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Opinión: Xbox One a examen

Las valoraciones de la redacción de Eurogamer.

Tras la avalancha inicial de noticias llega el momento para la reflexión: les hemos pedido a algunos de nuestros redactores que hagan una primera valoración de la Xbox One.

Todos coinciden que el momento de hablar de juegos será después del E3: ahora queremos discutir un poco qué nos ha parecido el enfoque de Microsoft y qué posibilidades le vemos. ¿Y vosotros, qué pensáis del movimiento de Microsoft?

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Probablemente haya quien se sienta decepcionado por la conferencia de Microsoft de ayer, pero ya estaba bastante claro que no iba a ser la revelación que muchos esperaban: el objetivo de la compañía era dar un toque de atención y reunir todas las miradas antes del esperado E3 - que será uno de los más moviditos de los últimos años, probablemente -, mostrarnos las capacidades multimedia de la nueva consola y allanar el terreno antes de desatar todo su catálogo de juegos en la feria de junio, donde estará toda la enjundia.

La presentación pudo ser sosa, sí, confusa, alejada de los gamers y excesivamente centrada en el público americano, pero tuvo el efecto que la compañía buscaba: transmitir el mensaje de que esto ya no va solo de videojuegos, y que las demás funciones ocupan el mismo o mayor protagonismo que nuestro entretenimiento favorito. Microsoft intentando encontrar su lugar.

Está claro que Xbox One pretende convertirse en el dispositivo que envuelva todo el entretenimiento en nuestro salón, un objetivo muy lícito pero también muy arriesgado para una compañía que parece querer abarcar demasiados campos al mismo tiempo. El nuevo Kinect, eso sí, puede dar más juego del que parece: que la consola sepa exactamente cómo es la habitación en la que nos encontramos y la opción de poder jugar completamente a oscuras gracias a su cámara nocturna es una mina de oro desde el punto de vista creativo. Y por cierto, no sé por qué tanto odio hacia el nuevo Call of Duty, ¿qué esperábais? Bastante han hecho ya con retirar la coletilla Modern Warfare y ofrecernos una historia que se desmarca de los anteriores. Haters gonna hate, que dicen algunos.

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Me hace mucha gracia - por no decir que detesto - el concepto "convertirse en el centro multimedia de la sala de estar" porque, básicamente, ya hace muchos años que compañías como Sony, o Microsoft ayer mismo, lo invocan para llenarse la boca con promesas más orwellescas que otra cosa, y que al final... Nada de nada. ¡Si hasta SEGA, Phillips o Panasonic hablaban de convertirse en el centro multimedia del hogar! Multi-media, qué palabrota, queridos míos.

Dicho esto, que Microsoft haya querido seguir este camino me parece erróneo por el simple hecho de que ese papel pertenece principalmente a las teles - que por lo visto cada día son más inteligentes y hacen más cosas - y no a una máquina cuya principal preocupación han de ser los juegos. Pero no, no nos precipitemos, todavía es muy pronto para pensar que al final hicimos bien en comprarnos una Wii U.

Que Microsoft haya seguido apostando por Kinect no es malo, todo lo contrario, si la tecnología mejora puede tener muchas posibilidades y como factor diferenciador es demoledor. Por otro lado, el mando de Xbox One me parece una delicia. Y los juegos, bueno, siempre nos quedará el E3. Son lo más importante, y a pesar de que Microsoft no parece muy centrada en ellos - especialmente en los que realmente me importan - esperad a que el señor Mattrick saque el talonario.

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Ya dijeron que se centrarán en los juegos en su conferencia del E3, así que hoy no hablaré de esto; hoy toca reflexionar sobre la nueva consola y sobre lo que pretende Microsoft con ella. A pesar de que el nombre no me parece un acierto, sí que creo que su enfoque es muy inteligente. El salón es, quizás, el último bastión por conquistar. Apple y Google han fracasado, las smartTV no han conseguido crear un estándar y todavía hay hueco para un dispositivo favorito, algo que todo el mundo quiera y, a la postre, necesite.

