de ítems repartidos por el escenario brindaba todo un abanico de posibilidades, que se sumaban a un nada desdeñable plantel de personajes.

Ocho luchadores principales, nada en principio, pero el número incrementaba hasta 18 con los personajes desbloqueables, método de desbloqueo que bien merece un réquiem por su pérdida frente al uso de personajes por DLC. Esta dinámica continua de desbloquear nuevos personajes hacían la premisa de acabar el juego con cada luchador mucho más atractiva, además de disfrutar de una FMV, de apertura y cierre, que narraba la historia del personaje elegido. Algo bastante inusual en la época de PlayStation.

 

Por otro lado, el juego se publicó con una factura excelente, con un más que notable doblaje al castellano y una historia épica coronada por un final boss especial. El combate final, que continuaba con el tono épico de todo el juego, se trataba de un combate contra un dragón 8 veces más grande que nuestro personaje sobre una torre en ruinas. Derrotarlo te hacía sentir todo un Dovahkin de los 90. De haberse continuado la saga, sin duda se trataría de un rival más que decente para la ya manida saga Soul Calibur.    

Thrill Kill

  Anunciado como el sucesor espiritual de Mortal Kombat, la temática de Thrill Kill trajo consigo la polémica hasta día de su cancelación. El atractivo principal del juego consistía en enfrentar hasta 4 jugadores simultáneamente, como ya hiciera Power Stone en Dreamcast. O al menos eso es lo que quisieron vender desde Paradox, actualmente conocida como Midway. Resulta que el susodicho juego jamás llegó a distribuirse, estando prácticamente al final de su desarrollo. ¿Qué era tan horrible como para que nadie quisiera publicarlo? Nada menos que su dirección de arte. El juego era pura diversión macabra y, como lo denominan ahora, "Only for adults". No sólo por la exageración de la cantidad de sangre que podían desprender de un solo golpe; los personajes estaban sacados de las perversiones más lascivas y siniestras de un gordo del Warcraft aficionado al cuero.

 

El menú de personajes a nuestra disposición era tan macabro como variado y, qué coño, muy divertido. Un doctor siniestro con bisturí y mandíbulas de acero, una dominátrix sadomasoquista en pleno éxtasis sexual, un enano vestido de cuero sobre unos zancos o un caníbal que golpeaba con los miembros de los demás, casi nada. Ver un combate de 4 maniacos desviados zurrándose era tan extremadamente divertido como perturbador.

  Entonces, si el juego jamás fue publicado ¿Por qué creo tanto revuelo entre la comunidad gamer? Muy sencillo. En una época en la que el 99% de los usuarios de PlayStation caminaban por la calle con un loro al hombro y una pata de palo, todos podían acceder a juegos que jamás llegaron a pisar territorio PAL, y los chicos de Paradox, tras el chasco de que su obra fuera condenada al olvido, no se lo pensaron: completaron parte del desarrollo que faltaba y filtraron el juego en la red de redes. No tardó en correrse la voz. Todos queríamos jugar a ese extraño juego que habían prohibido por ser demasiado explícito.

 

Sólo os diré que jugué una media hora acompañado de unos cuantos amigos, media hora que a día de hoy no tendría ninguna repercusión. Pero, en aquella época, esos 30 minutos donde creías que no podías esperar nada más bestia que ver una enfermera azotando a un enano con una fusta, gimiendo al borde del orgasmo, se veía superado un minuto después con una salvajada mayor. 30 minutos que formarán parte de mi memoria gamer el resto de mis días.

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