Análisis de OlliOlli World - Recomendable para novatos, imprescindible para expertos
Soñando, soñando… triunfé patinando.
En la música, hay pocos conceptos más esquivos e imprecisos que el de la "autenticidad". La existencia de una radiofórmula, grandes corporaciones y emporios empujándonos por la garganta su nuevo producto; y de tendencias artísticas dominantes, hacen que muchas veces asociemos la palabra a todo lo que escape de la norma, o a primeras obras que moldean la imagen prototípica y para muchos "correcta" de un artista. Arctic Monkeys es ahora un grupo con un sonido mucho más maduro, pero hay quien echa en falta la chispa rebelde y caótica de su "Whatever People Say I Am, That's What I'm Not". Los Ramones son la representación prototípica del punk, una filosofía supuestamente marcada por la austeridad y la sencillez, pero "End of the Century" contaba con la producción de Phil Spector y el sonido de muchos de los artistas del momento, baladita ñoña incluida. Y qué decir a estas alturas de Metallica, un grupo que tan pronto dio el salto a un sonido levemente distinto al thrash metal de sus orígenes fue inmediatamente tachado de comercial y condenado al ostracismo por parte de sus primeros fans... a la vez que se convertían en la banda más exitosa que jamás daría el género.
Algo parecido sucede con OlliOlli World. Los dos primeros títulos, desarrollados también por ese estudio inglés rebelde y poco amigo de las modas llamado Roll7, tenían una filosofía casi espartana en su aproximación al siempre excitante mundo de las patinetas. ¿Echas de menos Tony Hawk's Pro Skater? Ten, aquí tienes un juego basado en reventar puntuaciones sin artificios, bandas sonoras plagadas de temas inmortales o fantasías extremas como plantar un helicóptero en medio de un almacén. Una fórmula fantástica, si me preguntáis, pero que corría el riesgo de apelar a una parte del público muy específica y dejar en la cuneta a otro sector muy grande, incapaz de seguir el ritmo endiablado de sus combos sobre el raíl.
OlliOlli World viene a paliar este desequilibrio entre lo técnico y lo accesible, y para ello recurre a varias herramientas sencillas, que denotan un saber hacer objetivamente admirable. La primera de ellas es introducir un modo historia, no excesivamente importante, no demasiado desarrollado, que sirve como hilo conductor de los muchos niveles que encontramos en los cinco mundos a nuestra disposición. Es la parte más débil del conjunto, pero está bien estudiada: los elementos visuales y las frases extravagantes al más puro estilo Hora de Aventuras ayudan a que el juego se sienta menos exigente y duro de lo que es en realidad, y siguiendo la máxima de ir despacito y con buena letra, nos convencen de que este es un título pensado para todo el mundo.
Lo mismo sucede con todas las mecánicas de personalización de nuestro personaje, o con la música: añadidos aparentemente superficiales, pero en gran cantidad, que ayudan a sentir el personaje como nuestro y nos conectan con el resto de nuestros amigos de una manera mucho más auténtica y asimilable que viendo solo el nombre en las tablas de puntuaciones. Iniciar cada nivel y ver al personaje de uno de nuestros colegas en la pantalla de carga es una cosa tan simple y agradecida que cuesta creer que no se haya empleado más en juegos de este estilo; y las melodías electrónicas, casi funkys, de su banda sonora nos recuerdan una verdad del skate indiscutible desde que vimos por primera vez a alguien haciendo un kickflip: patinar mola.
Pero, superado el peaje inicial de tener que hablar de las novedades encargadas de hacer el juego más accesible y digerible para el público mayoritario, toca ponerse las zapatillas con suela vulcanizada y entrar en el otro concepto que vive dentro de este juego, agazapado y dispuesto a saltar sobre nosotros en cualquier momento. Un concepto que se deja de cucamonas, de sudaderas y pantalones de colorines, de frases molonas con las que animarnos a hacer un truco determinado; y nos lanza al asfalto con la máxima de aprender a combinar trucos o dejarnos los dientes contra el bordillo.
Hay dos maneras de abordar esto. La primera, por la que deberías de optar si sois primerizos en la ahora trilogía, es plantear los niveles como un endless runner, prestando atención a los objetivos específicos que nos dan algunos de los personajes y fijando la mirada únicamente en el final del nivel, para así poder abrir el siguiente o alguna de las múltiples pantallas adicionales disponibles en el juego. Si ese es vuestro caso, contenido no os va a faltar: Roll7 se ha encargado de añadir un montón de coleccionables, personajes secretos y retos específicos a los que dedicar casi una decena de horas, variables según vuestra pericia sobre la tabla. Además, para ayudaros a incrementar la capacidad de aterrizar sin mataros, existen tutoriales con nuevos trucos en todos los mundos a visitar, permitiéndoos avanzar a vuestro propio ritmo y regresar después a los anteriores para dejar patente vuestra mejora gracias a todo lo aprendido.
Si, por el contrario, venís aquí con las rodillas magulladas de experiencias pasadas, os llega con saber que todo sigue exactamente igual. OlliOlli World mantiene la importancia de los combos por encima de todas las cosas, y nos exige ser capaces de colocar cuantos más movimientos mejor en el menor espacio de tiempo posible, ya sea en el asfalto, en el raíl o en el aire; para poder superar las puntuaciones planteadas tanto por el juego, como por nuestros amigos y conocidos. Un reto para el que nos brindan un montón de mecánicas recicladas y nuevas, como los distintos tipos de grind, los grabs en el aire o los manuals; todas, encaminadas a que los números crezcan y poder pasárselos a los demás por los morros.
Esta es la verdadera cara del juego: la de ser un título arcade brillante en cuanto a control y planteamiento, en el que la competición está a la orden del día y la sensación más satisfactoria no es aterrizar con el timing perfecto el truco para que valga más, si no terminar el nivel sin haber aterrizado ni canjeado el multiplicador una sola vez. De ahí que, por mucho que los niveles nos sirvan para pulir nuestras habilidades y disfrutar de las distintas ambientaciones e historietas sobre dioses del skate, la chicha de verdad esté en la Liga Gnarvana: un modo de juego que recupera aquel legendario Daily Grind y, proponiendo un escenario igual para todos los jugadores y jugadores cada X tiempo, nos hace competir por el primer puesto para poder subir en el ranking global de jugadores. Una idea que empuja a enchufar el juego todos los días para hacer nuestro mejor intento, y que constata de manera indiscutible lo que debería ser ya una evidencia: en cuanto a diversión y reto, esta gente sabe hacer algunos de los juegos más adictivos de la industria.
Con todo el artificio con el que cuenta a su alrededor habrá, seguro, quien recurra a la máxima que se hizo tan popular con la explosión del indie rock en los dos miles de "el primer disco molaba más", y algo de razón tienen. En OlliOlli 2, por elegir uno, existía una pureza y una sencillez conceptual que era admirable, igualándose a títulos como Tony Hawk o Skate mediante una idea reducida a la mínima expresión. OlliOlli World es otra cosa: un juego con más medios, más técnica, más completo y con muchas más cosas por hacer. Pero, si quitamos toda la decoración, es fácil comprobar que el núcleo es exactamente el mismo, y que las buenas ideas terminando flotando a la superficie. A todos nos gusta escuchar el Ride the Lightning en repeat, pero a veces hay que crecer y aceptar que tu banda favorita puede gustar a todo el mundo y que el Black Album, en realidad, no estaba nada mal.