Es obvio que Microsoft quiere hacer lo mismo que hizo Wii hace unos años, pero yendo por un camino algo distinto: llegar a todo ese público que no necesariamente quiere jugar y ofrecer un montón de servicios para que todos los de la casa estén contentos y se acostumbren a la Xbox. Que "Xbox" sea sinónimo de salón: ver la tele, mirar pelis, navegar por internet, jugar, utilizar las redes sociales... el potencial es tremendo. Y lo es tanto para Microsoft, claro, porque puede ganar cantidades industriales de dinero, como para nosotros, porque nos estará facilitando la vida y ofreciendo cientos de servicios que pueden estar la mar de bien. Sí, yo soy jugador habitual, pero también me interesan otras cosas y dedico mi ocio a otros sectores: me interesan las series y el cine, me gusta la idea de navegar por internet mientras saltan los anuncios de lo que estoy viendo; en definitiva: me gusta el enfoque de Xbox One porque me gusta todo lo que quiere abarcar. Si la acompañan buenos juegos me daré por satisfecho. Su mayor peligro es dejarlos de lado.

Lo que sí que me escama es que hayan sacrificado algo de potencia, porque eso puede afectar a los juegos multiplataforma, pero creo que es pronto para hablar de ello. Pero, sin duda, si hay algo que me preocupa es que parece una consola muy pensada para Estados Unidos: si aquí no consiguen llenarla de buen contenido -Netflix, HBO, canales deportivos...- y ofrecer los mismos servicios perderá gran parte de su factor diferencial. Así que venga, a trabajar para que así sea.

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Lo que se ha visto por ahora de la nueva máquina de Microsoft no me ha gustado demasiado, pero tampoco puedo decir que eso me sorprenda. Xbox One es justamente lo que los de Redmond llevan persiguiendo durante años y el paradigma de electrodoméstico con el que soñaba Bill Gates: un dispositivo todo en uno (all in one, de ahí su polémico nombre) que aúne cuantas más disciplinas mejor y que domine el centro neurálgico de nuestro hogar, el salón. El problema es que jamás he confiado en ese concepto: falla por la sencilla razón de que siempre hay alternativas mejores por separado, especialmente si, como en este caso, hablamos de una plataforma tremendamente cerrada. Quien mucho abarca poco aprieta, que decían nuestras abuelas: yo lo que busco en una consola es algo pensado a conciencia para jugar, no para ver un partido de la NFL mientras echo una partida a Call of Duty y hablo con un amigo por Skype.

Pero también hay aspectos de Xbox One que ilusionan, desde luego. Es imposible no asombrarse ante determinadas exquisiteces técnicas del nuevo Kinect (su aplicación en los juegos ya es harina de otro costal), alegrarse de que la consola incorpore métodos para hacer más llevaderas las descargas e instalaciones o soñar con las fantásticas posibilidades que tiene algo a priori tan insignificante como la programación independiente de la vibración de los gatillos del nuevo gamepad, por poner unos pocos ejemplos. Eso es lo que me gustó de la conferencia de Microsoft: el enorme potencial de algunas de sus propuestas.

El quid de la cuestión es que este tipo de promesas ya las han hecho en el pasado, y basta con recordar Windows Phone, la Surface o el propio Kinect para recibirlas con todo el escepticismo del mundo. Microsoft, además, ha reforzado esa sensación con una política de comunicación que parece deliberadamente confusa. ¿Bloqueo de segunda mano y conexión obligatoria a internet? Ni sí, ni no, ni todo lo contrario; ahora te damos una respuesta, dentro de media hora otra y finalmente echamos balones fuera afirmando que los planes aún no se han concretado. ¿Forza 5, el nuevo juego de Remedy o las sagas deportivas de Electronic Arts? Te enseñamos CGIs o incluso un teaser con actores, pero nada que siquiera se asemeje a gameplay real. ¿Quince exclusivos y ocho nuevas IPs? Si eso ya hablaremos más adelante (y tampoco te decimos cuantos de ellos son títulos para Kinect o descargables, no sea que te asustes). ¿Fecha de lanzamiento? "Around the world this year", que puede significar cualquier cosa. Y así ad infinitum.

En cualquier caso, hasta que no termine el E3 no se podrá empezar a dictar sentencia porque al fin y al cabo lo que importa son los juegos y el catálogo de ambas consolas se empezará a vislumbrar con claridad en Los Angeles. Ahora asistimos más bien a una lucha de filosofías, siendo la de Microsoft la que menos me convence: mientras su máxima competidora demuestra haber aprendido de los no pocos errores cometidos durante la actual generación y se centra en lo que de verdad debería importarnos como jugadores, Microsoft insiste en su obsesión de crear un híbrido de TiVo y consola con el que deja clara su prioridad por un tipo de usuario y un mercado - demasiado americanos, ambos - con los que no me siento para nada identificado.

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