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Pequeños detalles: Mario Kart

La jauría del hortelano.

"Pequeños detalles" es una serie de artículos dedicados a analizar los elementos individuales, filosofías de diseño y demás aspectos que marcan a videojuegos concretos.


Es graciocísimo lo que puede ocurrir cuando decides tomarte un videojuego demasiado en serio. Hace no mucho, mientras me estrujaba el cerebro para sacarle jugo a ICO y Shadow of the Colossus, llegué a concluir que Fumito Ueda ponía a Yorda a la misma altura que un animal. Una yegua, para ser precisos: hablo de Aggro, y estaba convencido de ello hasta que di un paso atrás y pensé que quizá iba siendo hora de irme a la cama y dejarme de tonterías. O quizá no; la lectura está ahí. Es una conclusión a la que se puede llegar y tampoco hay que forzar la maquinaria para hacerlo, pero en realidad no estamos hablando de eso. Lo digo porque Mario Kart podría leerse como un manifiesto ideológico, y no soy la primera persona en llegar a esa conclusión. Ronda por ahí, en la red de redes, la imagen de una concha azul con un letrero en Impact que reza "el socialismo en su máxima expresión". En su texto sobre el condenado ítem, Ian Bogost abre afirmando que "la concha azul encarna todo lo malo en los Estados Unidos". Inmediatamente después, aclara que esto es una soberana estupidez, pero luego lees lo que tiene que decir y resultan ser varios párrafos detallando la evolución filosófica de la susodicha cáscara. Se pueden sacar conclusiones interesantes si te fijas demasiado, y ese es mi problema. Es para lo que me pagan. No quiero repetirme hablando de conchas y socialismo, pero sí veo una cierta intención subyacente a Mario Kart: el absoluto desprecio y egoísmo del ser humano hacia el prójimo.

Lo más probable es que, en algún momento de vuestras vidas, os hayáis topado con ese vídeo. No es uno concreto, adopta muchas formas, pero todos sabemos de qué va. Alguien está a punto de ganar una carrera en Mario Kart, cualquier edición, y de pronto otro corredor llega para arruinarle la tarde. Una concha roja. Un Bob-Omb. Un Bullet Bill. El líder pasa de primero a segundo y de ahí a cuarto, sexto, octavo, y termina la carrera el último. El youtuber Videogamedunkey tiene todo un vídeo dedicado a recopilar experiencias del estilo, y es revelador, porque el sistema no sigue una progresión justa. En un mundo perfecto, según aquella filosofía de Mario Kart, que cualquiera puede ganar, el castigo sería mayor sobre el primero, luego el segundo recibiría una punición ligeramente menor, el tercero sufriría una fracción de ese tormento, y luego el cuarto, quinto, y etcétera, removiendo la carrera de tal modo que, una vez más, cada uno tuviera que hacer uso de sus recursos para ganar ventaja. Sin embargo, en Mario Kart el de enfrente se fastidia, pero tú sigues, le adelantas, y te ríes en su cara. Eso le pasa por creerse mejor que tú.

Mario Kart no es socialista: es egoísta, se guía por aquél pensamiento de "mejor él que yo". A ese hombre le han dado con una flor de fuego; menos mal que no me ha tocado a mí. Ese otro se ha caído de la Senda Arcoíris; qué bien que yo siga en la carrera. Sólo hay un objeto en todo el juego que afecte a la carrera por completo: el trueno, que ralentiza a todos los pilotos salvo el que lo ha lanzado. Es lo más parecido que tiene el juego a un objeto igualador, algo que realmente sea justo y permita que cualquiera tenga una oportunidad, pero en realidad tiene el mismo efecto que cualquier otro ítem. Todo el mundo es pequeño y va más despacio, y hay una sola persona que va deprisa. Sigue estando exageradamente desequilibrado, pero al tipo que ha lanzado el trueno le da igual. Lo importante es que él no lo ha sufrido.

No, la mayoría de objetos en Mario Kart, hablando en plata, existen para joder al oponente, y no hablo de un contendiente cualquiera, algo abstracto. El objeto va al que tienes inmediatamente delante o inmediatamente detrás. Que él se fastidie. Que siga a rebufo. Si tengo que pisotearlos a todos para llegar al primer puesto, así se hará. Y no es sólo que esta sea una actitud que sale del jugador, sino que el propio juego invita a hacerlo. Las conchas rojas persiguen. Bullet Bill arrasa con todo. Las flores de fuego salen disparadas en todas direcciones, intentando acertar a quien esté por delante. Cuando alguien consigue una estrella, no va a adelantar sino que choca contra los otros pilotos. "A tomar por saco, aquí mando yo". Y luego está el plátano, el chiste más cruel, la barrera hecha para frenar a los que te quieren alcanzar. Si no puedes ganar por medios justos, lo harás porque estás por encima de las reglas. Y mientras tu oponente resbala, sigues corriendo, entre risas, picándote. Hasta que caes en tu propia trampa en la última vuelta. Algo de karma tenía que haber.

Hay muchos juegos, de mesa o virtuales, con aquella etiqueta de "arruina-amistades", pero Mario Kart realmente saca lo peor que hay en nosotros. Monopoly premia la estrategia y cabeza a la hora de hacer inversiones, y cuando alguien cae en tu casilla, se siguen unas reglas muy simples: él ha lanzado los dados y el azar le ha llevado a tener que pagarte. En el fondo, nadie es culpable salvo el sistema. Pero Mario Kart te da un boomerang y te dice "¿ves a ese tipo que tienes delante? Aquí tienes algo para chafarle el puesto". El juego es sabio al no dar más que monedas a los que van al frente, porque si ellos pudieran, abusarían de su poder. Esa es la idea en el fondo de Mario Kart, que cuando nos dan las herramientas y un objetivo, lejos de la moral, cuando sólo hay una meta y esa es ganar, somos escoria. Y si no ganamos nosotros, que no gane nadie. Tinta de pulpo para todos. Conchas verdes lanzadas al tuntún. "Que alguien sufra junto a mí, porque yo no caeré en silencio". Mario Kart no es un juego sobre carreras y victorias; es una serie de golpes, tundas, puñaladas traperas, giros inesperados, cargas desesperadas y un puñado de pobres diablos que sólo piensan en sí mismos. Es la humanidad, la sociedad, el hombre en su más pura expresión. Cómo lo sabía Sartre: "el infierno son los otros". Vamos, al menos eso he leído en la Wikipedia.

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