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Omerta: City of Gangsters

La dura vida del empresario.

En lo personal, y teniendo en cuenta como está el patio, a veces me da por pensar en lo que me habría gustado ser en esta vida. Lo primero de todo, como ya me enseñara el maestro Tomonobu Itagaki, resultaría harto difícil, por lo que desistiría antes de empezar. Para mi segunda ocupación soñada, entiendo que me faltan el carisma y la capacidad de contoneo del señor Depp, porque lo de perfilarme los ojos no sería nuevo para mi. Así que solo me quedaba la opción de sentarme frente al televisor y, bloc de notas en mano, intentar descubrir el lado didáctico de los noticieros españoles. Y lo encontré: tenía suficiente para gestar un gangster en potencia.

Como todo buen tesorero sabe, para alzarse con el título de 'Faraón del estado' poco importa estar dotado con nulo atractivo, pues lo que cuenta es saber moverse y caerle bien a todo el mundo. Lamer muchos culos, vaya. Tener contactos es tener poder. Y si además, se posee algo de olfato para los negocios - sobre todo si son ilegales -, así como cierta habilidad para enmascarar la hipocresía y la mentira, puedes dejar de ser un ladrón de poca monta y ampliar tus horizontes hacia un nuevo nivel de criminalidad: la política.

Así pues, la idea de poder convertir a un joven y estereotipado italiano en todo un Lucky Luciano mediante un título de gestión y estrategia por turnos me ponía, vaya que si lo hacía. Por supuesto, nunca esperaba que Omerta: City of Gangsters tuviera la intención de manifestarse como clásico instantáneo, pero lo que no sabía es que el último trabajo de Haemimont Games (Tzar, Imperivm) trataría más de cómo convertirse en el puto amo jugando al Monopoly, que de alcanzar un puesto de relevancia en la mafia estadounidense de los años 20.

La Atlantic City de 1920, con la recién instaurada ley seca, es un marco idílico donde llevar a cabo todo tipo de trapicheos, y Naniano Seseo, un tipo complicado. El otro día resultó uno de esos en los que pudo enorgullecerse de haber aprovechado el tiempo: después de desayunar, éste encabezó el asalto a un bar clandestino, luego, inauguró un par de destilerías. Tras el café de la tarde, mandó a uno de sus secuaces que prendiera fuego a una tienda de armas del barrio, más tarde, abrió un comedor benéfico en la otra punta de la ciudad. Antes de que llegara la hora de la cena, el joven Naniano y los suyos masacraron a cuatro incautos que habían robado su cargamento de licor, y de vuelta a casa, apalearon a un grupo de miembros del Ku Klux Klan para rescatar al dueño de un club con el que suele hacer negocios.

No tengo ni idea de si Naniano disfruta haciendo todo eso, aunque como buen emprendedor que es, debe luchar por los intereses de su Pyme por más que suponga ríos de sangre. En el fondo, sólo son negocios. Lo que tengo claro es que vagar por cada uno de los veinte mapas que componen la trama principal a la espera de que algo suceda se aleja bastante de mi concepto de diversión. No obstante, Omerta: City of Gangsters se las ha arreglado para mantenerme enganchado durante unos días.

Supongo que algo habrá tenido que ver la plasticidad de sus controles, el concepto que maneja y los objetivos que propone en relación a ello. En todo momento tuve una idea muy clara de cómo salirme con la mía, y los elementos que la campaña iba introduciendo a intervalos regulares posibilitaron nuevas formas de afrontar dichos encargos. Sin embargo, un avance guiado es lo último que necesitaba durante mi deleite personal de unas trompetas saltarinas que se erigen como protagonista absoluto de la magistral banda sonora.

Al comienzo de cada capítulo, el juego plantea una serie de misiones con distintos objetivos a cumplir, las que además ofrecen diferentes tipos de premios: subir el nivel de tus secuaces, recibir armas especiales o aumentar la plantilla de esbirros. Una vez seleccionado el sector de la ciudad donde llevar a cabo las fechorías, toca ejercer de Nucky Thompson: alquilar, comprar y hacerse a cualquier precio con propiedades que puedan salir rentables se vuelve la piedra angular del título. Por supuesto, lo primero que hice fue montar un bar clandestino, así como la pertinente fábrica de cerveza con la que autoabastecer mi local. Estaba claro que si quería sacar tajada y combatir a la Liga de la abstinencia - ya saben, aquellos de: "Bestia cobarde, brutal y depravada. Amigo del ladrón y la prostituta. Conciencia ofuscada de diabólico albedrío; licor, tu nombre es delirio" -, el contrabando de alcohol sería el corazón de todas mis futuras operaciones.

Poco a poco, el abanico de opciones para conseguir dinero negro se vería ampliado con casinos, casas de apuestas o combates de boxeo amañados. La dudosa legalidad de mis ganancias, así como lo costoso del blanqueo de capital, me empujó a entrar de lleno en el sector inmobiliario, adquiriendo edificios de viviendas, hoteles y hasta farmacias. Dependiendo del temor o aprecio que suscitaba mi banda, esto se lograba mediante una simple negociación o a punta de pistola. La verdad es que el cómo era lo de menos, pues éste es lo suficiente irrelevante como para no torpedear la escalada hacia el ansiado título de Don.

En Omerta: City of Gangsters nunca falta la pasta: sea de una u otra forma, tus bolsillos siempre van a estar repletos. Y esto, unido a las escasas y repetitivas opciones para tramitar cada fase, supone un problema, y grave, para cualquier título que aspire a mantener el jugador pegado a la pantalla gestionando recursos económicos. De hecho, estoy bastante seguro de que la creación y mantenimiento de una red criminal obedece a patrones un poco más complicados que hacerse con un par de tugurios, pagar a un par de informantes, sobornar a algún que otro agente policial y sentarse a ver como engordan las arcas. Además, es posible que en una tierra de oportunidades como los Estados Unidos de principios del siglo XX, también habría de quien no le gustara que ningún pezqueñín metiera las narices en su territorio. Al menos no sin negociar por el trozo de pastel, pero eso Naniano nunca lo sabrá, ya que los capos parecían haberse ido de vacaciones.

Estar a la espera de que algo suceda, decía, se aleja demasiado de mi concepto de diversión, más aún si no tengo noción alguna de cuándo se cierran acuerdos, o de si estos tendrán repercusión en mi siguiente movimiento. Cuando estas dudas comienzan a florecer, Omerta: City of Gangsters muestra su otra cara, para algunos puede que la más entretenida, en forma de combates estratégicos por turnos. Combates, que ni son tan estratégicos como cabría esperar, ni ofrecen realmente nada de aquello que procuran imitar: véase XCOM, UFO y compañía. Un sistema completamente roto y demasiado arbitrario en el que depender de la suerte es una constante.

Al final, comprendí que, aunque con Omerta: City of Gangsters se puede emular de manera bastante decente el día a día de cualquier Pueblo Paleta: deslegitimación de la opinión pública, sobres que vuelan, trajes que se regalan a cambio de favores, malversación de fondos, privatización de obras públicas, manipulación de la información..., éste se ahoga en sus propias pretensiones por no haber sabido administrar con inteligencia un enorme potencial. Eso sí, al menos durante los momentos de gestión, el título de Haemimont Games ayuda a verle el punto humorístico al asunto. Algo similar, guardando las distancias, a lo que ocurría con Tropico, qué duda cabe, pero la diferencia está en que no vivimos en una república, aunque algo de bananerismo si que hay.

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