Pequeños detalles: Kingdom Hearts
Eres un juguete.
"Pequeños detalles" es una serie de artículos dedicados a analizar los elementos individuales, filosofías de diseño y demás aspectos que marcan a videojuegos concretos.
A pesar de que estemos habituados a gráficos cada vez más espectaculares y cuatro ka a ciento cuarenta y cuatro fotogramas por segundo con un filtrado anisotrópico de tantísimo nivel que hasta el vaho parezca estar afilado, me resultó sorprendente la fidelidad visual de aquél tráiler de Kingdom Hearts 3 que apareció hace unas semanas, ese en el que se confirmaba que uno de los mundos sería el de Toy Story. Era increíble ver cómo la habitación de Andy no sólo estaba fielmente recreada sino que el estilo de renderizado hacía que la luz, los colores y las texturas, todo pareciese un pantallazo genuino de Toy Story 3. Película y videojuego fusionados; no sólo jugaremos en un mundo nuevo, sino que lo viviremos sin distinciones entre pantallas grande y pequeña, como si aquél nivel de Piratas del Caribe se hubiera podido hacer con CryEngine y captura facial. Pero el vídeo no se queda ahí, en la imagen, el ahí tenéis y aquí nos quedamos. Sigue. Otros escenarios. El jardín de la casa de Andy. Encuentros entre la pandilla protagonista y los personajes de Toy Story. Y en uno de esos cortes rápidos se confirma que, en efecto, Woody y Buzz lucharán junto a ti.
Woody.
Y Buzz Lightyear.
El vaquero de fieltro y el juguete de plástico cuya gran herramienta ofensiva es un puntero láser.
Esta es una cuestión que llevo rumiando desde hace cosa de un año pero nunca he sabido enfocar hasta ver este vídeo con estas imágenes, pero el tratamiento que hace Kingdom Hearts de lo que perfectamente podría llamar estrellas invitadas es uno que raspa y recuerda a lo que hace Saturday Night Live con cada famoso convidado a su programa: le tienen ahí, hace su monólogo y luego le plantan con calzador en un sketch o dos para que haga algo sin importar que realmente tenga el talento para hacer lo primero o lo segundo. Lo importante, más que la interpretación de la estrella, es el aplauso y vítor, los chillidos y risas enlatadas cuando alguien abre la puerta y resulta ser, yo qué sé, Donald Trump.
Con esto vengo a decir que Kingdom Hearts utiliza a estos protagonistas de obra ajena y clásicos para cumplir un papel que no corresponde. Están porque, si no, la historia de su propia región no tendría nada que ver con ellos. Cuando, en la primera entrega, llegas al mundo de Tarzán, a pesar de que el arco sea uno sobre los pobres gorilas, que si los secuestran, y que si Clayton está ahí y de pronto tiene un camaleón gigante porque quién no tiene uno si es lo más normal del mundo, aquí el eslabón perdido importa poco o menos que las cajas que vas rompiendo para conseguir dineros. Aparece en las cinemáticas hablando sobre la amistad y la subtrama está ligada a lo que asociamos a él: los gorilas le han criado, Clayton llega para destruir su entorno. El camaleón. Pero Tarzán no interactúa ni decide ni, en definitiva, es proactivo. No padece ni reflexiona ni hace nada más que estar y dar el visto bueno. Adelante y toma tú el volante, que para algo eres el jugador y, por supuesto, cómo no ibas a tener tú el control en un mundo que no tiene absolutamente nada que ver contigo. Tarzán y Mulán y Aladín y Peter Pan y el capitán Jack Sparrow ejercen de guía turístico, un local, un sherpa que te guía por estos mundos para hacerte creer que realmente perteneces. Su identidad se ve relegada a la de matón, un nuevo PNJ junto al que puedes luchar, aunque para esto vas a tener que decidir si le prefieres a Goofy o Donald. El pragmatismo que nunca se olvide. Desaparecen y se transforman en herramientas para ser masticadas y luego olvidadas, falsos amigos de un capítulo que luego no volverán a aparecer jamás porque nunca habían importado en primer lugar, porque no tienen nada que aportar a la causa o a su propio entorno.
Lo que me escama de la aparición de Woody y Buzz Lightyear es el miedo a que la historia se repita y que estos dos únicamente estén ahí para que puedas decir que te has dado de hostias contra los sincorazón junto a los protagonistas de Toy Story cuando en Toy Story decir que la violencia es un último recurso sería pasarse. Sus personajes son tan ajenos a los golpes y patadas que verles aquí cumpliendo el papel que la gente espera de sus juguetes, el vaquero y el guardián espacial, resulta insincero o, como mínimo, irónico. El arco de Buzz en la primera entrega consistía en aceptar que él no era más que un juguete y en la secuela teníamos aquella pelea sobre un ascensor totalmente ridícula. La confrontación Zurg/Lightyear era paródica, un ver a estos dos pegarse como si el comandante realmente lanzase bolas de rayos en lugar de pelotas de goma. Menudo par de tristes. Pero si aparece en el juego, Zurg lanzará rayos y Buzz lanzará rayos y no quiero imaginar qué le darán a Woody. Quizá se saque la serpiente que hay en su bota o se dedique a envenenar pozos. El límite es el infinito y lo que haya más allá.
Lo triste, en resumen, es la manera en que Kingdom Hearts convierte el paso por estos mundos en una ruta turística por una versión retorcida de lo que era, un photocall extendido en el que puedes hacerte una foto con tus personajes favoritos pero sin realmente estar. Auron te acompaña en el Inframundo y dice un par de frases que podrían encajar en cualquier fanfiction de un quinceañero, pero no es él. No vais a compartir un momento trágico, mirar atrás y daros cuenta de cuánto habéis cambiado. Es tu nuevo colega y después vendrá otro, y el resto de ejemplos, los susodichos, Mulán y la panda, ninguno de ellos existía en una obra donde la violencia fuese céntrica. Eran todos relatos de personajes con momentos de acción, pero en Kingdom Hearts se borra el personaje y lo único que queda es la estrella invitada, tu mascota. Tienes a Bestia acompañándote mientras viajas por Bastión Hueco. Menudo honor. Pero no conectáis, no hay un momento de pausa o un regreso. Estáis cada uno a lo vuestro porque la historia tiene que avanzar. Deja que Bestia se pegue con los sincorazón. Todos recordamos aquella escena de la masacre en La Bella y la Bestia.