Opinión: La experiencia next-gen
Quiero la nueva generación, y la quiero ahora.
Últimamente se está hablando mucho de los gráficos en las consolas de nueva generación; algunos están contentos y esperanzados de que juegos como Killzone 4 o Forza 5 corran a 60fps y muestren un nivel esperanzador por ser títulos de lanzamientos y otros, en cambio, se echan las manos a la cabeza porque las nuevas consolas no superarán a PCs de gama media y alta ni en época de lanzamiento.
Ahora mismo este debate me da igual y no suelo entrar en él. ¡Dejadme solo! Quizás en tres o cuatro años sea yo el que lamente la falta de potencia -es más que probable- pero hoy en día hay una razón que destaca por encima de todas las otras y que hace que me muera de ganas de tener una Xbox One y una PS4 en mi salón.
Ahora casi ni enciendo la PS3 y la Xbox 360 en mis ratos de ocio. Me da pereza tener que esperar quince minutos para empezar un partido al FIFA o una ronda al multijugador de The Last of Us. Es un proceso que se me ha ido haciendo insoportable desde 2005 pero que se ha agravado irreversiblemente en los últimos meses: los segundos iniciales con el logo y la musiquita, el menú, levantarme para introducir el disco, todas las pantallas de créditos y licencias, los menús del juego, el "pulsa start", la selección de modo, la búsqueda de partida, los mil y un problemas para quedar con amigos, los errores, las desconexiones, el tiempo entre rondas. Solo de pensarlo se me quitan las ganas de jugar. Y, por lo tanto, no juego. O juego mucho menos. Y es que hace ocho puñeteros años que venimos haciendo lo mismo. Imaginaros cómo funcionaría ahora un PC de ocho años, o un teléfono de 2005 -excepto el Nokia 3310, que sigue siendo el mejor. Imaginaros un bebé y luego a un niño de ocho años. Es prácticamente un hombretón, ya, que juega al fútbol y que dice palabrotas.
Yo soy de los que se gastan los euros en aparatos relativamente caros pero que me facilitan la vida y me evitan tiempos de espera: tengo un disco duro inalámbrico que lo único que hace es ahorrarme el copiar vídeos en un USB para luego verlos en la TV. Tengo un iPhone y un iPad pudiendo tener productos equivalentes a mitad de precio. Y hey, estoy contentísimo con ellos.
Lo que quiero decir es que la perspectiva de la experiencia general que me ofrecerán las nuevas consolas, mandos y periféricos es lo que más me atrae y lo que me ha despertado esas ansías locas que me han llevado a reservarlas y a esperar hasta la fecha de lanzamiento mordiéndome las uñas. Esa sensación de frescura y, esperemos, esa agilidad y rapidez que nos han prometido y que ya hemos podido ver en la demostración que Shuhei Yoshida hizo en la Gamescom me están devolviendo las ganas de jugar. Es algo muy personal, por descontado, que varía enormemente según los hábitos de consumo que tengamos cada uno; todo es respetable pero, en este caso, os estoy contando mis sensaciones personales.
Si me espero dos años a que bajen de precio (¡por lo menos dos años!) habré estado dos años sin jugar a la nueva generación.
No me preocupo por el catálogo, de momento. Sé que llegarán buenos juegos; indies, como Sony se esforzó en dejar claro, buenos shooters, aventuras exclusivas, acción sin parar, carreras, free to play... y también estoy seguro de que veremos hitos gráficos que compensarán las carencias que tendrán, durante el lanzamiento y el primer año, algunos juegos. Ha pasado lo mismo con esta generación. Todo esto lo veo como problemas que se solucionarán con el paso del tiempo y que sí, son evidentes, están ahí; pero, repito, no me preocupan. Tampoco me molestan. Me merece la pena lo nuevo ya de salida; quiero las consolas el primer día y quiero empezar a amortizarlas ahora. No quiero esperar dos años a que bajen de precio porque en dos años quién sabe si ya existirán ordenadores del tamaño de una pulga y todos llevaremos un Oculus Rift implantado en el cerebro. Si me espero dos años a que bajen de precio (¡por lo menos dos años!) habré estado dos años sin jugar a la nueva generación. Y lo más importante: puede que dentro de dos años no tenga las ganas, la ilusión y el entusiasmo que tengo ahora con respecto a PS4 y Xbox One. Y no quiero dejar de experimentar esas sensaciones por nada del mundo; la inversión inicial la amortizaré, en parte, con estas ganas.
Pero todo esto puedes hacerlo en PC, diréis algunos. Pues sí, seguramente; pero ahora mismo tengo ganas de hacerlo en consolas. A pesar de ser un precio elevado, y tengamos siempre en cuenta que estamos hablando de un bien de lujo y no de un derecho vital e irrenunciable, 400 y 500 euros me parece un precio razonable y atractivo si lo comparo con otros productos como móviles, aparatos de cocina o cámaras digitales. ¿Cuántas fotos he tirado con mi cámara digital y cuántas horas le dedicaré a mi nueva consola? En un mes estará amortizada. Me gusta la experiencia de salón, sin complicaciones. Quiero ver qué tal están las novedades con respecto a los amigos que ya tengo en ambas redes sociales. Los nuevos mandos. Tengo ganas, y no me linchéis por ello, de ver qué tal está la integración de TV (¡tv, tv, sports, tv, Call of Duty, tv!) con la consola, y de ver qué partidas están jugando mis amigos y entrar en ellas en un segundo. También me apetece poder grabar momentos memorables y tener, en general, muchas más posibilidades y facilidades en prácticamente todo lo que me ofrece la generación actual.
Es evidente que me puede el ansia. Algunos diréis que soy carnaza para marquetinianos. No estaréis demasiado equivocados. Quizás tendría que contenerme... pero no puedo evitarlo. Es posible que el movimiento más inteligente sea, ahora mismo, comprarse una PS3 o una Xbox 360 a precio de saldo y empezar a jugar a todos los grandes clásicos -y a un montón de olvidados-. Está muy de moda decir eso. Pero, en mi caso, sé que en cuanto tenga mi PS4/Xbox One en el salón y haya agotado GTA V las consolas actuales van a tardar mucho tiempo en volver a ver la luz del sol. Quiero la nueva generación, y la quiero ya.