Análisis de Outer Wilds: Echoes of the Eye - Una generosa expansión que nos recuerda todo lo que hace del original un título único
Eye que susto.
Volver a Outer Wilds después de dos años supone todo un choque: los controles de la nave se han evaporado de la memoria muscular, las particularidades de cada herramienta escapan a nuestro control y el reloj interno que era capaz de avisar del inminente fin del bucle temporal necesita cuerda. Me hizo falta casi una hora simplemente para terminar la misión inicial que da acceso a la zona nueva del DLC; de haber estado más avispado podría haber seguido la cadena de pistas en la mitad de tiempo. Al final los engranajes de mi cerebro volvieron a adaptarse a la manera de pensar del juego y conseguí alcanzar la zona nueva. La sobrecogedora transición encapsuló toda la experiencia del original en apenas un instante: la magia irrepetible de cada descubrimiento, el torrente de posibilidades con cada pequeño avance y, aunque relegada a un segundo plano, la frustración de un progreso que a veces se enquista más de lo que debería.
Echoes of the Eye es una expansión para Outer Wilds que se encaja dentro del mismo bucle temporal que el juego base. Una pequeña pista nos conduce de vuelta al Museo de Lumbre donde, tras esa pequeña búsqueda del tesoro que mencionaba arriba, nos abrimos camino hacia [Censurado]. Esta nueva localización se puede visitar en cualquier momento una vez desbloqueada, al igual que el resto de planetas de la galaxia. Su historia está autocontenida y puede jugarse sin problema como continuación de una partida ya completada de la campaña base, pero se integra de manera natural en la experiencia para quien inicie su viaje por primera vez.
Ya era complicado hablar de la experiencia de Outer Wilds sin entrar en detalles, pero con la expansión resulta aún más complicado. No quiero comentar algo que puede parecer tan tonto como la forma del mapeado, porque merece la pena descubrirlo uno mismo. Por este motivo el análisis puede quedar un poco opaco y se va a centrar en las mecánicas de una manera quizá imprecisa; no puedo compartir todo lo que tengo en mis apuntes sin reventar un par de sorpresas.
Una de las grandes diferencias de la expansión es que la nave se vuelve casi irrelevante más allá del viaje desde Lumbre a [Censurado]. Si no te gustaba la experiencia de aterrizar la nave, aquí podrás valerte del piloto automático para empezar a investigar casi desde el principio del bucle. Echoes of the Eye tiene mucho que mostrar y quiere que pierdas el mínimo tiempo posible en trayectos (al menos en gravedad cero). A partir de ahí se despliega toda una red de localizaciones, puzles, pistas y eventos durante el bucle que debemos manejar de forma intuitiva para progresar. La expansión apuesta por la densidad, más que por el tamaño, dando un nuevo significado a las contadas localizaciones conocidas a medida que realizamos descubrimientos. Es hasta graciosa la manera en que nos planta localizaciones importantísimas delante de las narices, pero siempre se las apaña para que no las encontremos hasta que le interesa.
La historia se cuenta de una forma más explícita y visual que en la campaña base, aunque siempre jugando con la cantidad de información que nos da para que, de nuevo, sea un reto hilar el relato subyacente. Este nuevo método funciona al mismo tiempo como cimientos con los que construir su historia y como fuente de los datos clave necesarios en el progreso en los puzles, aunque se echa de menos una forma de poder consultar la información ya descubierta.
Echoes of the Eye es generoso en extensión y en originalidad. Apenas reutiliza las ideas del juego base más que en puntos concretos, optando por introducir giros a cada pocos minutos para sorprender al jugador veterano. Sabe el valor que tiene cada una de sus ideas y la importancia capital de los descubrimientos; pese a estar limitado a una localización, a ratos sus mimbres son más de secuela que de expansión. Logra repetir el éxito de Outer Wilds precisamente tratando de repetir lo mínimo posible de una experiencia irrepetible por su naturaleza única.
También recupera algunos de sus problemas, difíciles de evitar cuando la estructura se construye en torno al bucle temporal. La constante repetición de los mismos pasos se vuelve agónica cuando estamos atascados en una situación que no logramos resolver. Al dar tanto peso al descubrimiento, la experiencia va irremediablemente de menos a más. El primer bucle es una explosión de estímulos que no sabemos por dónde empezar a abarcar; el último es un alivio porque vamos a poder abandonar por fin la tarea que estábamos optimizando a base de repeticiones.
En una tormenta perfecta, Echoes of the Eye introduce su peor mecánica, la más frustrante del conjunto con diferencia, justo en el tramo final. Lo que debería convertirse en una intensa búsqueda de la verdad se transforma en un aburrimiento cuando aparece un sigilo que está a medio cocer. La impenetrable oscuridad de los entornos logra desorientarnos, pero nos deja expuestos a dar vueltas por zonas sin apenas hitos que nos ayuden a movernos con más presteza en las siguientes visitas. En un primer momento logra transmitir terror de forma efectiva, pero desvela sus cartas demasiado rápido; termina siendo más repetitivo y frustrante que otra cosa. No era el momento ni el lugar de introducir algunos de los puzles más enrevesados del conjunto y el bajón de la experiencia se nota aún más.
Todo esto se olvida, al menos por un momento, cuando conseguimos resolver todo este rompecabezas y asistimos a una conclusión que recoge lo mejor del original. Bajo el título de Mobius Digital late un inmenso corazón que sabe emocionar con pequeñas escenas intensas, cálidas y acogedoras en las que la banda sonora juega un papel central. En muchos videojuegos la recompensa a nuestro esfuerzo es una mejora a nuestro equipo, un incremento de nuestras habilidades o un ítem tachado de una lista interminable; aquí es siempre una experiencia que atesorar. Esta virtud estaba tan presente en Outer Wilds como en Echoes of the Eye, y es sin duda lo mejor que se puede decir de la expansión.