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Okamiden

El segundo canto del cisne.

La Brocha Celestial, la gran innovación que propuso Clover, toma más protagonismo en esta secuela posiblemente porque el uso del stylus le sienta de maravilla. Ahora congelar la imagen con L o R y hacer trazos para cortar, florecer, invocar un sol, regenerar piezas rotas y algunas novedades (como guiar a nuestro compañero) es mucho más intuitivo y natural, hasta el punto de hacernos sentir que se pensó teniendo en mente un sistema de control como este o el de Wii, para la que ya se desarrolló un port del Okami original. Pero aunque su funcionamiento sea ideal en DS, hay que admitir que el abanico de poderes que nos ofrece la Brocha habría sido aún mejor con algo de espíritu combinativo. A medida que avanzamos por mazmorras llenas de rompecabezas, nos damos cuenta de que el problema de elegir qué trazo usar para resolverlos es demasiado obvio y único, sin permitir alternativas o dejarnos compaginar distintos poderes para solucionar puzles de una forma más creativa. Que no se me malinterprete: está muy bien como está, pero cabía la posibilidad de mejorar.

Esta linealidad no solo afecta a la resolución de puzles, sino también al devenir general del juego. Donde en Okami nos abrumaba la cantidad de detalles y lugares por explorar libremente, en Okamiden da la impresión de que recorremos una versión simplificada y algo anodina de los mismos escenarios que visitamos con amaterasu. Se ha perdido parte de esa riqueza y el hecho de que los escenarios tengan más puntos de carga también ha afectado a la fluidez y la satisfacción que le invadía a uno al cruzar un valle a toda velocidad en el título de Clover. Las comparaciones son odiosas, sí, pero en este caso resultan más bien tristes.

Pero no todo han sido rebajas en la aventura del lobezno divino. Uno de los puntos que han mejorado sustancialmente es las luchas contra los jefes, intensas batallas divididas en distintas fases que combinan combate con puzles con un resultado épico. Y aunque los primeros son relativamente sencillos, con muchos habrá que fijarse bien en su patrón de movimiento y determinar el punto débil al que debemos atacar para exponerle o debilitar su medidor de vida.

La magistral dirección artística de Okamiden sigue rindiendo homenaje a toda la parafernalia japonesa medieval y su mitología de fuertes raíces ecologistas, algo que encaja como anillo al dedo con su referente más directo, un auténtico titán del entretenimiento electrónico como la saga The Legend of Zelda, algo que a veces hace que tengamos la sensación de que su mecánica es un corta y pega de las aventuras de Link. Por suerte, aunque se repita la fórmula y se reduzca su impacto visual, sigue funcionando a la perfección y tanto aquellos hayan tenido el sumo placer de jugar a Okami como aquello que no lo cataron, van a disfrutar mucho con esta secuela.

8 / 10

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